La errática campaña de Michael Bloomberg para combatir la obesidad

Uno de los temas que he debatido recientemente con profesionales y amistades es la errática campaña del alcalde de New York, Michael Bloomberg, con el fin de combatir la obesidad. Postura que sin restarle la buena intención del político por lograr una mejor salud pública ante esta epidemia entiendo está errónea y nebulosamente planteada. Como no quiero entrar en el tema nebuloso, que entiendo tiene mucho que ver con intereses económicos, sí quiero abundar en su mal orientada oferta pública.
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Uno de los temas que he debatido recientemente con profesionales y amistades es la errática campaña del alcalde de New York, Michael Bloomberg, con el fin de combatir la obesidad. Entiendo que su postura - sin restarle la buena intención del político por lograr una mejor salud pública ante esta epidemia - es errónea y nebulosamente planteada. Y aunque no quiero entrar en el tema nebuloso, que entiendo tiene mucho que ver con intereses económicos, sí quiero abundar en su mal orientada oferta pública.

A quienes no conocen la intención de Bloomberg, les digo que este señor intenta disminuir el sobrepeso prohibiendo la venta de refrescos grandes y otras bebidas azucaradas en los restaurantes, cines y carritos ambulantes de la Gran Manzana enfrentándose los comercios a una multa de $200.

Según números del Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad de New York, el 34% de su población adulta tiene sobrepeso, el 22% son obesos, lo mismo que uno de cada cinco estudiantes de kindergarden.

Aquí inicia mi discrepancia con el administrador neoyorquino. Lo que debe entender Bloomberg es que no necesariamente las personas que padecemos de sobrepeso estamos mal alimentadas o poco saludables. En mi caso, por ejemplo, rarísima vez tomo refrescos aunque sí disfruto mucho de salir a comer fuera de la casa. Entonces, ¿cuál realmente es el problema cuando optamos alimentarnos en restaurantes?

El problema va más allá del tamaño de un refresco. La complicación es cómo luchamos con el subconsciente y una mala enseñanza nutritiva. En nuestros países la cocina no está bien balanceada nutricionalmente. Los ingredientes y condimentos que utilizamos tienen alto contenido de sodio, grasas, carbohidratos, azúcares y otros que hacen de nuestros platos tan sabrosos como mortales.

La buena mesa para los hispanos es sinónimo de abundancia, celebración y elegancia sin pasar por alto la famosa frase que escuchamos decir desde niños: "¡qué bebé tan gordito y hermoso!", dejándonos entender que la robustez es bella y saludable. Pero la realidad es que la obesidad es tan peligrosa como cruel. Un riesgo para la salud que provoca crueldad social.

Entiendo que la prioridad - antes de comenzar a impartir prohibiciones que coartan nuestros derechos civiles - es de educar y orientar a la ciudadanía; de concientizar el cómo llevar una vida saludable no sólo en lo que consumimos en nuestra propia mesa sino también a los propietarios de restaurantes y responsables de los menús, que entiendo deben ser supervisados, para que sus platos sean confeccionados bajo los principios básicos de la nutrición.

Aunque hemos visto un leve avance al ver como se ha comenzado a motivar al sector infantil a incrementar su actividad física para erradicar el sedentarismo y a alimentarse mejor, así como en los últimos años, canales de televisión especializada, han creado programas de cocina en donde se enseña a contar calorías y cocinar de una manera saludable o donde se motiva a hacer ejercicios como una herramienta básica para lograr un cuerpo saludable, esto no es suficiente. La fórmula debe ser mente sana + cuerpo sano + cultura modificada = salud.

Es por eso que el intento de Bloomberg por concientizar sobre el control de la obesidad es una muerte anunciada. ¿Quién garantiza al alcalde que el control de las porciones está en un vaso? Entonces, si esto es cuestión de onzas o tamaño, ¿quién controla las porciones de los platos? Precisamente, New York es una de las ciudades que se ha destacado por servir platos de tamaño astronómico. Nada más analizar el contenido nutricional de los famosos frankfurters o pretzels que encontramos en cualquier esquina de la ciudad o advertir de las calorías contenidas en los platos como las del famoso restaurante Carmine's en Broadway donde fácilmente pueden comer cuatro de una sola porción. ¿Supervisarán y controlarán algún día estas porciones?

De postres ni hablar, cuando la mayoría de los restaurantes como atractivo ofrecen postres de tamaños inmensos, súper calóricos y azucarados. ¿Han analizado cuántos restaurantes ofrecen alternativas de postres sugar free o bajos en calorías? Ninguno, se los aseguro.

No tengo la estadística de cuántas personas en Estados Unidos, al menos alguna vez en su vida, han estado a dieta, ni se diga de personas que tienen algún padecimiento que deben tener alternativas gastronómicas basadas en comidas específicas. Pero sí, estudios certifican que sólo en Estados Unidos las personas diabéticas sobrepasan la cifra de 26 millones y que, según los expertos, esta cifra se duplicará para 2030; mientras, una investigación de la revista The Lancet, asegura que en 20 años habrá 65 millones de personas obesas en toda la nación. ¿Qué opciones tenemos?

Estas estadísticas, a pesar que Bloomberg en el 2008 implementó un aumento significativo en los refrescos e intentó prohibir la sal en los restaurantes, así como obligó a los fast foods a publicar las tablas de calorías, siguen en rápido ascenso. El que estos números bajen no está en las leyes ni en coartar nuestros derechos.

¡La obesidad no es un tema político, es social! Así debe de ser canalizado por cada individuo de una manera seria y responsable. Es un problema de salud y de estilo de vida que tiene que ser tratado por expertos. Lo principal es comenzar por amarnos nosotros mismos, motivarnos a mejorar nuestras vidas y crear conciencia, para que el cambio comience en nuestros hogares y cuando estemos fuera sepamos elegir sabiamente las mejores alternativas de la cocina internacional que nos ofrece la industria comercial. La salud está en nuestras manos.

¿Qué opinas sobre esta campaña anti obesidad?

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