El tiempo lo dirá

Cada pensamiento, cada palabra y cada movimiento dejan una estela a nuestro paso. A su debido tiempo, estas acciones retornan a cada quien en la forma del, entendido como la reacción respectiva -positiva, negativa o neutra- que encierra todo acto.
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Cada pensamiento, cada palabra y cada movimiento dejan una estela a nuestro paso. A su debido tiempo, estas acciones retornan a cada quien en la forma del karma, entendido como la reacción respectiva -positiva, negativa o neutra- que encierra todo acto.

La ley universal del karma es educativa, y no vengativa; básicamente está dada para que cada uno de nosotros pueda experimentar en carne propia lo que ha hecho a otros y ahora recibe como cosecha. Gracias al karma entendemos que la vida es algo serio, y que con ella no se juega, ni con nadie. Todo sufrimiento o felicidad que causemos a los seres vivientes retornará para mirarnos de frente y hacernos responsables.

Por lo tanto debemos prestar mucha atención a cada acto que realicemos. Pero, ¿bajo qué parámetros juzgar las acciones para conseguir así los mejores resultados? Sin duda alguna estos criterios los da la verdadera educación. Las antiguas Escrituras Védicas nos dicen que hay tres formas de aprender: escuchando, viendo y sufriendo. Se consideran de primera clase a aquellos que aprenden escuchando, sin la necesidad de corroborar, padecer y convencerse por esta vía de la verdad de las cosas.

Independiente de si nuestra educación ha sido de primera, segunda o tercera clase, lo importante es seleccionar los lineamientos de dicha formación. Esto es fundamental, pues los contenidos de nuestra educación nos ayudan a aclarar los conceptos, las reflexiones, las conclusiones, las incertidumbres y a desarrollar una mentalidad. La mentalidad, por ejemplo, nos conduce a actuar. Y ¿cuál será el resultado? El tiempo lo dirá.

Con miras a una sólida educación, los maestros de la cultura vaishnava recomiendan escuchar y obedecer a las autoridades. ¿A qué autoridades se refieren? Guru, sastra y sadhu.

Según la sabiduría védica, existen tres autoridades que pueden conducir nuestra educación en forma ejemplar. El guru es el Maestro Espiritual, quien enseña claramente los contenidos de las Escrituras sagradas, o segunda autoridad, de la cual el maestro no es independiente. Los sastras o las Escrituras contienen las maravillas de la vida espiritual, pero no son independientes del guru, pues alguien fidedigno tiene que explicarlas, interpretarlas y, sobre todo, seguir fielmente sus preceptos. La tercera autoridad son los sadhus o los santos. La palabra sadhu designa a los practicantes genuinos de la vida espiritual, es decir, aquellos que siguen la instrucción del maestro y de las Escrituras; dicho de otra manera: son los que se han consagrado a las instrucciones de los Maestros Espirituales puros y de las Escrituras. Un sadhu es una persona digna de confianza, portadora de la sabiduría necesaria para jugar un papel importante en nuestra educación.

Como se aprecia, guru, sastra y sadhu son autoridades espirituales que se complementan entre sí. Ahora bien, los mismos Vedas nos dejan ver que existe una cuarta autoridad: el corazón de cada uno. Hay que tomar muy en cuenta lo que nos dice el corazón, porque incluso la educación tiene que haber sido aprobada por éste en la introspección. No sobra decir que la autoridad del corazón es perfectamente compatible con las otras tres, ya que ellas nunca se contradicen. Una contradicción aquí solo dejaría ver la presencia de un error o una mentira que está rondando la mente del estudiante en proceso de formación. El sistema es perfecto, armónico y revela la verdad o tattva.

Los sabios de la India declararon que el hombre debe buscar la verdad con todo el corazón, y ya vendrá el momento en que saldrá a la luz el resultado dehttps://www.huffingtonpost.com/b-a-paramadvaiti-swami/por-que-dejar-de-comer-carne_b_2136840.html} dicho esfuerzo. Como quien dice: el tiempo lo dirá todo.

Las autoridades que nos permiten acceder a la verdad, proporcionan una educación que promueve el dharma o la función natural y eterna del ser individual, la cual consiste en seguir las leyes establecidas por Dios y en servirlo con amor y devoción.

El legado de la sabiduría védica, preservado por escuelas iniciáticas y consignado en libros tan importantes como el Mahabharata, el Ramayana y el Bhagavad-gita (la monumental obra sobre la vida humana y la relación del hombre con el Señor), muestra que el hombre, para ser feliz, debe ceñirse al principio del dharma, que es muy sencillo: vivir sin lastimar a nadie. Uno debería vivir sin lastimar su propio cuerpo, sin atentar contra la vida, y ser responsable de todo acto, evaluado a la luz de las autoridades, el bien absoluto y el amor universal.

En esencia, el dharma apunta al respeto de las relaciones y a la conducción de la propia vida con ternura y responsabilidad. Esto nos protegerá y nos ayudará a hacerle frente a la realidad del nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte, el ciclo del samsara, que se repetirá mientras haya deseos y karmas materiales. El dharma nos libera, el karma bueno o malo nos condiciona en el mundo material.

Existe una bella oración que invoca el anhelo del dharma o el servicio amoroso a la voluntad de Dios. Se trata del canto de sus Santos Nombres:
Hare Krishna Hare Krishna
Krishna Krishna Hare Hare
Hare Rama Hare Rama
Rama Rama Hare Hare

"Oh mi señor, déjame ser un instrumento de tu amor". Si esta oración la pronunciamos con el corazón, Dios intervendrá en nuestra vida y traerá el bienestar de la mente, la inteligencia y el alma.

Pacto Mundial Consciente
Swami BA Paramadvaiti

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