Sangra Venezuela... pero no lo verás en TV (FOTOS)

La noche del miércoles no hubo sueños hermosos sino realidades duras, dramáticas; realidades que logran agrietar el corazón y el alma hasta que estallan a punta de un dolor que jamás se podrá mitigar. Estudiantes y no estudiantes salieron desde temprano en la mañana a marchar... otra marcha... otra de tantas.
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La noche del miércoles 12 de febrero de 2014 cientas de familias venezolanas no durmieron. ¿Cómo hacerlo?, ¿cómo llegar a un estado de relax que permita cerrar los ojos y dejar que la conciencia se libere, plácida, pacífica, hasta que pierda el control sobre la carne para que los sueños inunden todo?

La noche del miércoles no hubo sueños hermosos sino realidades duras, dramáticas; realidades que logran agrietar el corazón y el alma hasta que estallan a punta de un dolor que jamás se podrá mitigar. Estudiantes y no estudiantes salieron desde temprano en la mañana a marchar... otra marcha... otra de tantas.

Venezuela lleva más de una década convertida en una nación de marchas, de protestas, de gritos que nadie quiere oír... gritos que se pierden como el agua que traspasa un coladero... ver un maremágnum de humanos caminando apilados, bajo el sol, impregnados no solo de calor sino de unos niveles de impotencia que los llevaron a esa situación, es -lamentablemente- una rutina que solo le importa a los que participan en ella. La gente sale a marchar contra gobiernos, regímenes o cuanto chiflado ostente ese adictivo fruto de tantos sabores que es el poder, cuando ya no aguanta, cuando está ahogada, cuando la marea amenaza con llevárselo todo; cuando se sabe encerrado, sin salida, no future!, cantarían los Sex Pistols...

Estas familias, las del miércoles 12 de febrero, sabían que sus hijos, familiares, amigos, saldrían a patear calle nuevamente. ¿La finalidad?, ¿el propósito?, ¿para qué, por qué lo hacen? ¡Porque así respira y vive y se mantiene una sociedad que no pide respeto -no tiene por qué-, sino que está para aplicarlo, porque es suyo, porque el país es ese trozo de tierra, ese fragmento de planeta donde cualquier ser vivo debe ser bienvenido...

La multitud da pasos lentos pero llenos de convicción. Quisieran que los problemas de todos, que al mismo tiempo son los problemas de cada uno, quedaran aplastados, clausurados, bajo la fuerza sus pies. Ninguno quisiera estar ahí. ¡Nadie!, pero están ahí no por que la empresa pública donde laboran se los imponga como obligación. Maduro dice no temerles, pero debería... porque esas personas podrían estar preparando arepas en su casa y prefieren estar en la calle, expuestos a la muerte. El máximo error de los opositores de Hugo Chávez es que lo subestimaron durante años. Está loco, pronto caerá... y solo el infierno pudo hacer lo que los venezolanos jamás lograron. Maduro debería analizar y no cometer ese grave error: el que no teme a la voz colérica, desnuda y desesperada del pueblo que lo eligió, irrespeta y se burla del título que le fue conferido: Presidente.

Y así, paso a paso, con naturalidad, como una cigarra que sale de su extraño caparazón... súbitamente surge algo, una pequeña llama interna que se contagia como la gripe entre amantes... de pronto, como si el trance terminase, al marchar los asistentes, se van reconociendo, despertando... son los rostros de gente que no se conoce entre sí pero que se sienten cercanos, familia... pueblo. Y eso es sagrado. Esa unión, ese vínculo, no perecerá en una o mil revoluciones; podrá venir el Apocalipsis con sus siete maléficos jinetes y los venezolanos que sobrevivan, sonreirán, soltarán algún chiste y se darán un abrazo. Jugarán dominó y tomarán cerveza. Eso no se rompe. Eso no se compra ni vende. Es una articulación cuántica, no una variable que pueda alterarse.

El sol es enorme e incendiario sobre sus cabezas. Lejos están los que temen, los que tienen esqueletos guardados en el armario y hablan de Golpes de Estado, lo repiten; ¡son los planes de antes!, ¡quieren repetirlo, repetir lo que hicieron!, ¡escuálidos golpistas!, todas frases limitadas emitidas por gente exageradamente limitada que apela a dos dimensiones de pensamiento: el odio y la codicia. Y siguen sus quejas... nos quieren quitar ESTO, "el coroto", lo que tenemos, lo que nos pertenece y que nos convirtamos en los ordinarios seres mundanos, civiles normales, ¡pobres!, ¡sin poder!, que solíamos ser.

De hecho, lo que ellos deciden ignorar es que aún lo son... solo que intentan esconder -sin suerte- esa mediocridad bajo ropajes costosos, relojes de marca, cargos públicos, apariciones mediáticas y caretas, caretas... caretas... Pero: ¿Golpe, quitar, planes, oligarcas? A las familias que no durmieron por permanecer en una morgue con sus hijos muertos o a las puertas de una clínica, esperando que sus creencias de la niñez sean ciertas, sobre todo la existencia de un Dios que todo lo ve y lo escucha y no permitirá que nada malo les pase a sus seres queridos, esas cuatro palabras suenan a insulto, a bajeza, a carencia de pundonor. No suenan a "patria", no suenan a "democracia", no suenan a "honor"... suenan a cobardía... suenan a versos de gente hipócrita que custodia algo que solo es sagrado para los que quieren devorar a su propia gente con el fin de llevarse la olla del oro al final de arcoiris, pero el arcoiris se rompió con el sopor causado por los gritos enfermos de un escenario repulsivo: pobreza, violencia, escasez, división, rencor, que en días como el miércoles 12 de febrero, sigue despertando a las masas... las despierta con un corrientazo directo a la médula ciudadana, un batucón a la conciencia... y no importan los líderes políticos, porque ya nadie necesita escuchar un hinchado discurso para sentirse impulsado a dejar de hacer arepas -igual ya no se consigue harina- y salir sin la seguridad de regresar.

Pero esto lo saben los que están ahí, en el corazón de la bestia, esperando a Moby Dick... y los que usan el voyeurismo de las redes sociales porque en esta Venezuela, los medios audiovisuales de comunicación, no lo hacen. No están comunicando esta herida nacional que lleva días abierta, o... ¿acaso meses o años?... hay un blackout informativo en éste, que es otro momento dramático en la historia contemporánea de Venezuela: calles trancadas con barricadas, miles de personas en las calles, violencia, muerte, ¿nada de eso es noticia? No es un complot, no es un Golpe de Estado, no es un plan macabro de un partido opositor... es una nación arrodillada y herida... que, a pesar de estar sangrando, se llena de la fuerza de sus habitantes... inhala, exhala... se levanta... se levanta... ¡SE LEVANTA!

Lisando Casaña/Notitarde
Jennifer Anaís Andrade/Notitarde
Jennifer Anaís Andrade/Notitarde
Jennifer Anaís Andrade/Notitarde
Lisando Casaña/Notitarde
Rafael Pérez/Notitarde

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