Conquistarlo no fue sencillo. Hubo largos silencios, miradas de recelo, noches intranquilas, horas enteras en que ni siquiera me miraba. Nunca me lo ha dicho, pero estoy segura de que alguna vez se sintió acosado y abrumado por esa devoción que no entendía. Yo nunca se lo he dicho, pero alguna vez pensé en rendirme y dejar que su indiferencia ganara la batalla.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.

Conocí a Emilio hace unos cuatro años, mientras caminaba por la Roma sin mayor rumbo que la distracción. Nunca creí en el amor a primera vista, hasta ese día.

Conquistarlo no fue sencillo. Hubo largos silencios, miradas de recelo, noches intranquilas, horas enteras en que ni siquiera me miraba. Nunca me lo ha dicho, pero estoy segura de que alguna vez se sintió acosado y abrumado por esa devoción que no entendía. Yo nunca se lo he dicho, pero alguna vez pensé en rendirme y dejar que su indiferencia ganara la batalla.

Al final,nos hicimos compañeros de vida. Emilio me mira y me siento segura, me ha visto derrumbarme y levantarme; no me juzga, me acompaña, me acaricia, me consuela, me abraza (¡juro que me abraza!) y me comparte la certeza de que esto también pasará.

Cuando las finanzas me apretaban el cuello (aunque siempre me lo aprietan,pero a veces más), Emilio robaba carteras y las dejaba en mi cama como una promesa de amor incondicional. Casi siempre era la cartera de mi hermano o de mi padre pero es que eran las víctimas más cercanas, no lo culpo.

Una vez, tuvimos que mudarnos de una linda colonia vieja de clase media a otra viejísima y sin alumbrado público. Nunca me lo reprochó, pese a que fue decision solo mía. Al contrario, Emilio se adaptó y descubrió sus nuevas habilidades, que incluían moler a golpes al vecino que estaba un poco más fornido que él.

Estuve desempleada. Pasaba horas frente al ordenador sin poder escribir nada, pero él estaba ahí, siempre a mi lado y siempre sin juzgarme.

Un par de veces me atreví a compartir mi cama con otro hombre. Emilio me dejó de hablar durante semanas, pero tarde o temprano regresaba a regalarme otra oportunidad. Él lo sabe: para mi no hay nadie más. Es mi cómplice absoluto, mi lugar feliz, la única regla que se debe obedecer; es mi gato Emilio.

Popular in the Community

Close

What's Hot