Peña Nieto y el PRI son inocentes

El triunfo en las urnas de Enrique Peña Nieto y el regreso del PRI a la Presidencia del país, es una realidad dolorosa que desnuda la pobreza de nuestra política y de nuestros políticos, pero es una realidad que siempre ha estado ahí y de la cual resulta delicado que millones de mexicanos apenas se estén "enterando".
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Pasan los días y el 1 de julio no se olvida, el malestar general, la decepción, la impotencia y la incredulidad son solo algunos de los sentimientos que permean entre la sociedad mexicana.

Por si no hubiera sido suficiente el proceso electoral, el bombardeo de spots en televisión y radio, la invasión de las redes sociales, de las calles, de nuestros correos electrónicos y hasta de las pantallas de cine, ahora quizás mucho más que antes de la jornada electoral, los mexicanos de todas las edades tenemos una opinión de lo que sucedió.

El resultado del domingo 1 de julio es una consecuencia de la historia, de la cultura, de la falta de educación y conformismo en que la sociedad mexicana ha navegado durante décadas.

El triunfo en las urnas de Enrique Peña Nieto y el regreso del PRI a la Presidencia del país, es una realidad dolorosa que desnuda la pobreza de nuestra política y de nuestros políticos, pero es una realidad que siempre ha estado ahí y de la cual resulta delicado que millones de mexicanos apenas se estén "enterando".

En medio de la polémica hay que señalar que en algo si tuvieron razón las encuestas: en que efectivamente una mayoría de mexicanos votaría, con razonamiento o sin él, pero lo haría a favor del PRI y de Peña Nieto, lo que sucedió ese domingo, insisto, solo fue una consecuencia.

La gran pregunta es dónde estuvieron por poner solo un ejemplo, los últimos seis años, todas esas voces que hoy reclaman libertad, democracia y justicia, muchos de ellos quizás eran todavía unos niños, pero otros miles o millones siempre fueron simples espectadores de un regreso que la verdad no fue sorpresivo.

El resultado de la elección puede ser legal, pero eso no le quita lo inmoral, sin embargo, quienes hoy acusan y señalan también han actuado de la misma manera; el juego se llama inmoralidad y lamentablemente en mayor o menor medida todos los contendientes recurrieron a ello durante la campaña.

Imaginemos un juego de fútbol, todos conocen las reglas, pero aún así durante el partido hay roces, faltas, empujones, mentadas de madre y demás, si al final el árbitro favoreció a uno de los equipos, si el triunfo se dio en el último minuto o si se obtuvo por la vía de los penales, el resultado es un ganador y un perdedor bajo las reglas que todos han aceptado, sea justo o no.

En este caso la inmoralidad se convirtió en ese juego aceptado por todos, siempre y cuando correspondiera a sus intereses, fue una elección entre luchadores del bando rudo y ganó el más rudo, ante la mirada expectante de un IFE que no tiene ni la fuerza, ni la más mínima intención de descalificar a los contendientes o de repetir la lucha.

Pero lo más preocupante no es solo lo que hagan los políticos, sino lo que sucede con el ánimo de una nación, la cual hoy está enfrentada, dividida y desgastada por ataques entre sus mismos ciudadanos; no existe respeto para quien de buena fe o con sus argumentos personales decidió votar por Enrique Peña Nieto.

No hay tolerancia para quienes están hartos de la política y se han negado a participar, no hay apertura para quienes de verdad creyeron que López Obrador podría generar un cambio positivo para México; mientras tanto el tiempo pasa y seguimos siendo el país donde nada pasa.

La elección no fue limpia y mucho menos equitativa, pero es un hecho que el próximo Presidente no podrá solo; o dejamos que hunda el barco, o hacemos a un lado nuestra ceguera histórica y nos damos cuenta que el timón siempre lo hemos tenido nosotros como sociedad.

No basta con la adrenalina que generen multitudes en una marcha, no basta con insultar a gritos para sacar nuestras frustraciones, no bastan propuestas populistas del pobre aplastando al rico y que solo inviertan las posiciones pero no solucionan el problema.

Ya no valen las quejas, de hecho nunca han valido, si hubo personas que intercambiaron su voto por dinero o por comida, es porque a ellos la democracia, el IFE, los Partidos y el derecho al voto, les vale un soberano cacahuate, es como poner un libro de poesía frente a un analfabeta.

"Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo", es una frase del escritor y filósofo hispano estadounidense George Santayana, que aplica perfectamente a lo que ha sucedido en México.

Tristemente si no se modifica la superficialidad, sino se cultiva una memoria de largo plazo, sino se promueve el razonamiento, sino mejora la educación y las oportunidades de desarrollo, México será como el hámster de laboratorio que corre en su rueda, pero nunca llega a algún lado.

Esperar que millones de mexicanos acepten de fondo que el regreso del PRI no es culpa del IFE, ni de Peña Nieto, ni de Televisa, sería perder el tiempo, es más fácil señalar las culpas de otros (bien ganadas) que analizar lo que hemos hecho mal o dejado de hacer.

La autocritica es un buen comienzo para entender esta realidad de la cual la mayoría se queja. Vamos a ver si es cierto que no nos vuelve a pasar.

Triunfo Enrique Peña Nieto

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