Reflexiones para habitar la Tierra del fin del mundo

Pese a todo, la idea de la destrucción del mundo humano prevalece.
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BEVERLY HILLS, CA - AUGUST 03: A general view of atmosphere at the 'Doomsday Preppers' discussion panel during the National Geographic Channel portion of the 2012 Summer Television Critics Association tour at the Beverly Hilton Hotel on August 3, 2012 in Los Angeles, California. (Photo by Frederick M. Brown/Getty Images)
BEVERLY HILLS, CA - AUGUST 03: A general view of atmosphere at the 'Doomsday Preppers' discussion panel during the National Geographic Channel portion of the 2012 Summer Television Critics Association tour at the Beverly Hilton Hotel on August 3, 2012 in Los Angeles, California. (Photo by Frederick M. Brown/Getty Images)

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Pese a que la Nasa y expertos mexicanos han desmentido la idea de una fecha apocalíptica de acuerdo con supuestas profecías Mayas al explicar el calendario Maya; pese a que el gobierno de EE.UU. y el Vaticano desmintieron estas creencias así como también sacerdotes descendientes de Mayas quienes consideran todo esto una ofensa a sus inscripciones sagradas; pese a todo, la idea de la destrucción del mundo humano prevalece.

Se trata de un temor ancestral que ha pasado por diversos imaginarios: Nostradamus, cultos milenaristas, las visiones de San Juan en la isla de Patmos; sin embargo la civilización renueva según su espíritu de época estos pensamientos producto, fundamentalmente, de la contradicción que aqueja a lo humano debido a su finitud y su aspiración de trascendencia. Y si a ello le sumamos el sin sentido y la falta de expectativas en un mundo secularizado y desigual, se crea una incertidumbre reflejada en actos extremos de violencia y paranoia.

En torno a ello, fenómenos celestes, descubrimientos astronómicos y científicos, amenazas de guerras atómicas, biológicas; la alteración de nuestro ecosistema; la amenaza del quiebre de la economía global, la supremacía de grupos radicales con poderes más allá de los Estados-Nación, y el rentable espectáculo mediático del fin del mundo no ayudan y sí, en cambio, ahondan la incertidumbre.

Este panorama es caldo de cultivo para "ideólogos" que son figuras mediáticas de mucha influencia debido a las redes sociales, como es el caso del ex militar y experto en supervivencia, James Wesley Rawles, quien ha afirmado: "Dada la creciente complejidad y la fragilidad de la sociedad tecnológica, las posibilidades de un colapso social van en aumento". Autor del texto "Cómo sobrevivir al fin del mundo tal y como lo conocemos", y del survivalblog.com, se ha convertido en una especie de faro inspirador de lo que podríamos considerar un culto moderno, propio de esta sociedad, el movimiento Preppers o, en español, "preparacionistas" o "survivalistas".

Se trata de personas que han construido búnkers, acopiado alimentos, atrincherado. Por supuesto, en lo que ha derivado es en un gran negocio: sitios web que ofrecen servicios de fortificación así como ingenieros que se han enriquecido al construir estas fortalezas modernas para quien pueda pagar, cursos, kits de sobrevivencia que incluyen alimentos ilofilizados, pastillas purificadoras de agua, pedernales, e infinidad de manuales que enseñan a hacer fuego, mantener cultivos, cazar, distinguir flora medicinal así como insectos, plantas y anfibios comestibles de los venenosos, etc.

En lo particular, prefiero acudir a la literatura y "consultar" textos más sensibles y realmente críticos de nuestra civilización como la novela distópica de Margaret Atwood, "El año del diluvio", en donde, en un mundo tecnologizado y moribundo, y a raíz de la llegada del "diluvio seco" (una pandemia), un grupo, Los jardineros de Dios, ha decidido apartarse del sistema y vivir bajo una idílica (que realmente podría ser una visión alternativa de vida), desahuciada, bucólica filosofía de culto a la naturaleza, y por supuesto, una enseñanza destinada tanto a vivir bajo las leyes ancestrales de la Tierra como a sobrevivir en la catástrofe.

Y en primer lugar, dentro de esta parafernalia finisecular, la intocable industria de las armas.

Y es aquí donde está la semilla exterminadora. Cada acto de incertidumbre genera su autodestrucción. Nos preparamos para una amenaza externa, sin embargo el enemigo es engendrado en este yo aterido. Pensemos en la madre del joven que masacró a 20 niños en Connecticut, que ha sido descrita "como amante de las armas" y señalada como "preparacionista", y que fue asesinada por su propia paranoia, de la mano de su hijo.

Ninguna preparación redundaría en sobrevivencia. Sin haber observado el mal de fondo, nuestros días estarán contados, a manos nuestras. Un ejemplo es la novela "The Road", de Cormac McCarthy, llevada al cine, donde los sobrevivientes son grupos de supremacía que sin más, son caníbales y mantienen sus establos humanos.

Por ello, sin descartar, bajo argumentos menos fabricados para este imperio del espectáculo y alimento del odio, un colapso económico, tecnológico o natural, "fines del mundo" irán y vendrán, porque vivimos en sociedades distópicas, desiguales, violentas, y no hemos sido capaces de una vigilancia de nuestra psique, y una puesta en vilo real de los órdenes que nos signan. Por ejemplo, nos parece justificable la fabricación de mochilas escolares blindadas, y la propuesta de armar las escuelas, para enfrentar las masacres estudiantiles.

Todos miramos, desde nuestra isla de Patmos individual y metafórica, este espectáculo del fin, sin percatarnos de que el Apocalipsis ha ido sucediendo en el desmoronamiento de nuestras sociedades, en la destrucción de nuestro hábitat, en el mundo del fin del mundo que habitamos desde siempre, y que nos habita.

Viggo Mortensen en 'The Road', basada en la novela de Cormac Mccarthy

Cómo vivir en el fin del mundo

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