Mi historia de amor: ¡mira quién es el príncipe!

La princesa de este cuento de hadas, que más que cuento, es una realidad que te parecerá familiar: estaba a punto de cumplir los 30 años y sus sueños como el de toda mujer habían sido ser madre, tener una familia y ser una profesionista reconocida y es que nada alejada de la realidad su vida se encontraba en un constante cambio.
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Creo que para empezar en toda historia si se trata de amor, debe de existir una princesa y un príncipe... en mi historia también los hay.

La princesa de este cuento de hadas, que más que cuento, es una realidad que te parecerá familiar: estaba a punto de cumplir los 30 años y sus sueños como el de toda mujer habían sido ser madre, tener una familia y ser una profesionista reconocida y es que nada alejada de la realidad su vida se encontraba en un constante cambio.

Esta mujer que desde muy pequeña había luchado para salir adelante había basado su fe en ella misma, sin conocer que las fuerzas venían del creador del mundo.

Con un pasado lleno de oscuridad, la princesa de este cuento, se encontraba siempre lastimando y utilizando a las personas para ella sobresalir y dejar atrás a todos, principalmente a Dios.

Cuando se encontró con la mirada más dulce, el consuelo más atento y la paz universal, no hubo manera de huir, la vida comenzó a cambiar.

La protagonista de esta historia, desde muy pequeña creía conocer a Dios, recorrió todos los grupos católicos y hasta cristianos en busca de diversión y es que simplemente iba por las personas, pero no por Dios.

Esta joven que no tenía buena comunicación con sus padres, se refugió en el consuelo de los abuelos paternos, sin embargo cuando un día, Dios los llamó a su presencia el resentimiento al creador creció.

Todo lo había perdido, nada le quedaba en su corazón, más que odio y resentimiento, escondida entre el alcohol, el cigarro y el sexo, pensó encontrar la solución a sus males, sin embargo sólo los agrandó.

La pequeña que se resistía a las manos de Dios, en busca del amor cometió muchos errores que sólo le dejaron soledad y tristeza, pero Dios ahí estaba cuidando a esa pequeña, que tanto amor necesitaba.

En los antros era la reina, en las fiestas la organizadora, en los retos no había quien le ganara, hasta que un día se encontró con la mirada más pura, real y llena de amor.

Jesús le habló de frente y le pidió que lo dejara entrar en su corazón, ella se resistió, pero al final accedió.

No se cuándo pasó ni como, sólo sé que él fue transformando su ser, así que lo que no le hacía falta se fue quedando en el camino y lo que era necesario pulir, lo fue transformando.

La pureza de ese hombre bueno y misericordioso hizo posible que la princesa de este cuento comenzara a confiar y abandonarse a Dios.

Los días transcurrieron y ella se daba cuenta que los problemas continuaban, pero ahora los veía de manera diferente, porque en Dios todo lo puede.

Perdió el trabajo, por su adicción a Él; perdió al novio, por una promesa de castidad; perdió las amistades por creerlas Dios, hasta que se enfrentó a la realidad de estar sola y de analizar lo que Dios necesitaba para dar testimonio.

Y es que es claro, Dios viene por los peores pecadores, por aquellos en los que nadie cree, en los que nadie quisiera conocer, aquellos que todo lo han perdido, para luego ir puliéndolos y presentar su obra maestra, su obra de conversión.

¿Se acuerdan que al inicio de la historia les comenté que esta princesa quería casarse y tener hijos y que en todo cuento de amor existe el príncipe y la princesa?, pues ¿qué creen? que la princesa se había dado cuenta que su vocación, era la soltería hasta que Dios así lo decidiera y que el príncipe era Jesús, el mismo que entregó su vida por ti y por mí.

Y, ¿saben algo mejor? Que la princesa soy yo, aquella mujer que siendo niña odio y quiso quitarse la vida, que se lastimó, que en busca de los placeres perdió su dignidad y sus ganas de salir adelante. Hoy todo cambió, porque nada es imposible para Dios, porque su misericordia se hizo presente. Así que si lo hizo conmigo, también lo hará contigo, sólo quiere que le abramos la puerta de nuestro corazón.

Él está esperando que le abras, porque quiere entrar y morar en tu vida, para que seamos el testimonio de un Dios vivo.
Te invito a que seas tú el o la protagonista de este cuento.

¿Quieres ser el protagonista de este cuento?

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