La noche en que Cenicienta enamoró a Batman

"Tú..., Bruno, serás un lacayo como ninguno", le dijo el hada madrina al caballo flaco y desgarbado, amigo de la Cenicienta. Y entonces lo convirtió en lacayo. Pero lo que no tuvo en cuenta, es que en esta historia, Bruno llevó a la pobre Cenicienta a Ciudad Gótika, en lugar del castillo del príncipe. No me pregunten cómo porque esa es la fantasía de este cuento.
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lovely witch with pumpkins....
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cenicienta batman
"Tú..., Bruno, serás un lacayo como ninguno", le dijo el hada madrina al caballo flaco y desgarbado, amigo de la Cenicienta. Y entonces lo convirtió en lacayo. Pero lo que no tuvo en cuenta, es que en esta historia, Bruno llevó a la pobre Cenicienta a Ciudad Gótika, en lugar del castillo del príncipe. No me pregunten cómo porque esa es la fantasía de este cuento.

La cuestión es que cuando la pobre muchachita llegó a esa ciudad de locos, ya tenía como dos horas sentada en el carruaje. "Esto no se parece en nada a un palacio", pensaba para sí misma. Y su cara se iba desfigurando al encontrarse con ese submundo lleno de malhechores y rufianes que miraban la carroza con todas las ganas de hacerla dinero.

En medio de ese caos -y como quien se para por primera vez en Times Square-, Cenicienta bajó de su carruaje y quedó paradita en medio de la ciudad mirando hacia todos lados. Y como en las grandes ciudades, nadie la veía. "Disculpe buen hombre...", intentó comunicarse un par de veces, pero todos corrían muy apurados.

Mientras tanto, a unas pocas cuadras del lugar, el mismísimo Bruce Wayne, hacía compras en una tienda. Saliendo del lugar ultra cargado con sus paquete chocó con esta bella mujer, disfrazada de princesa. "Disculpe, ¿está usted bien?", atinó a decirle mientras juntaba todo lo que se le había caído. "Estoy perdida, iba al palacio, pero mi lacayo se equivocó de camino", dijo ella sollozando.

Para Bruce Wayne, la pobre mujer, seguramente se había escapado del asilo Arkham -donde habitaban los ezquizofrénicos de la ciudad-, pero algo en su forma, su inocencia y su vestimenta, la convertían en un ser un tanto irreal y puro. Bruce la sintió inofensiva y la invitó a su mansión, tenía intenciones de investigarla un poco.

Fueron en busca de su carruaje y el señor Wayne con toda su galantería se ofreció a conducirlo hasta su hogar. Esa conversación fue clave. Ella le contó sobre su familia tormentosa y él le contó su pasado trágico. Ella le dijo que sus mejores amigos eran ratones y él le dijo que se identificaba con una especie de ratón con alas. Él le dio un discurso de justicia. Ambos huérfanos, buena gente, bellos y la química fue inmediata.

Al llegar a la mansión, Alfred ya les tenía preparada una deliciosa cena. Ella quiso poner la mesa, pero el mayordomo no lo permitió. La hiceron sentir una princesa, así como lo había soñado. Pero en lo mejor de la velada, el reloj cucú de la sala marcó las 12. La pobre cenicienta se levantó sobresaltada y tratando de ir a algún lugar, sólo daba vueltas alrededor de la mesa. Bruce la miraba absorto. Ella estaba en el momento de su máxima locura. ¡Increíble! Hasta que finalmente su vestido se deshizó y quedó hecha harapos, toda despeinada. Él sonrió y le dijo: "Así te ves más linda, eres más natural".

La tomó de la mano y la llevó a la "Baticueva" y le dijo a carcajadas: "aquí es donde yo me convierto y Alfred es el hada madrina que me resuelve todo".

Ya con el traje puesto, Batman la llevó a dar una vuelta en el "batimovil". Los hombres sean o no superhéores tienen siempre el deseo incontenible de mostrarnos su auto. Antes de bajar del auto, él intentó darle un beso, pero Cenicienta primero le quitó el antifaz. Así estaban de igual a igual y la mejor manera de empezar no era escondiendo nada, ni la nariz.

En medio de ese apasionado beso, escucharon los gritos de Alfred. Estaba tratando de matar a escobazos a unos ratones entrometidos.
- No, ¡por favor Alfred son mis amigos! Ese es Gus y ese Jack, ¡no los lastimes!, dijo Cenicienta.
Entre carcajadas y besitos, los pequeñines fueron rescatados. Para ellos también el hechizo había terminado. ¿Y la calabaza? Esa la donarían a un hogar de niños hambrientos! Al mejor estilo Wayne.

¿Quieren saber si esa noche se fueron a dormir juntos? Esa es otra historia que pertenece a otro género más caliente y que algún día les contaré.

Mientras tanto disfrutemos de pensar que no hay sólo un único desenlace, que si no es el príncipe azul, será el vecino de enfrente...el punto es que cualquiera se puede cruzar en nuestra vida y hacer que en todos los caminos -impensadamente- conduzcan a un final distinto, pero ¿por qué no?... puede ser ¡feliz!


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