Yo hago dieta, ¿y tú?

Como muchasempecé una dieta para afinarme y ser como esas chicas. Por suerte, mi mamá y mi abuela (amante del yoga y la dieta sana) estuvieron atentas a que no me atrapara algún desorden alimenticio. No pudieron evitar mis dietas de 1200 calorías con calculadora en mano, ni tampoco evitar que siendo las 12 de la noche, sin importar el cansancio que trajera, me pusiera a hacer mis 30 minutos de gimnasia localizada. Ni hablar de saltarme la cena dos o tres veces por semana. ¡No pudieron! Me acompañaron y controlaron. Y yo conseguí mi objetivo.
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Estoy en el salón de belleza por quinta vez en mi vida para hacerme el alisado de keratina. La primera vez, me había hecho el de formol, (debo reconocer que fue el que mejor resultado me dio), pero ya está prohibido. Tengo una revista Elle en mi mano y un café en la otra. Me quedan tres largas horas por delante y pienso, ¿cuánto, pero cuánto tiempo le dedicamos las mujeres a la belleza? Y cuántas veces por la belleza nos dañamos sin quererlo.

Sigo pasando hojas de mi revista mientras termino mi café y por ahí, en un recuadrito al costado, leo los beneficios antioxidantes de lo que estoy tomando. "¡Qué bueno!", pienso, "¡Estoy haciendo bien! Entre la keratina y el café ¡voy a quedar divina!". Y paso a otra página.

Hace 20 años yo también miraba estas revistas. Se las sacaba a mi mamá. Yo de pequeñita quería ser modelo. La altura me lo permitía, pero la verdad era bastante grandota. Seguramente los genes (mitad vikinga y mitad italiana) y el hambre voraz de las hormonas a esa edad habían armado mi cuerpo con fuerza. Como muchas teens empecé una dieta para afinarme y ser como esas chicas. Por suerte, mi mamá y mi abuela (amante del yoga y la dieta sana) estuvieron atentas a que no me atrapara algún desorden alimenticio. No pudieron evitar mis dietas de 1200 calorías con calculadora en mano, ni tampoco evitar que siendo las 12 de la noche, sin importar el cansancio que trajera, me pusiera a hacer mis 30 minutos de gimnasia localizada. Ni hablar de saltarme la cena dos o tres veces por semana. ¡No pudieron! Me acompañaron y controlaron. Y yo conseguí mi objetivo.

Hoy pasaron muchos años, las revistas pueden haber cambiado de nombre, pero las imágenes que muestran son prácticamente las mismas. Frente a mis ojos sigo viendo flacura adolescente y cuerpos tallados. Todo sigue igual. Nada cambió en este tiempo. Hasta me atrevo a decir ¡que es peor! Ni una de estas chicas es portadora de un cuerpo normal. Y me pregunto, ¿por qué?

Es curioso como el tema tuvo tantos detractores que fracasaron. Desde que empecé a trabajar en esto, escuché y vi movimientos mediáticos para tratar de modificar el estereotipo de belleza. ¿Por qué se pretende que el ser humano sea así? ¿Por qué cuerpos tan exigidos desde lo estético? Y no hablo solo de la delgadez. En algún momento algo se intentó con modelos femeninas de tallas un poquito más grandes. O mujeres que no se dedicaban al modelaje pero que podían funcionar como referentes. Hasta habían prohibido a las menores de edad en algunos desfiles. Bastante se hizo...¡¡pero nada funcionó!!

Y entonces yo, como todas ustedes y algunos hombres también (aunque por suerte para ellos no están tan contaminados), caigo en la trampa.

Vuelta de página y veo a Claudia Schiffer. La marca que la hizo famosa festeja los 30 años y la vuelve a poner en su campana. Perfecto, una modelo de 40. ¡Esto es genial! Pero... pero... ¿ustedes vieron a esta mujer? No es normal. Claudia Schiffer es impresionantemente bella. Curvas mínimas. Tuvo tres hijos ¡y está más linda que antes! Oh, my god! Entonces con los años, la exigencia en vez de disminuir ¡empeora! Porque pienso esto al mismo tiempo que me digo a mí misma que si ella puede, ¡yo también!

Con mis embarazos engordé inevitablemente 17 y 16 kilos. Me han halagado con comentarios del tipo "no parece que por ese cuerpo hayan pasado babies". ¡Uff, si supieran! Tratando de palear las secuelas post parto de mis hijas recurrí otra vez a mi técnica de dieta adolescente, muy a pesar de mi madre que me decía que estaba loca: "Tienes que alimentarte bien, estas amamantando" (por suerte las madres en estos asuntos parecen tener el cerebro despejado... o por lo menos la mía).

Imagino que a Claudia le debe haber costado también y habrá tenido que lidiar con su madre. O como leí alguna vez... con dietas de 600 calorías. Y se me viene a la mente la pobre Jessica Simpson que no tuvo tanta suerte y nos provee de millares de fotos comparativas del antes y después de tener a sus hijos (las más vistas de Internet). Y claro, el morbo llama y de alguna manera compensa lo que sufrimos viendo a la señora Schiffer. Porque, yo me incluyo, como dije antes... sigo en la trampa.

Desde mi lado profesional escucho a fotógrafos, directivos, ejecutivos y gente que trabaja en los medios criticando y exigiendo a los talentos un canon de belleza difícil de lograr. No solo a las modelos, a los actores también. Si habré escuchado "está gorda", "que se opere las orejas", "está muy arrugada" y miles de cosas más... A mí me decían "chata" en mis comienzos y por eso tuve la correspondiente operación de aumento de senos. Y la justificación viene enseguida: "Son las reglas del juego".

La mayoría sigue cayendo en la telaraña de la perfección, No me digan que actrices como Nicole Kidman y Meg Ryan no se arruinaron las facciones para encajar. Eran tan bellas y lo serían ¡sin botox y colágeno! Pero pareciera que es parte de la industria: exigir a los artistas, mostrarlos en TV y revistas y entonces exigir al resto de la humanidad. Y no hablo del horror de algunos talentos locales para no herir susceptibilidades. Pero entonces, nadie en definitiva se anima a romper el molde...

Sigo pasando hojas de mi revista (ya me falta menos). Y la exigencia sigue... y sigue... Y de nuevo reflexiono y me pregunto, ¡¿por qué esto es lo que vende?! ¡¿Quién tiene el poder para modificarlo definitivamente?!

Mientras, seguirán pasando los años y mis hijas se volverán adolescentes y entonces... fotos de Claudia en sus mejores 60, van a inundar las revistas, seguro más flaca, más lacia ¡y con más tetas!

Terminé mi alisado. El cabello me quedo espléndido. ¡Qué bueno! Hoy "encajo" mejor en el mundo. Cierro mi revista y con el sabor amargo del café, me voy sintiendo que como el 99 por ciento de las mujeres (dejo alguna de lado porque seguramente las hay), sigo empantanada en el lodo del spa y lamentablemente no creo que pueda salir.

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