¡Para qué buscar afuera lo que ya tienes adentro!

Hay quienes entregan su vida a estar anhelando el trabajo que tiene alguien más, a desear una casa como la que tiene tal amigo, los bienes materiales del vecino, el coche del compañero de trabajo, hasta envidianla esposa o el novio de otra persona.
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Hoy les voy a compartir algo muy simple pero que a todos nos ha ocurrido en algún momento. De hecho, hay quienes entregan su vida a estar anhelando el trabajo que tiene alguien más, a desear una casa como la que tiene tal amigo, los bienes materiales del vecino, el coche del compañero de trabajo, hasta envidian la esposa o el novio de otra persona (según corresponda en él o ella), los ojos verdes o la altura de fulana, la belleza física de mengano y hasta el helado que está comiendo el niño en el parque.

El ser humano, por naturaleza está deseando lo que otros tienen, enfocado en la vida de los demás, envidiando y por ende, menospreciando todo lo que tiene. Como bien dicen el ojo nunca ve pa'dentro, solo pa'fuera, lo que causa frustración, desesperación, tristeza, angustia, ira y en quizás hasta depresión.

El punto que es pasamos tan afanados -en ocasiones por años- esperando vivir o tener lo que a otros supuestamente les provoca la felicidad que no nos percatamos de que ya nuestras bendiciones son grandes y mejores. Hay quienes hasta desearían tener los problemas -o lecciones de aprendizaje, como les prefiero llamar yo- que tienen otros a los que ellos deben enfrentar, porque supuestamente para ellos nada es comparado a lo que la vida les ha puesto a experimentar, pero como bien dicen, nadie sabe lo que hay en la olla más que la cuchara que lo menea.

Y es hasta que abrimos los ojos de la conciencia, que nos damos cuenta de que somos realmente personas afortunadas que hemos invertido quizás años quejándonos en vez de agradecer.

Esto lo explica de una manera célebre un breve cuento llamado "La casa de las ventanas dorada", cuyo autor no está identificado y que encontré en un sitio de inspiraciones espirituales y de crecimiento personal diarias de Roger Darlington, quien en su sitio tiene breves pero grandes historias que te pueden cambiar la vida.

El breve relato cuenta la historia de una niña que vivía en una casa pequeña, sencilla y pobre en la colina y mientras crecía, jugaba en un jardincito.

Al crecer pudo ver más allá de la cerca del jardín y al otro lado del valle, una casa maravillosa en la cima de la colina --y esta casa tenía ventanas doradas, tan doradas y brillantes que la niñita soñaba cuán mágico podría ser crecer y vivir en una casa así en vez de en una casa ordinaria como la suya.

Y aunque amaba a sus padres y su familia, anhelaba vivir en una casa dorada así y soñaba todo el día sobre cuán maravilloso y excitante se sentiría vivir allí.

Cuando alcanzó una edad en la que ganó suficiente habilidad y sensibilidad para ir más allá de la cerca del jardín, le preguntó a su madre si podía tomar un paseo en bicicleta fuera del portón y cuesta abajo. Tras rogarle, su mamá finalmente le permitió ir, insistiendo en que se mantuviese cerca a la casa y no se aventurase demasiado lejos. ¡Era un hermoso día y la niña sabía exactamente dónde ir! Bajando la cuesta y cruzando el valle, condujo su bicicleta hasta llegar a la puerta de la casa dorada en la otra colina.

Al bajarse de su bicicleta y recostarla contra el portón, se fijó en el camino que llevaba a la casa y luego en la casa misma... y se desilusionó al darse cuenta de que las ventanas eran sencillas y estaban más bien sucias, reflejando ninguna otra cosa que el desaliño de una casa abandonada.

Quedó tan triste que no fue más allá y dándose vuelta, se montó en su bicicleta. Al levantar la mirada, vio una vista que la asombró: allá, al otro lado del camino, de su lado del valle, había una casita y sus ventanas reflejaban oro... mientras el sol brillaba sobre su casita.

Se dio cuenta que ella había estado viviendo en su casa dorada y que todo el amor y cuidado que hallaba allí era lo que hacía de su casa una "casa dorada". Todo lo que siempre había soñado estaba allí mismo, ¡frente a sus propias narices!

Como lo he dicho en otras ocasiones, quienes no avanzan es, en muchas ocasiones porque están tan enfocados en la vida de los demás, que se pierden de las maravillas de su vida propia, invierten su tiempo y energía en ver qué tienen o hacen los de al lado, sus parientes, la familia, los amigos, compañeros de trabajo, amigos, conocidos. La comparación nos roba la energía y lo más importante nuestra identidad. La mejor comparación que puedas hacer es contigo mismo. La única competencia que tienes es contigo mismo.

Leía hace unos días en Renuevo.com que "es muy triste que muchas personas desconozcan su valor, llegando a despreciarse tanto de manera activa como pasiva. Muchos ignoran su potencial, es probable que todavía no estés a la altura de tu potencial, pero eso no significa que no puedas desarrollarte. Es probable que sientas que tu vida esté por el suelo, pero eso no significa que debas vivir en el suelo. La verdad es que tenemos un valor extraordinario. Tú vales mucho, quizás no lo sepas porque has vivido una mentira, pero ya es hora de que comiences a vivir la vida que Dios (la Fuente, el Universo, la Vida) preparó para ti."

¡Ahí les encargo! A ver si andan buscando el oro afuera, cuando lo tienen adentro, porque cada uno de nosotros somos oro puro.

Y recuerda: ¡Sonríe, agradece y abraza tu vida!

Sobre todo: ¡a despertar a la vida, gente! Para VIVIR.

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