La boda del Padre Alberto

Una de las grandes coberturas de mi vida profesional fue el escándalo del Padre Alberto. Trabajaba en ese entonces en la revista que publicó las fotografías del cura más famoso de la televisión en español con su entonces novia Ruhama Canellis en una playa de Miami Beach en tremendo romance. Fui la periodista que llamó al entonces sacerdote católico para decirle que la revista iba a salir al día siguiente y que iba a ser blanco del escrutinio público y las críticas. Me dio mucha pena no sólo tener que decirle que todo el mundo se enteraría del romance que ocultó por dos años, sino hablar con él de algo tan íntimo como el amor, la pasión y las relaciones sexuales.
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padre alberto

Una de las grandes coberturas de mi vida profesional fue el escándalo del Padre Alberto. Trabajaba en ese entonces en la revista que publicó las fotografías del cura más famoso de la televisión en español con su entonces novia Ruhama Canellis en una playa de Miami Beach en tremendo romance. Fui la periodista que llamó al entonces sacerdote católico para decirle que la revista iba a salir al día siguiente y que iba a ser blanco del escrutinio público y las críticas. Me dio mucha pena no sólo tener que decirle que todo el mundo se enteraría del romance que ocultó por dos años, sino hablar con él de algo tan íntimo como el amor, la pasión y las relaciones sexuales.

Yo conocía al Padre Alberto muy bien. No sólo lo había entrevistado en múltiples ocasiones para diferentes temas sobre moralidad y religión, sino que había sido parte de su equipo de producción en el programa que condujo para Telemundo "Padre Alberto...Cambia tu vida"...y vaya que le estaba cambiando la vida. Durante todo el circo mediático que se armó alrededor de este escándalo uno de los capítulos que más me impresionó fue el día de su boda religiosa con Ruhama. El ex sacerdote católico decidió renunciar a su religión, cambiarse a otra y casarse con la mujer que lo había vuelto loco de amor. Hoy por hoy, sigue felizmente casado con ella y tienen dos hijos aparte del hijo de otro matrimonio de Canellis.

La boda fue en un hermoso monasterio español en Miami. Todos los medios de prensa estábamos congregados afuera del lugar, no se nos permitió entrar, por tanto, nos iba a costar sacar la nota.

Los invitados empezaron a llegar.

-"Son Emilio y Gloria" gritó un camarógrafo y de inmediato todos nos abalanzamos al carro. Mucho se había especulado que Gloria y Emilio Estefan serían los padrinos de la ceremonia pero no fue así. Los automóviles seguían llegando y de los novios ni sus luces. La mayoría eran miembros del clero episcopal, todos vestidos de cura pero con sus esposas al lado. Algunos hasta llevaban a sus hijos. Que impresión me causaban verlos con su cuello romano y cargando pañaleras o empujando carriolas. Yo creo que ni en la boda de Thalía, la cantante mexicana había tanta prensa reunida.

-"Señor, ¿por qué no nos dejan entrar a la casa de Dios?, le dije al guardia.

-"Porque esto es una boda privada"

-"Pero para Dios no hay distinción. ¿No dicen que las puertas de su casa siempre están abiertas? Le refuté.
Me sorprendió una señora que estaba ahí de fisgona.

-"Víbora, víbora; tú nos quitaste al cura...Ruhama, déjame verte la cara...Satanás"

Sus comentarios nos causaron carcajadas. No era la única persona que sin ser prensa se había lanzado al lugar para ver a los novios. La mayoría de los que estaban presentes se encontraban molestos con el sacerdote.

-"Qué cínico es este hombre" dijo una mujer.
-"Dejó a su rebaño descarriado" me comentó alguien más.

-"Ay señora, por Dios, ¿Cuál rebaño descarriado? Aquí sólo hay un descarriado total, se apellida Cutié" le dije en tono de broma.

Pensé en colarme de alguna manera al interior del recinto pero era imposible.

-"No vayas a tratar de meterte porque esto es propiedad privada y te arrestan" me dijo mi camarógrafo.

-"Perfecto, ahí está mi momento de brillar. Reportera de TV Notas, arrestada en la boda de Cutié" le dije sonriendo.

Así nos quedamos por un buen tiempo, hasta que un grupo de periodistas tuvimos que ir al baño y comprar algo de comer. Teníamos más de 4 horas ahí y nos habían impedido pasar a los sanitarios. Eso me sacó de mis casillas.

Rápidamente nos fuimos a un restaurant que quedaba a media cuadra de distancia. Al volver unos colegas nos dijeron:

-"Un curita acaba de salir y nos enseñó unas fotos que tomó con su cámara digital".

A mi casi me da un infarto. Haber hecho tanta guardia para no tener las fotos hubiese sido un crimen periodístico. En ese momento me lancé prácticamente al interior del monasterio donde divisé al sacerdote. Un policía venía tras de mí, pero al ver que sólo quería hablar con el religioso se fue.

-"Padre por favor, enséñeme a mí las fotos"

Muy contento, el cura no sólo empezó a buscar las fotos para que Rolando, mi fotógrafo pudiera captarlas con su lente sino que se puso a platicar amistosamente conmigo.

-"¿Qué tal estuvo la boda" le pregunté.

-"Está muy bonita, todavía está la cena y el baile. Están brindando".

Es la primera vez que todos los invitados que bailaban y tomaban eran sacerdotes.

¿Baile? ¿Brindis? "Ah carambas, está iglesia está muy chida" pensé.

-"¿Invitaron a algún sacerdote católico amigo del Padre Cutié?"

Riéndose me dijeron que no.

"Están enojados muy, muy enojados".

Yo iba a seguir cuestionando cuando apareció la primera foto.

Ruhama, vestida de blanco con su corona y un velo angelical, rodeaba el cuello de su recién estrenado esposo mientras bailaban. En otra, la feliz pareja acercaba sus rostros a punto del beso. En ese momento vino a mi memoria una charla que tuve hace unos meses con el Padre Alberto:
"Imagínate. Yo he casado a tres de mis ex novias. Sus familias estaban en primera fila, yo los veía y decía 'Dios mío, este pude ser yo' es una sensación bien extraña".
Qué cosa. Sus sueños se hicieron realidad.

Otro sacerdote nos dijo:

-"Se las estamos enseñando, para que dejen de decir que es homosexual" me aseguró.

-"Padre, no lo decimos nosotros, hay personas que lo tachan de serlo" le dije.

-"Pues si hija, pero aquí mucha gente me viene a hablar de otras personas y yo no les presto oído"

-"Ni debería hacerlo Padre. Usted es un sacerdote, pero nosotros no. Nosotros somos periodistas, ese es nuestro trabajo. Prestar oídos y ser la voz de la gente".

-"Mira, mi madre se casó con un señor que fue sacerdote católico, mi padrastro y cuando eso pasó la tacharon de pu....".

Qué fuerte. Era la primera vez que escuchaba a un religioso decir una palabra altisonante. Mi léxico no es precisamente el más elegante, pero escuchar esa palabra en la boca de un sacerdote me sorprendió.

-"La gente habla y habla. Lo feo es que ahora dicen que es gay y ustedes lo ponen".

-"Y si supiera todo lo que no publicamos, se muere" le dije con cierta ironía.

-"Yo me metí al seminario episcopal y soy feliz con mi familia. Así que no importa si dicen que el Padre Alberto es gay".

-"Claro que no Padre" le dije "Además ustedes aceptan a los homosexuales y a todas las criaturas del señor; ¿Qué no? Así que no hay nada de qué preocuparse"

Con sarcasmo me contestó:

-"Esos, los homosexuales, están en Roma" "En Roma, ya tú sabes dónde. Ahí están" y rápido se regresó con el otro reverendo al interior del monasterio".

-"Tomen más fotos, please...y nos las traen a enseñar" les grité.

Unos familiares salieron a dar sus impresiones y todos corrimos hacia ellos. Eran tíos de Cutié.

-"Ya paren este escándalo señores. Búsquense otra cosa, búsquense a Michael Jackson o a otro" dijo una mujer.

-"Michel Jackson se murió" le respondió un periodista, lo que ocasionó la risa general.

Pero sus peticiones no podrían ser escuchadas. Cinco minutos después los carros iban saliendo, incluyendo una elegante limosina negra. Todos nos abalanzamos sobre ella. Les tocamos la ventana.

-"Ruhama, Ruhama" gritábamos.

-"Padre, padre... ¿a dónde van de luna de miel?"

Nunca supimos a ciencia cierta en que carro se fueron los recién casados pero unánimemente los que quedábamos ahí dimos por terminada la función.

Con las zapatillas en la mano me dirigí a mi camioneta mientras mis pies se mojaban. Encendí el vehículo, prendí la radio. Ese día Michael Jackson había muerto y por todas las estaciones radiales tocaban su música. Su voz hizo más corto el camino a casa. Junto a él canté su famosa melodía "Thriller".

¡Qué bien venía a la ocasión!... todo esto había sido verdaderamente "espeluznante".

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