Relaciones Cuba-EE.UU: El inicio de un período de prueba

Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba todavía están lejos de ser óptimas, pero nunca han tenido un marco más prometedor desde que el presidente Carter salió de la Casa Blanca en 1981.
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El pasado 17 de diciembre, el presidente Obama presentó una nueva visión oficial estadounidense sobre Cuba, con un consiguiente cambio de la política hacia la isla. Por primera vez, desde 1959, el discurso oficial norteamericano se refirió a Cuba no como una amenaza a la seguridad nacional, sino como un país en transición, inmerso en transformaciones que Estados Unidos se propone apoyar. La nueva lógica socavó las bases de la política de bloqueo pues el presidente Obama reconoció que "No sirve a los intereses de Estados Unidos, ni al pueblo cubano, empujar a Cuba hacia un colapso".

Durante un año previo de conversaciones, el presidente Obama negoció con Cuba - como Henry Kissinger recomendó a sus diplomáticos en 1975-"caballerosamente, no como un picapleitos". En Diciembre, Obama le pidió al secretario de Kerry realizar una evaluación no ideológica de la presencia de Cuba en la lista del Departamento de Estado sobre países patrocinadores del Terrorismo. Con esa instrucción, el presidente ratificó que se trata de una revisión significativa de la política que Estados Unidos ha aplicado contra Cuba durante casi seis décadas. Cuba no ha estado envuelta en actividad terrorista alguna por lo menos en los últimos veinte años. Es de esperar que un análisis técnico conduzca a la salida de la isla de la lista.

Para hacer estos cambios irreversibles, ambos países deben acompañar las palabras con acciones. El 15 de enero de 2015, los Departamentos de Tesoro y Comercio comenzaron a implementar las iniciativas presidenciales para ayudar a crecientes sectores económicos no estatales en Cuba y a una amplia gama de grupos de la sociedad civil, no sólo los de la oposición política. Las nuevas normas amplían las esferas de influencia y contacto entre las sociedades estadounidense y cubana al convertir en licencias generales las doce categorías de viajes autorizados a Cuba y elevar el monto permitido de remesas, y dinero a gastar por viajeros norteamericanos en la isla. EE.UU también crea licencias especiales que facilitan la acción en Cuba de organizaciones no lucrativas y abre espacio a la exportación de servicios y productos de telecomunicaciones, y tecnología agrícola y de construcción para el sector no estatal.

El turno del gobierno cubano:

Ahora le toca el turno al gobierno cubano. Es su tiempo de crear reglamentos y facilidades que motiven y favorezcan la liberalización del comercio y los viajes a través del estrecho de la Florida. La mejor manera de reforzar el discurso de Obama y mostrar que Cuba es un país en transición, seria avanzar hacia una economía de mercado e incrementar las relaciones comerciales entre ambos países.

Cuba tiene que ser proactiva en lugar de reactiva, no sólo hacia los actores de los Estados Unidos, sino también abrir espacios a la pluralidad patriótica dentro de su sociedad civil. Una sociedad vibrante, separada de la política estadounidense de cambio de régimen, pero autónoma con respecto al Partido Comunista de Cuba (PCC) sería la mejor alternativa a los pequeños grupos de la oposición pro-embargo, desprestigiados por su apoyo a la agenda revanchista de la ley Helms-Burton.

Frente a esos grupos, que sueñan con una respuesta represiva irreflexiva del gobierno cubano a sus provocaciones para descarrilar el proceso, el mejor antídoto es exhibir una sociedad civil responsable que empodera a los cubanos, independiente de su filiación política, para tener una vida más decente y prospera.

Hay una serie de espacios en educación, salud, protección medioambiental, acceso a internet, entrenamiento de administradores, y promoción empresarial, en los que la cooperación entre actores estadounidenses y cubanos no debe esperar. Es importante que ambos países traduzcan en ganancias de sus sociedades las medidas de apertura anunciadas el 17 de diciembre.

Los contactos pueblo-a-pueblo son el vínculo más resistente para conectar las dos naciones. La interdependencia económica, los programas educativos, los viajes de diversa índole, los contactos entre comunidades religiosas, y los lazos familiares son piedras angulares para la construcción de una relación duradera.

El gobierno cubano debe preparar sin dilación la legislación y la infraestructura para eliminar regulaciones innecesarias y obstáculos a la importación de maquinaria agrícola y de construcción por el sector no-estatal cubano. Si bien en el tema de las telecomunicaciones, hay razones de seguridad que pueden aducirse para caminar más lento, los espacios para cooperar son bastante amplios.

Las áreas de construcciones y agricultura constituyen sectores en el que las ganancias para cubanos y estadounidenses pueden realizarse en el corto plazo, reforzando la viabilidad y racionalidad de la nueva relación a ambos lados del Estrecho de Florida.

La negociación entre los dos países debe continuar:

Cuba y los Estados Unidos tienen que desarrollar una hoja de ruta para avanzar desde los anuncios de ambos presidentes el 17 de diciembre de 2014. Un tema crucial, tal vez la cuestión más importante, es cómo neutralizar a los que se oponen al desmantelamiento de las estructuras de hostilidad. Hay elementos obstruccionistas poderosos en puestos claves como el senador Marco Rubio, quién ahora presidirá un Subcomité del Senado para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Los sectores Anti-normalización de las relaciones tanto en Miami como en La Habana ya están tratando de provocar una crisis para hacer retroceder el acercamiento y volver a los viejos patrones de hostilidad y aislamiento.

La Administración Obama no debería inhibirse de negociar y comunicarse con Cuba para que los acuerdos se consoliden. Los funcionarios cubanos tienen razones históricas para sospechar acerca de la intención de Estados Unidos. Una buena comunicación desde Washington hacia la Habana permitiría disminuir el impacto de emboscadas políticas y la influencia de los grupos anti-normalización.

Un problema a tener en cuenta son los programas de promoción de la democracia. Washington no tiene por qué pedir disculpas por defender sus valores democráticos, pero el Secretario de Estado puede proporcionar directrices responsables para dar forma a estas iniciativas con prácticas menos intrusivas que las usadas en el pasado y más en consonancia con el derecho internacional. El objetivo debe ser abrir la sociedad cubana a una mayor pluralidad, desde lo económico, social y cultural subiendo hacia lo político, no derrocar al gobierno.

Por otro lado, Cuba tiene un historial complejo de manejar mal provocaciones espinosas por parte los grupos anti-normalización radicados en Miami. El derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996 demostró que los militares cubanos ignoraron las consecuencias de sus acciones para el debate político en Estados Unidos en un año electoral. Bill Clinton escribió en sus memorias: "más tarde recibí un mensaje de Castro - indirectamente por supuesto - señalando que el derribo fue un error. Al parecer, él había dado órdenes anteriores de disparar contra cualquier avión que violara el espacio aéreo cubano y no las había retirado cuando se conoció que los Hermanos al Rescate estaban llegando".

El tiempo entre ahora y la Cumbre de las Américas en abril de 2015 es un momento crítico para las posibilidades de acercamiento. El embargo norteamericano, ilegal y contraproducente, permanece vigente, dañando las posibilidades de Cuba para la reforma económica y la liberalización política y de una relación coherentemente constructiva entre los dos estados y sociedades.

En estas circunstancias, no se puede esperar que Cuba se convierta de la noche a la mañana en un modelo de democracia. Sería ilusorio esperar que el Partido Comunista de Cuba se comprometa con el respeto a los derechos humanos universales tal y como están concebidos en los convenios internacionales.

Pero un punto de no retorno fue atravesado por los dos presidentes el 17 de diciembre de 2014. Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba todavía están lejos de ser óptimas, pero nunca han tenido un marco más prometedor desde que el presidente Carter salió de la Casa Blanca en 1981. Las posibilidades de una reforma económica comprehensiva han aumentado, y con ellas las probabilidades de una mayor apertura y liberalización política en Cuba. Como han demostrado los teóricos de la modernización y las experiencias del Este de Asia y Europa del Sur, el factor más correlacionado con la democratización es el crecimiento económico orientado al mercado.

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