Cuando Srila Prabhupada estaba muy enfermo, casi listo para dejar este mundo, cualquier noticia de la prédica que le llegaba lo hacía reaccionar como a un muchacho de 15 años entusiasmado por algo.
La tecnología es como un carro bala que vuela a 100 kilómetros por hora y que puede matar en cualquier momento. Si es utilizada perfectamente nos transporta muy rápido, pero si no prestamos humilde atención nos puede poner rápidamente en un cajón.
Cada uno es un ego aparte y no queremos reconocer al centro. Venimos a este mundo material para curarnos de eso, pero ¿cuál es ese centro?
Los que están interesados en cosas materiales no están interesados en la vida espiritual. Los interesados en la vida espiritual saben cuál es el centro. Cuando el ego está conectado con el centro es muy valioso, pero si no, no vale nada.
Si yo hago algo que no estoy seguro de hacer, entonces ¿cómo sé que me va a hacer feliz? ¿Qué me hará feliz? Ni los hijos, ni la mujer, ni los científicos de la universidad. Solamente el centro lo sabe.
El centro es Dios y a Dios se le conoce sólo cuando él se deja conocer. El centro es el centro y al centro tenemos que ponerle atención; y tú no te vas a poner en el centro del Universo.
El centro quiere que nosotros nos volvamos buenos representantes de Él, de amor al prójimo, y eso significa dar a los demás lo mejor que tienes. Por eso necesitamos un maestro espiritual, un guía para saber si Dios acepta lo que uno hace.
Uno se limita demasiado: quizás no podemos hacer un templo físico, pero podemos hacer uno en nuestro corazón. ¿Qué nos falta? En verdad nada. Uno hace un templo en su casa cuando uno hace un templo en su corazón.