Gobernar en 140 caracteres... o menos

Así imagino la insólita escena: Este señor, un ministro venezolano o colombiano o de donde sea... ¡un ministro!, casi nada... Un enorme, enormísimo cargo... grande, exagerado, morboso: toda una investidura que también puede traducirse en una suprema responsabilidad, porque... ¡ciertamente hay que ser responsable para llegar a ocupar el cargo de ministro, sin importar que sea cabecilla del Ministerio de Finanzas o Deportes... ¡ministerio es ministerio!
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A picture taken on October 23, 2012 shows the screen of a blackberry phone reading the name of micro-blogging site Twitter below its logo. AFP PHOTO FRED TANNEAU (Photo credit should read FRED TANNEAU/AFP/Getty Images)
A picture taken on October 23, 2012 shows the screen of a blackberry phone reading the name of micro-blogging site Twitter below its logo. AFP PHOTO FRED TANNEAU (Photo credit should read FRED TANNEAU/AFP/Getty Images)

Así imagino la insólita escena: Este señor, un ministro venezolano o colombiano o de donde sea... ¡un ministro!, casi nada... Un enorme, enormísimo cargo... grande, exagerado, morboso: toda una investidura que también puede traducirse en una suprema responsabilidad, porque... ¡ciertamente hay que ser responsable para llegar a ocupar el cargo de ministro, sin importar que sea cabecilla del Ministerio de Finanzas o Deportes... ¡ministerio es ministerio! Y este ministro (solo por usar algún cargo de absoluta importancia en los escalones de la política), que es un tipo casi cincuentón, casado y que no hace mucho tiempo se conformaba con almorzar perros calientes en cualquier esquina, hoy -con cargo, dinero y estatus remozado- puede darse lujos como almorzar en su casa un rico banquete de cordero en salsa de menta (que manda a traer de un restaurante obscenamente costoso) y (mal) acompañarlo con una botella de Château d'Yquem... y no porque este vino arme buen maridaje con el cordero sino simplemente porque ES MUY CARO.

Toda la escena transcurre mientras el ministro ve una cadena en televisión donde el presidente habla de muchos temas pero no dice nada; entonces prefiere cambiar el canal y se detiene a ver la repetición del juego de la NBA al que le apostó anoche... Una pausa y le grita a su mujer, que está peleando con la mucama en la cocina: "¡Negra, tráeme un poquito de jugo de parchita que ese vino es muy dulzón, eco!". Acto seguido, ocurre el nefasto asesinato de ese maravilloso caldo que es el Yquem por algo tan pueblerino y básico y vulgar como un vaso lleno de jugo de parchita...

"¡Ufff, ahora sí se deja colar!", suspira el ciudadano ministro. Fin del almuerzo. Unas bocanadas a un Cohiba, para no perder la costumbre. Algunas gotas de sudor bajando por su gelatinosa panza... es ejemplo de una buena digestión... y ya, sin hambre y apaciguado por el humo del elegante tabaco cubano cuya estela se va esparciendo con discreción hasta desaparecer en la infinitud de la nada, entra y sale un breve pensamiento-obligación: "Este camarada ya ta' listo pa' trabajar". Se levanta de la silla, arquea los hombros, bosteza, se rasca la barbilla y enrumba sin apuro alguno directo al baño, que es grande y muy iluminado y huele a canela.

Ahí se relaja y deja que su anatomía descanse de la tiranía del cinturón; deja caer sus pantalones -no sin antes sacar su teléfono celular inteligente -y requetecaro- y como quien disfruta un guilty pleasure, deja caer plácidamente su anatomía sobre el cetro del rey. Ahí, como el monarca que es, abre la aplicación de Twitter. Exhala... entre punzadas estomacales, flatulencias, alguno que otro residuo de comida incrustado entre los molares y el persistente olor a canela, el ministro realiza el acto de... twitear. Algunas palabras, sin puntos ni comas, que resumen un anuncio muy importante que quizá tenía que hacer en persona pero hoy -tecnología de por medio- es mejor hacerlo desde esta esquina, arropado por la intimidad máxima que brinda este espacio sanitario...

En otros tiempos -tiempos que se fueron desgastando y desapareciendo como la suela de un heladero que le toca recorrer media ciudad empujado su carrito, con sol y sombra, mientras desea que alguien compre sus helados que, para el final del día, apenas serán agua, colorante y mucha azúcar-, los periodistas debían "cazar" declaraciones de los que son tan valientes o descarados como para hacerse llamar "políticos". Y ahí, al dar con la presa, el periodista debía establecer una lidia, cual faena taurina, y bien intentar desde clavar banderillas con alguna pregunta que dejara atolondrado al político, ministro, alcalde, presidente, etc... o incluso dictarle un pase de espada y verlo sucumbir, cual bestia moribunda, ante el instinto mordaz que debe tener el periodista de raza.

Nada más orgiástico... nada más puro... ninguna victoria se compara a la gloria de ver la mirada de un gobernante que ha sido acorralado por una buena pregunta expulsada desde las tripas de un periodista desalmado... solo comparable a escuchar a John Coltrane un viernes, tarde en la noche, acompañado de un trago Jack Daniels solo, justo el día en que tu novia decidió que su vida sería mejor si no la compartía contigo. Pero nada de eso es posible... ahora, las declaraciones importantes vienen acompañadas de una "@" y 140 caracteres... dentro de ese microuniverso, aparentemente, todo es posible: Subir sueldos, combatir el crimen... algo que, quiero pensar, en términos creativos, hubiera sido un insulto para James Joyce y su preferencia por escribir un poquito más que eso.

Desde el baño, el vehículo... desde la oficina, un restaurante, ¿acaso un motel luego de un orgasmo?, la nueva política de las redes sociales, que termina siendo fría, cobarde y más dañina que su predecesora, debilita el poder de la palabra, aniquila el necesario diálogo con la prensa y disminuye y convierte en tristes axiomas las grandes declaraciones que -en su mayoría de casos- determinan y destruyen el pálpito de los pueblos. Desde el escritorio, el joven reportero experto en redes sociales busca las cuentas de Twitter del gabinete de Gobierno y en breves tips, escritos solo Dios sabe por quién, se define buena parte del material noticioso a publicarse... ese joven nunca conocerá la -épica- sensación de ver descuartizado moralmente a un político corrupto, de ver cómo se va desprendiendo hasta su hombría, cuando se le ataca, frente a frente, en un duelo inquisidor de muchas preguntas y pocas respuestas... ver sus ojos bombeando sangre y arrechera, su aliento fermentándose hasta que solo logra expulsar el fétido vaho que caracteriza al político cuando es derrotado por... la verdad.

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