Por Rubén Blades no pasan los años y hoy a los sesenta y cinco -de los cuales más de cuarenta transcurridos en los escenarios- el cantautor panameño está más vigente que nunca. El miércoles pasado abarrotó el Damrosch Park del Lincoln Center en Nueva York; miles de sus fanáticos no lograron acceso y tuvieron que disfrutar su música a distancia.
Para el seis veces ganador del Grammy, actuar ante el público neoyorquino es volver a sus raíces ya que fue aquí donde empezó su carrera y como él mismo lo recordó en el concierto, siendo mensajero de Fania Records, el sello que más tarde lo incluiría entre la Fania All Stars, el fenómeno orquestal más emblemático de todos los tiempos del género salsa.
Reivindicando el rol del juglar de principios de la humanidad que iba de pueblo llevando las malas y buenas nuevas, Blades asume con su bagaje intelectual pero con lenguaje diáfano, el papel de cronista moderno y, con sus letras le canta a las cosas más relevantes de la vida con un fuerte mensaje social.
El público se las sabe todas y las canta al unísono con este ícono latinoamericano y global. Entonando añejos temas de su época junto a Willie Colón, Blades fue acompañado por músicos panameños y empezó con: Plástico, para luego decantarse con otros clásicos como Juan Pachanga, Paula C, Pedro Navaja, Ligia Elena, composiciones que lo catapultaron sin duda como el más agudo de los intérpretes de la salsa y con seguridad el autor más prolífico en cuanto a su compromiso de denunciar a través de sus canciones, los prejuicios de la sociedad tales como el racismo, la pobreza, la discriminación, las drogas y de otro lado, las dictaduras y el imperialismo.
Vestido impecablemente de negro y con su inseparable sombrero, Blades fiel a su estilo narra a manera de introducción anécdotas de cómo fue que escribió tal o cual canción y a continuación, hace lo mejor que sabe hacer, que es "contar cantando."
"Que Estados Unidos haya elegido a un presidente negro es un síntoma de cambio, pero aún falta mucho por avanzar para eliminar el racismo y la discriminación," sostuvo Blades al tiempo de sugerir a los inmigrantes que deben concentrarse en aprender el idioma para salir adelante en este país. El cantante citó su caso como el mejor ejemplo cuando recordó que tuvo que emigrar de Panamá junto a su familia a principio de los setentas.
Evocó al puertorriqueño Héctor Lavoe de quien dijo, "vive para siempre en nuestros corazones." Blades interpretó El Cantante, letra que compuso para Lavoe y éste la convirtiera en su carta de presentación. El panameño recordó que sus inicios en Nueva York fueron dentro de una época muy dura y que sólo a la sólida formación que le dieron sus padres, impidió que se dejara arrastrar por las drogas, algo que desafortunadamente si ocurrió con Héctor Lavoe.
En otro paréntesis, Blades también recordó al desaparecido Ray "manos duras" Barreto, con cuya orquesta grabó por primera vez en Nueva York, igual citó a Larry "el judío maravilloso" Harlow y a Cheo Feliciano, quienes le sirvieron de inspiración en sus inicios. En otra dimensión además mencionó a Catalino "Tite" Curet Alonso, el más celebrado de los compositores puertorriqueños y cuyas letras interpretadas por Blades, constan entre los considerados clásicos de la salsa.
En la parte final del concierto, Blades invitó al escenario a Ralph Irizarry, Marc Quiñonez, Bobby Allende y Arturo Ortiz, integrantes originales de Seis del Solar, grupo con el que en 1983 el panameño inició una segunda etapa en su carrera. De esa etapa y del álbum Buscando América, Blades interpretó: Decisiones, Ojos de Perro Azul, Cuentas del Alma y Muévete, tema con el que cerró la noche en medio de la ovación.
