Diego Esteban, el hombre de mi vida

"Tuve que utilizar fórceps y le rompí la clavícula para lograrlo sacar", me dijo el obstetra mientras yo observaba a mi bebé acostado en una mesita. Lloraba con todas sus fuerzas y movía todas sus extremidades menos el brazo derecho.
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"Tuve que utilizar fórceps y le rompí la clavícula para lograrlo sacar", me dijo el obstetra mientras yo observaba a mi bebé acostado en una mesita. Lloraba con todas sus fuerzas y movía todas sus extremidades menos el brazo derecho.

Fue un parto que se complicó en el último minuto. Se suponía todo estaría fenomenal como cuando nació Angela, mi hija mayor, pero un terrible error de cálculo en el peso del bebé hizo que las cosas estuvieran a punto de convertirse en una verdadera tragedia.

"Habrá que observarlo. Es 27 de diciembre y el neurólogo está fuera de la ciudad. Por lo pronto no lo muevan mucho. Tiene la clavícula rota, y no sabemos si hay más nervios o cartílago fracturado. Traten de no cargarlo". La voz de la enfermera hizo que todo el estrés y la furia se apoderaran de mí. Mi criatura acababa de llegar a este mundo en medio de un desastre médico y hospitalario, y todavía tenían el valor de decirme que no había un experto disponible para revisarlo.

"Escúcheme bien señora. Exijo que aparezcan en menos de dos horas: un cardiólogo, un neurólogo, un neonatólogo y todo lo que termine en 'ólogo' para revisar a mi bebé. A menos que estén listos para un demanda del tamaño del mundo por mala práctica, mal servicio y todo lo malo que pueda haber en esta tierra... incluyendo varios reportajes en televisión... y a mi niño me lo dejan en mi cuarto, no se lo llevan de aquí ni muerta".

Todas mis peticiones fueron concedidas. Los expertos revisaron al bebé sin mucho que decir porque habría que darle tiempo al tiempo a ver como evolucionaba. En medio de mucha angustia por el futuro que le esperaba, nos llevamos a Diego Esteban a la casa. Tenía su bracito inmovilizado y parecía no sentir dolor alguno. Finalmente, luego de visitas a médicos y terapeutas se determinó que estaría bien pero era necesario darle cuidados especiales al cargarlo, bañarlo, vestirlo, en fin. Cualquier movimiento brusco pondría sus rehabilitación en peligro. Poco a poco fue recuperando el movimiento de su brazo y se convirtió ¡en un verdadero torbellino!

A mi Diego le ha tocado pasar las de Caín desde que nació. Parece no encajar muy bien en el sistema escolar y digamos que mantiene eternamente una relación de amor -odio con sus maestras. Le han etiquetado como "un niño difícil". Sus calificaciones van, ahí ahí, aún no digiere muy bien el divorcio de sus padres, y para colmo le toca lidiar con una hermana mayor que raya en la perfección y a la que parece... Todo le sale bien.

Entonces encontró una técnica maravillosa para seducirnos. Se pasa inventando chistes y muecas para matar de risa a las mujeres de la casa y compensar, según me dijo, los disgustos que nos da. Es obsesivo, compulsivo, travieso y divertido. Es poeta, sentimental y llorón... como su mamá.

Mi niño cumplió 8 años y en medio de los retos que tengo para educarlo, yo, que no tengo hermanos varones, ni un patrón varonil a seguir me veo envuelta día a día en un tobogán de sentimientos. Pero creo que la vida misma te da la pauta a seguir. He decidido tomarlo de la mano y simplemente caminar juntos.

Hace unos meses, muy ufano se paró frente a mi vestido de luchador y me dijo a gritos y muy emocionado.

"Mamá... en la tele una muchacha le dijo a su novio que él era el hombre de su vida. Tu no tienes novio... entonces, yo soy el hombre de tu vida"... Pues sí, nadie como él.

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