Los tres tipos de codependencia más frecuentes

"Aquellos adultos sanos que sigan eligiendo depender de otros se volverán, con el tiempo, imbéciles sin retorno".
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portrait of young man lying on beach looking worried
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Leyendo el libro "El camino a la autodependencia" del maestro Jorge Bucay me llamó mucho la atención manera en la que él explica de otra forma la codependencia. Él se basa en una clasificación de las distintas clases de imbéciles que ha hecho el filósofo e intelectual español Fernardo Savater.

Bucay comenta que "la palabra imbécil la heredamos de los griegos (im: con, báculo: bastón), quienes la usaban para llamar a aquellos que vivían apoyándose sobre los demás, los que dependían de alguien para poder caminar".

Interesante, ¿verdad? De hecho, Bucay afirma que "aquellos adultos sanos que sigan eligiendo depender de otros se volverán, con el tiempo, imbéciles sin retorno. Muchos de ellos han sido educados para serlo, porque hay padres que liberan y padres que imbecilizan. Hay padres que invitan a los hijos a elegir devolviéndoles la responsabilidad sobre sus vidas a medida que crecen, y también padres que prefieren estar siempre cerca "Para ayudar", "Por si acaso", "Porque él (cuarenta y dos años) es tan ingenuo" y "Porque, ¿para qué está la plata que hemos ganado si no es para ayudar a nuestros hijos?".

"No puedo justificar la dependencia porque no quiero avalar la imbecilidad", sostiene el autor.

Las tres clases de imbéciles (por más fuerte que suene la palabra) son:

Los imbéciles intelectuales: personas que creen que no les da la cabeza (o temen que se les gaste si la usan) y entonces le preguntan al otro: ¿Cómo soy? ¿Qué tengo que hacer? ¿Adónde tengo que ir? Y cuando tienen que tomar una decisión van por el mundo preguntando: "Vos, ¿qué harías en mi lugar?".

Los imbéciles afectivos: aquellos que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos. Son personas que "están permanentemente a la búsqueda de otro que le repita que nunca, nunca, nunca lo va a dejar de querer. Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra cosa es vivir para confirmarlo". Bucay afirma que los varones tenemos más tendencia a la imbecilidad afectiva que las mujeres. "Ellas, cuando son imbéciles, tienden a serlo en hechos prácticos, no afectivos".

Y por último están los imbéciles morales: "sin duda los más peligrosos de todos. Son los que necesitan permanentemente aprobación de afuera para tomar sus decisiones", afirma el autor. "El imbécil moral es alguien que necesita de otro para que le diga si lo que hace está bien o mal, alguien que todo el tiempo está pendiente de si lo que quiere hacer corresponde o no corresponde, si es o no lo que el otro o la mayoría harían. Son aquellos que se la pasan haciendo encuestas sobre si tienen o no tienen que cambiar el auto, si les conviene o no comprarse una nueva casa, si es o no el momento adecuado para tener un hijo".

Este tipo de imbéciles son los individuos que modernamente la psicología llama codependientes.

Un codependiente es un individuo que padece una enfermedad similar a cualquier adicción, diferenciada sólo por el hecho (en realidad menor) de que su "droga" es un determinado tipo de personas o una persona en particular.

Si nos dejamos de poses, a menos que seamos una persona exquisitamente llena de luz y con una madurez emocional excepcional, todos hemos experimentado posiblemente alguna, dos o las tres de estas tres formas de ser imbéciles, es decir, ser codependientes a las personas, a una situación, a un afecto, a una palabra de afirmación, porque en cierta forma buscamos reconocimiento, aceptación, ya que nos dejamos llevar por creencias y de alguna forma entregamos nuestra vida y nuestra estima a los demás o a las situaciones.

Es un buen momento para que hagas un repaso de si tienes el control de tu vida, o si estás cojeando y "sosteniéndote" de alguien y si debes o es conveniente mejorar alguno de los aspectos anteriormente mencionados, modificarlos y avanzar.

En tus manos está.

Y recuerda: ¡a sonreír, agradecer y abrazar tu vida!

¡Gracias por existir, compartir y estar!

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