En el corredor de la muerte

La primera vez que escuché sobre el caso "" y Ana María Cardona, fue a través de una entrevista exclusiva concedida a Maria Laria para Telemundo en 1993. Las declaraciones de esta mujer, acusada de haber asesinado a su hijo de 3 años me conmovieron profundamente. Varios años después conocía Laria y nos hicimos buenas amigas.
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La primera vez que escuché sobre el caso "Baby Lollipops" y Ana María Cardona, fue a través de una entrevista exclusiva concedida a Maria Laria para Telemundo en 1993. Las declaraciones de esta mujer, acusada de haber asesinado a su hijo de 3 años me conmovieron profundamente. Varios años después conocía Laria y nos hicimos buenas amigas.

"Fue una entrevista muy difícil, ella acababa de ser sentenciada a la pena capital y había mucha atención sobre el caso" me comentó Maria cuando le pregunté sobre su encuentro con ella.

Casi 20 años después, Cardona concedió una segunda entrevista a Soledad Cedro, una excelente reportera con quien trabajo en America TeVe, un canal local en Miami.

"Es tremenda la sensación de estar frente a una persona condenada a muerte. El sentimiento más grande que te conmueve es la compasión" me aseguró Cedro.

"Cardona es una de las dos mujeres hispanas condenadas a la pena capital en el estado de la Florida. Lograr una entrevista con ella nos tomó año y medio de correspondencia. Nos escribimos alrededor de 20 cartas para lograr finalmente la entrevista. Quienes están en el corredor de la muerte prácticamente no tienen contacto físico con nadie, ni tienen papel, lápiz o estampillas a su disposición. Es casi la antesala al infierno" me aseguró Adriana Mocciola, productora en América TeVe y la responsable de haber logrado que tres condenados a la pena de muerte pudiesen ofrecer su versión de sus condenas.

En los Estados Unidos hay más de tres mil personas esperando a ser ejecutados. Mientras esperan el momento de su ejecución, estas personas viven recluidas en total aislamiento, lo que para muchos activistas es una forma de crueldad mental y emocional.

"Yo no maté a mi bebé. Me acuso de ser una madre negligente....pero no maté a mi hijo" aseguró Cardona, de 51 años de edad quien lleva 22 años esperando el momento de ser ejecutada.

El caso de John Henry Ramírez es muy distinto.

"Yo maté a una persona. Acepto mi culpa, merezco el castigo, merezco la pena de muerte" dijo este hombre que se encuentra en el terrible corredor en una prisión en Livingston, Texas acusado de haber asesinado de 29 cuchilladas a un hombre de 29 años para robarle $1 dólar con 25 centavos.

"Yo se que debo morir....lo único que pido es que sea rápido. Esto no es vida. Odio vivir así, encerrado, sin salir al sol, sin hablar con nadie. Es para volverse loco".

Según estudios realizados por siquiatras y psicólogos, el encierro al que son sometidas estas personas pueden producir delirios, tendencias suicidas...locura. Algunos expertos han determinado a estos síntomas como el síndrome de la muerte.

En los Estados Unidos, debido a lo largo y costoso de llevar a cabo una ejecución casi la cuarta parte de las muertes en el corredor de la muerte son de causas naturales y la dejadez del reo.

Tanto Cedro como Mocciola, me comentaron que es muy difícil desprenderse de las emociones al estar frente a una persona que podría morir en cualquier momento.

"Me impactó mucho el testimonio de Emilia Carr, una joven hispana que nos contó que entró a prisión con siete meses de embarazo y tuvo que dar a luz encadenada de pies y manos. A su bebé sólo pudo verlo un momento cuando se lo pusieron en el pecho y de ahí, jamás a ha vuelto a mirarlo" asegura Cedro.

Emilia Carr fue condenada por asesinar a la esposa de su amante, con quien además tenía una relación homosexual.

"Todos ellos vienen de hogares destruídos y tienen un historial de abuso infantil, sexual, emocional y físico" agregó Mocciola.

Texas, el estado que más ejecuciones ha realizado a lo largo de su historia desde 1976, año en que se reinstauró en la Unión Americana la pena capital, ha ejecutado a 6 parejas de hermanos, en cuatro de las cuales se usó la silla eléctrica.

Ramírez asegura por su parte, que cree que ha llegado el momento de morir, especialmente cuando piensa en la familia de Pablo Castro, su víctima.

"Creo que es tiempo suficiente para que ellos sientan que les ha llegado el momento de palpar la justicia a través de mi ejecución y también para que Pablo Castro descanse en paz".

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