Los niños y la 'fuerza' de las palabras

Recientemente me tocó presenciar el momento en el que mi hijo desahogó su frustración utilizando una mala palabra - bastante mala, por cierto: la palabra "F" ¡y con mayúscula!
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young beautiful kid with a shocking expression
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Como muchos padres, recientemente me tocó presenciar el momento en el que mi hijo desahogó su frustración utilizando una mala palabra --bastante mala, por cierto: la palabra "F" ¡y con mayúscula!

Y es que como padres constantemente nos esforzamos "protegiendo" a nuestros pequeños y evitando que estén "expuestos" a este tipo de lenguaje, y por lo mismo me sorprendió aún más, ya que en casa seguimos esta directriz. Pero lo cierto es que no vivimos en un ambiente impermeable y que la escuela, la calle, las casas de los amigos, el parque, son áreas que no podemos controlar. Entonces, ¿qué podemos hacer y cómo podemos reaccionar?

Consultando con otros padres y amigos, las ideas y sugerencias son muchas pero la mayoría tienen como base lo mismo: no podemos aislarlos, pero si podemos hablar con ellos y explicarles por qué se consideran malas palabras y, lo más importante, por qué nosotros no las usamos.

¿Por qué no las usamos?

  • Porque no nos aportan nada bueno y molestan y ofenden a las personas que nos escuchan decirlas, por eso las consideramos "malas".
  • Porque aunque estemos enojados o molestos, el usarlas no mejora nuestra situación, ni lo que sentimos - aunque aquí difiero un poco; a veces si nos hacen sentir mejor, de hecho hay un estudio que indica que las personas que dicen malas palabras son más felices, pero como estamos hablando de niños, esta parte por el momento no aplica.
  • Porque nuestro vocabulario y la forma en la que nos expresamos son un reflejo de nuestra familia y nuestra educación.

De esta situación, quizás lo más importante es que todas las palabras que salen de nuestra boca tienen cierto poder, dependiendo de cómo y a quién se las digamos. Dependen del momento y de la situación en las que las expresamos, tanto las buenas como las malas, y una vez que las dices ya no las puedes borrar y marcan el momento y más importante aún, pueden marcar a las personas.

Las palabras de aliento, de esperanza y de admiración, pueden llegar muy lejos y dar valor y confianza a las personas. Pero igual, las palabras malas, las ofensivas, las humillantes, y no necesariamente tienen que ser groserías, pueden marcar a las personas de una manera negativa y marcarlas para el resto de su vida.

Al final, más que enseñarles a nuestros hijos a no decir malas palabras, hay que inculcarles el respeto a las personas y que entiendan que deben de expresarse como ellos quieren ser tratados; con respeto, con consideración y con la noción de que todos somos iguales.

Hablarles del valor y la fuerza de las palabras también nos da la oportunidad de enseñarles que las "malas" palabras que escuchen o que alguien les diga, solo tienen valor y poder si ellos se las dan. Esto es más difícil de explicar pero muy importante, sobre todo en una época en la que el bullying es algo que viven todos los días.

Como todas las cosas que enseñamos a nuestros hijos, hay que predicar con el ejemplo, y ahí es donde a veces como seres humanos nos es difícil seguir nuestros propios consejos. Pero si lo entienden los niños, ¿por qué a los grandes nos cuesta tanto?

En Twitter, @BettiO.

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