La política de drogas entre México y Estados Unidos: la posibilidad de un nuevo debate bilateral

Se acercan las elecciones en los Estados Unidos y tal parece que, como sucedió en las elecciones en México, el tema de la política de drogas y el narcotráfico no será un tema prioritario. Por muchos años ya, la relación bilateral entre México y Estados Unidos se ha basado en temas de seguridad fronteriza, incluyendo en ciertos momentos algunos temas de migración y comercio. Si bien con la llegada de Obama al poder en 2008 el debate viró un poco - al menos en el discurso - al reconocer la corresponsabilidad de ambas naciones para combatir al narcotráfico, en estos cuatro años los resultados tangibles han sido escasos.
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Police officers search a garden where drugs were found during a series of drug raids in the Lurgan area of Northern Ireland, as police have since seized £287,781 worth of drugs and made 198 arrests in a major clampdown on street-level dealing.
Police officers search a garden where drugs were found during a series of drug raids in the Lurgan area of Northern Ireland, as police have since seized £287,781 worth of drugs and made 198 arrests in a major clampdown on street-level dealing.

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Se acercan las elecciones en los Estados Unidos y tal parece que, como sucedió en las elecciones en México, el tema de la política de drogas y el narcotráfico no será un tema prioritario. Por muchos años ya, la relación bilateral entre México y Estados Unidos se ha basado en temas de seguridad fronteriza, incluyendo en ciertos momentos algunos temas de migración y comercio. Si bien con la llegada de Obama al poder en 2008 el debate viró un poco - al menos en el discurso - al reconocer la corresponsabilidad de ambas naciones para combatir al narcotráfico, en estos cuatro años los resultados tangibles han sido escasos.

Tan sólo unos meses antes de dejar el poder, el entonces presidente George W. Bush firmó con Felipe Calderón la Iniciativa Mérida, lo que ha sido el principal programa de cooperación bilateral en materia de seguridad para el combate al narcotráfico en México. Así, mediante este programa, Estados Unidos ha otorgado a México cerca de 1,600 millones de dólares para el fortalecimiento de las instituciones, la profesionalización de la policía, la capacitación de las instituciones de justicia y la adquisición de nuevos y mejores equipos tecnológicos.

Sin embargo, a seis años de que dio inicio en México la estrategia actual de combate a las drogas impulsada por el Presidente Calderón y fortalecida a través de la Iniciativa Mérida, los efectos han sido contraproducentes. Por un lado, el crimen y la violencia han aumentado sostenidamente a lo largo de los años y, por el otro, no se han cumplido los objetivos de controlar el narcotráfico. Incluso, como lo muestran las últimas encuestas sobre adicciones, las cifras de consumo de drogas en México han aumentado y la edad de primer consumo ha disminuido.

La realidad que se vive en México, y en muchos otros países en la región, nos exige replantear la estrategia global que se ha seguido por más de cincuenta años frente a las drogas. El prohibicionismo ha probado no ser efectivo para controlar el consumo de drogas y mucho menos para prevenir los daños asociados a éste. Aunado a ello, la visón punitiva frente a las drogas ha generado un aumento en las violaciones graves a los derechos humanos que van desde el aumento de la tortura hasta ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, denegación de servicios de salud y sobrepoblación carcelaria.

Frente al nuevo panorama político en ambos países, las posibilidades de replantear la estrategia común frente a las drogas aumentan. Actualmente se discuten en la región algunas alternativas que pudieran poner fin a la visión punitiva y restrictiva frente a las drogas; en algunos países se contempla el establecimiento de penas no privativas de la libertad para el consumo de drogas y en otros países ya se discuten - e incluso ya se han aprobado - proyectos de ley para despenalizar la posesión o el consumo de drogas.

Asimismo, las políticas de reducción de daños que pretenden disminuir el daño asociado al uso y consumo de drogas comienzan a expandirse a lo largo de la región, cambiando el paradigma prohibitivo que por tantos años ha privado en el continente. En algunas partes de Brasil y Argentina existen ya programas de intercambios de jeringas y en otros, como en México y Colombia, se han expandido las terapias de sustitución.

Hace tan sólo unos días, durante el debate inicial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, los presidentes de México, Colombia y Guatemala hicieron un llamado a la comunidad internacional a analizar a fondo la estrategia global de combate a las drogas y a considerar las distintas opciones disponibles, incluyendo la regulación y comercialización de algunas drogas. Los tres mandatarios emitieron una declaración conjunta dirigida al organismo internacional para coordinar los debates que pudieran derivar en nuevas estrategias más efectivas para controlar el tráfico de drogas y que a su vez reduzcan el poder de las organizaciones del crimen transnacional.

Si bien en Estados Unidos también se han expandido los programas de prevención y reducción de daños, su política exterior frente a ésta aún se enmarca en el contexto de la prohibición. En el año 2009, el Presidente Obama levantó la prohibición de más de 21 años para otorgar financiamiento a programas de intercambio de jeringas, pero en diversos foros multilaterales se ha opuesto al reconocimiento de éstos como una prioridad para la comunidad internacional.

El contexto actual, tanto en la relación bilateral como en el ámbito regional y multilateral, plantea nuevos panoramas para iniciar un nuevo debate entre México y Estados Unidos sobre la materia. Ciertamente, la relación entre ambos países debe ir más allá de la seguridad fronteriza y debe entenderse de manera integral y comprehensiva. La posibilidad de buscar coordinadamente nuevas estrategias basadas en la prevención del consumo y la reducción de daños pudiesen tener un mayor impacto en beneficio de la población de ambas naciones y servir como un impulsor de nuevas políticas a nivel regional e incluso global. Más de cincuenta años de prohibicionismo han mostrado su poca efectividad; es tiempo ya de buscar coordinadamente nuevas alternativas en beneficio de nuestras poblaciones.

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