"No puedo acercarme a ellos porque aunque quiero abrazarlos, no comparto su fe" me dijo la madre de una joven secuestrada, violada y asesinada hace algunos años. Era su única hija y todas sus esperanzas e ilusiones estaban puestas en la jovencita que murió suplicando no la mataran.
Carlos y Claudia Milena Aguilar, padre de Christian, un adolescente de 18 años asesinado por su amigo, han demostrado abiertamente que lo que les mantiene en vida, son su fe en Dios y su otro hijo.
"Yo he visto a los padres de Christian Aguilar, orar y confiar en Dios para que su hijo reciba justicia. La muerte de su hijo les hizo refugiarse en la fe....en mi tuvo un efecto contrario".
La confesión de esta madre me dejó francamente perpleja, porque durante mucho tiempo yo misma me he cuestionado la existencia de un Dios verdaderamente bueno.
"Tanta gente le da gracias a Dios porque les salvó a su hijo de alguna enfermedad terrible, o les salvó la vida, o les ayudó en un problema grandísimo, pero siempre me cuestiono ¿dónde está Dios cuando a otro padre se le muere un hijo de cáncer? ¿Dónde está ese Dios infinitamente bueno cuando permite que un niño sufra de dolores espantosos y enfermedades terribles?
¿Dónde estaba Dios cuando permitió que mi hija, que era una muchacha buena, muriera de esa forma tan terrible?"
La mujer me contó que luego de lo sucedido, ella, que era una persona que estaba criando a su hijo en la fe católica, sintió tanta impotencia que se alejó de esa creencia que durante tanto tiempo le había dado esperanza de vida.
Algunos teólogos han explicado que ciertamente la maldad y el sufrimiento son una realidad que se expresa en la crueldad del hombre contra el hombre, manifestada en guerras, crímenes, violaciones.
La implicación aquí es que si Dios impidiera que se cometa un asesinato, un robo, que se diga una mentira o se declare una guerra, también debería impedir a todos los hombres tener pensamientos impuros. Un sacerdote amigo mío me dijo:
"Esto significa que seríamos autómatas, no tendríamos libre albedrío, porque Dios nos dictaría qué pensar. Dios es soberano, tiene el derecho y el poder de permitir el mal para lograr su propósito definitivo para los que creen en él".
El cura me siguió explicando:
"Nos creo con libertad, y siempre respetará aquello que nosotros decidamos hacer. Un niño que muere de cáncer fue víctima de una enfermedad, no de Dios. Muchas veces le echamos la culpa a Dios: por un accidente de tránsito, porque alguien ha muerto de cáncer, porque los niños de África mueren de hambre. Dios no es el culpable, somos nosotros los culpables de no tomar las medidas necesarias para evitar los accidentes, somos nosotros los que tenemos el pan (no Dios) y no lo distribuimos a aquellos que necesitan. Dios es amor, y nunca puede mandar el mal, ni siquiera a los malos. Llegará el día en que la vida, el amor y la compasión de Dios triunfen sobre todo mal. Entonces será cuando haya llegado completamente, por acción de Dios, su Reino. Dios no está a nuestro lado, Dios está en nosotros, y por medio de nuestras manos trabaja, ayuda, y ama".
Prefiero entonces pensar que Dios estaba ahí, acompañando a la joven víctima de unos delincuentes, dándole fuerza mientras respiraba por última vez...luego la tomó en sus brazos y la llevó al cielo. Quiero pensar que sí....Dios estaba ahí.