Amor de mamá: Entendiendo el trastorno de oposición desafiante

Cuando empecé a leer el artículo sentí que por primera vez en 5 años, alguien me respondía a las interrogantes que yo tenía respecto a mi hijo. "Desobedece activamente las peticiones de los adultos", "muestra ira y resentimiento con los demás", "tiene pocos o ningún amigo", "se involucra en problemas constantes en la escuela", "pierde la paciencia"...."es desafiante".
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Cuando empecé a leer el artículo sentí que por primera vez en 5 años, alguien me respondía a las interrogantes que yo tenía respecto a mi hijo. "Desobedece activamente las peticiones de los adultos", "muestra ira y resentimiento con los demás", "tiene pocos o ningún amigo", "se involucra en problemas constantes en la escuela", "pierde la paciencia"...."es desafiante".

Mientras leía, lágrimas de alivio y culpabilidad empezaron a correr por mis mejillas. Los síntomas eran claros y mi hijo de 8 años los tiene casi todos. Luego de consultar a 3 diferentes expertos finalmente, una sicoterapeuta amiga mía a la que acudí en un verdadero estado de desesperación y stress me dijo: "Es probable que tenga el trastorno o síndrome de oposición desafiante".

En todos mis años como reportera jamás había escuchado hablar de semejante cosa. En algún momento pensé que mi niño podría tener hiperactividad o déficit de atención pero los médicos descartaron ambas condiciones por lo que pensé entonces que sus problemas de conducta eran motivados por una falta de disciplina y los diferentes métodos que hemos aplicado su padre y yo al momento de educarlo.

Mi exmarido viajaba mucho por lo que su educación ha estado casi en su totalidad bajo mi responsabilidad. Con el divorcio, la carga de criar y atender a dos hijos sola se hizo cuesta arriba pues su padre vive en otra ciudad y no puede ser una figura verdaderamente presente en su cotidianidad.

Los problemas empezaron cuando Diego entró al jardín de niños. No quería obedecer a las maestras, causaba conflictos con otros pequeños, y siempre estaba de mal humor en el colegio. En la casa las cosas se controlaban mejor pero igual, era agobiante. Como resultado lo cambiamos de escuela... luego a otra.

"Su hijo es brillante, pero no aprende a leer correctamente porque no quiere hacer caso a nadie". Constantemente, por no decir que a diario, me llaman del colegio para decirme que se ha portado mal, que no entregó su tarea, que se la pasa hablando y que en general tiene una actitud de verdadero desafío ante todo lo que signifique autoridad.

Sus problemas de conducta han sido un verdadero dolor de cabeza y una causa de stress terrible para mí ya que desafortunadamente no cuento con familiares que puedan ayudarme a cuidar de él. Por eso, al borde de un ataque de nervios acudí a mi amiga la sicóloga Isabel Alacan a quien definitivamente Dios puso en mi camino para ayudarme a entender lo que pasa con mi niño... y conmigo.

Es muy simple. Aparentemente, tiene una condición particular y yo, que he intentado ser la mejor madre posible dentro de mis limitaciones, no me había dado cuenta. Los remordimientos y la culpabilidad han sido una constante desde que se me dio un "diagnóstico informal".

"Tu no te puedes culpar. Este trastorno tiene muchas causas y es no es fácil de diagnosticar porque se confunde con muchos otros o simples caprichos y majaderías del niño. Afortunadamente hay una buena gama de soluciones para ayudarlo. Tu ya lo estás haciendo buscando la causa de su proceder y sobre todo entendiendo el trastorno. Háblalo con tu familia cercana y crea una red de apoyo para él", me aseguró Isabel.

Yo sé que hay muchos padres por ahí, desesperados por la conducta de sus hijos sin entender que es lo que pasa con ellos... y así, pasan la vida en medio del agobio, el cansancio, el miedo, la frustración y la rabia.

Los trastornos sicológicos han sido identificados, afortunadamente para ayudarnos a crear mejores posibilidades de vida para quienes los padecen. Hay mucha información en la Internet y herramientas fabulosas para apoyarlos. No hay que sentir vergüenza al hablarlo, ni temor de pedir ayuda. Al fin de cuentas todo lo que se haga a favor de nuestros niños, mientras sea con amor, es válido.

Ahora que finalmente entiendo que la conducta de mi hijo, puede ser motivada por otro factor que no tiene nada que ver con mis habilidades como madre, puedo ayudarlo de verdad y con todo el amor del mundo decirle:

¡Te amo hijo, así, perfecto, obstinado y a veces incomprensible, como eres tú!

Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño

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