El Salvador: el legado mortal del algodón en el Bajo Lempa

Esa es la realidad de más de 150 familias que habitan en la colonia El Carmen de Roquinte, no muy sonado cantón de Jiquilisco en Usulután. El cañal tiene 12 manzanas de extensión y está ahí desde noviembre de 2012, situación que podría aumentar la incidencia de insuficiencia renal en la zona.
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Por Gloria Morán/Diario digital ContraPunto

SAN SALVADOR - ¿Se imagina un cañal haciendo las veces de jardín en el patio trasero de su casa?

Esa es la realidad de más de 150 familias que habitan en la colonia El Carmen de Roquinte, no muy sonado cantón de Jiquilisco en Usulután. El cañal tiene 12 manzanas de extensión y está ahí desde noviembre de 2012, situación que podría aumentar la incidencia de insuficiencia renal en la zona.

Una extensa calle de tierra, humedecida con el agua que los habitantes del lugar tiran para evitar que el polvo les invada más de la cuenta sus hogares, es lo primero que se observa. Poca vegetación. El calor es insoportable a mediodía.

Joel Reyes, un agricultor y líder de la comunidad, fue el encargado de recibir al grupo de periodistas que llegan a conocer de primera mano la situación en Roquinte. Como quien necesita que lo escuchen no duda en ningún momento en decir lo que pasa. Lleva en sus brazos a su hijo Emerson, de un año y medio de edad.

Pero antes de hablar nos dirigió al cañal. Atravesamos el lote de uno de sus vecinos y lo primero que observamos fue el cañal, que efectivamente parece ser el patio trasero de las veintenas de casas del lugar. Reyes inmediatamente nos señaló con indignación una escuela: "Miren esa escuela, no es correcto que cerca haya un cañal, imagínense", nos dijo.

A la escuela asisten entre 40 y 50 niños, desde primero hasta sexto. Reyes afirmó que su miedo se basa en que los niños son más vulnerables a las enfermedades respiratorias, también a la contaminación química de los pesticidas. Reyes aseveró que en casi todas las familias de la zona hay al menos una persona con insuficiencia renal o que ha fallecido por esa causa.

Lo dijo mientras caminábamos, en un lugar más o menos fresco, bajo la sombra de un árbol. Con Emerson en las piernas empezó a hablar. No solo es el cañal y el miedo a las quemas lo que le preocupa. Su preocupación principal son los químicos usados para la siembra, usados desde los tiempos de los algodonales.

Reyes explicó que en noviembre de 2012 el ingenio El Ángel arrendó varias manzanas y deforestó el lugar, donde antes había una cancha. "Había torneos de fútbol, esto se llenaba de gente", dice mientras señala el terreno.

El uso de insecticidas, fungicidas, madurantes y otros agroquímicos representa un problema para la salud de las personas. Joel cuenta que, desde que empezaron a sentir olores fuertes que provienen del cañal, agravados por el viento, Emerson ha padecido alergias. Una de ellas se manifiesta con ronchas en la piel. Otra con estornudos continuos. Reyes atribuye a esto que su pequeño se enfermara de bronquitis.

En la década de los 80 del siglo pasado, según Reyes, donde ahora hay cañales había algodoneras.

Pesticidas como DDT, DDD y Edrín, entre otros compuestos, fueron utilizados sobre todo en el cultivo de esa planta, que tuvo su repunte entre los años 60 y 80.

En los años 70, Jiquilisco y Jucuarán fueron los principales municipios productores de algodón, pero con la guerra ese cultivo decayó dando paso al cultivo de caña de azúcar.

Esas sustancias pertenecen a la "docena sucia" de contaminantes orgánicos persistentes (COP) prohibidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su alta toxicidad y persistencia en el medio ambiente.

Mirando al cielo recuerda los días en que las avionetas pasaban rociando agrotóxicos para controlar las plagas de las algodoneras. "No había protección, no había nada". Ahora no hay avionetas, pero sí hay personas rociando el cañal, esos olores son fuertes y molestan mucho", declaró.

Reyes nos llevó a varias casas. Saludaba a los vecinos y les pedía que dieran su opinión respecto al cañal y al temor que les provoca. Una de las vecinas que decidió hablar fue María Avilés. "Esta cañera", dijo, "la han sembrado bien mal porque todas las casas están bien cerquita y cuando la quemen y la quieran sacar, como nuestros techos son de palma, se nos van a quemar".

La ausencia de un marco normativo municipal es lo que ha permitido que en el cantón Roquinte se levante ese cañal. La comunidad ha actuado para defender su derecho a un medio ambiente sano pero, a la fecha, no hay solución a sus demandas. Avilés dijo que lo único que les han dicho es que "probablemente no quemen la caña cerca de las viviendas, pero no es seguro".

Jiquilisco tiene una población muy afectada por insuficiencia renal crónica; entre el 20 y el 36 por ciento de las muertes registradas en la alcaldía se deben a esa causa. De acuerdo a estudios, la enfermedad puede estar relacionada con la contaminación del agua de consumo por metales pesados, y por tóxicos como el DTT, presente en los pesticidas usados en el algodón.

Los más afectados, los mayores de 35 años

Luego nos llevó a conocer a Julio Pérez, de 35 años de edad. De adolescente trabajó en las algodoneras, sin protección alguna. "Yo rociaba con un pesticida, no me acuerdo su nombre; después de eso no me lavaba las manos. Yo respiraba todo eso, no tenía cuidado". Pérez ya está en la etapa en que la diálisis debe ser continua. La hace en su propia casa. La instalación no es la más adecuada, pero, dice, "me ayuda a evacuar lo que no ocupo".

El día que lo entrevistamos Pérez tenía un mes de haber sido testigo del entierro de su cuñado, casi de su misma edad, quien murió de insuficiencia renal. Reyes dijo que aproximadamente cada dos meses hay alguien que muere por esa enfermedad en la zona.

Después nos presentan a otra familia. María Genara Díaz padece insuficiencia renal. No hablamos con ella, solo la vimos mientras lavaba su ropa con gran esfuerzo. El dolor en su rostro refleja lo que la enfermedad le ha causado.

Su esposo, Juan Garay, dijo que gasta 30 dólares mensuales en inyecciones y pastillas que María necesita desde hace ocho años, cuando se le detectó la enfermedad.

Los hombres de Roquinte en su mayoría son pescadores de subsistencia en la bahía de Jiquilisco. Y agricultores. Muchas veces suelen trabajar para empresas agrícolas, entre ellas ingenios y otras productoras que cultivan la caña de azúcar, y que emplean prácticas convencionales de cultivo que incluyen alto uso de la quema y agroquímicos.

Un problema de salud pública

El Ministerio de Salud (MINSAL) realizó a finales de mayo una conferencia internacional sobre las causas no tradicionales de la enfermedad renal crónica en Centroamérica. En ella revelaron los resultados de estudios realizados en el Bajo Lempa.

Según sus datos 2,846 personas murieron en El Salvador por insuficiencia renal entre enero de 2009 y marzo de 2013. En los últimos cinco años, 5,506 pacientes anuales fueron atendidos, en promedio, en los hospitales públicos.

Según los resultados epidemiológicos dados a conocer en la conferencia sobre la enfermedad renal crónica (ERC), el país enfrenta un serio problema de salud pública.

La epidemia global de ERC en todos sus estadios tiene una prevalencia entre el 10 por ciento y el 16 por ciento, y en los estadios de insuficiencia renal crónica (IRC) entre el 1.4 por ciento y el 6.3 por ciento.

En Centroamérica y de forma particular en El Salvador, el ERC se considera un problema emergente desde hace más de dos décadas.

De acuerdo con MINSAL, en el año 2011 la ERC constituyó la principal causa de muerte hospitalaria en el país; reportándose una alta prevalencia en hombres agricultores menores de 60 años expuestos a riesgos ocupacionales, a la variabilidad de alteraciones del cambio climático y a la contaminación ambiental, principalmente en las zonas costeras.

El estudio realizado en la zona del bajo lempa (NEFROLEMPA, 2009) puso de manifiesto que la prevalencia de ERC en poblaciones vulnerables es de un 17.9 por ciento, siendo los hombres los más afectado con 24.7 por ciento. Las mujeres que sufren esa enfermedad son 11.8 por ciento.

"Además, en un 54.7 por ciento de los enfermos, el problema de salud renal no se encuentra asociado a diabetes, ni a hipertensión arterial como causales o factores de riesgo. Sin embargo, se encontraron factores de riesgo como el sexo 4:1 (hombres: mujeres), edades tempranas de 20 a 60 años de edad, ocupación agrícola, condiciones laborales precarias, uso inadecuado de plaguicidas y medicamentos", dice el informe, dando fuerza así a las declaraciones de los pobladores de Roquinte.

En la zona occidental, Guayapa Abajo, se encontró una prevalencia de ERC de 20.5 por ciento. Los hombres son también los másafectados, con 29 por ciento; las mujeres, 14 por ciento y de IRC, 13.3 por ciento. En el caso del IRC, el 22.4 por ciento afecta a personas del sexo masculino y 6.3 por ciento en el caso de las mujeres.

A partir de agosto de 2009, a solicitud del MINSAL, el país empezó a recibir asesoría de la OPS y el Ministerio de Salud Pública de Cuba en el campo de la investigación sobre la ERC.

Hasta la fecha se han realizado tres estudios de prevalencia de base poblacional mediante la pesquisa activa de pacientes de ERC en áreas rurales y suburbanas. Dos en la región oriental del país, Bajo Lempa y en las comunidades suburbanas del departamento de San Miguel.

"Estas investigaciones capacitaron a varios cientos de trabajadores de la salud parael desempeño de estas investigaciones de campo. Derivado de los resultados del primer estudio se creó una Unidad de Salud Renal en el Bajo Lempa, para el seguimiento clínico de los pacientes", cita el informe.

Además se llevaron a cabo acciones de promoción y prevención con un enfoque intersectorial en comunidades, e incluso se crearon condiciones para que los pacientes se apliquen el Tratamiento de Diálisis Peritoneal Ambulatoria (DPCA).

Contaminación con agua, otro problema

Al terminar el recorrido por la parte trasera de las casas, Reyes nos llevó a su hogar. Ahí nos explicó otra de las problemáticas del lugar: la falta de acceso a agua potable y la contaminación de los pozos.

Entramos a su casa, nos sentamos por un momento, nos ofreció unos cocos. Mientras esperábamos a que su hijo mayor fuera por la fruta nos llevó a conocer uno de sus pozos artesanales.

Ocupa el agua de este para regar su pequeño vivero, su cocotal y también planea usarla para un cultivo de cacao que tiene en mente; se observa que la profundidad es escasa, apenas cuatro metros. Está contaminada. El otro pozo no pasa de los ocho metros; está próximo a la casa y a la letrina; usa el agua de éste para un sanitario, para lavar ropa y para beber.

Ahí surgió una interrogante. Y para beber agua, ¿cómo hacen? Muy sereno contestó: "Aquí no hay otra alternativa: bebés o no bebés. No tenés dinero para comprar agua filtrada; tenés que beber agua del pozo. Es el riesgo de vivir en Roquinte. Entonces, significa que nosotros estamos comiendo contaminación más que en otras partes".

Llegó la hora de partir. Nos despedimos de Reyes y su familia. Caminamos hacia la camioneta y en unos segundos se presenta un joven de aspecto amenazante. Se paró cerca de la ventana de la conductora y nos dijo: "Dennos tres bolas".

Nos asustamos. Tras él había otros jóvenes en bicicleta. Repitió la petición, pero la persona que manejaba arrancó de inmediato y aceleró. Nos dimos cuenta que no sólo la insuficiencia renal y la contaminación aquejan a Roquinte, sino también las pandillas.

Casi frente a la escuela, en una casa abandonada, la pandilla del Barrio 18 ha marcado territorio. Una pinta reza: "Ver, oír y callar".

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