Batallas de 'playgrounds' o el precio de vivir en una sociedad 'desarrollada'

Nueva York, una ciudad en la que cada metro cuadrado cuesta cientos de dólares, se especializa eny, habitaciones destinadas a ofrecer un poco de calma a los padres que buscan un respiro en sus minúsculos apartamentos.
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two small friends playing toys...
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bebes playground
Es increíble lo que se puede aprender en un playroom: esos setenta metros cuadrados (a veces más, a veces menos) llenos de legos, juegos educativos, nannies, niños de 2 meses a 6 años en promedio y, por supuesto, sus padres.

Nueva York, una ciudad en la que cada metro cuadrado cuesta cientos de dólares, se especializa en estas habitaciones destinadas a ofrecer un poco de calma a los padres que buscan un respiro en sus minúsculos apartamentos.

Bien establecida la escena, podrán imaginar que estos lugares repletos de criaturas indefensas -en teoría- se vuelven una fotografía de la sociedad y sobre todo, de sus usos, costumbres, egoísmos y... enfermedades. Lo mismo aplica para los playgrounds: esos encantadores parques con jueguitos al aire libre bien cercados y con piso de goma que abundan por Manhattan.

Para salir bien aireado de una tarde de playroom o playground no sólo es importante ser una persona razonable y cabal sino también aprender ciertos códigos de comportamiento.

Por ejemplo, que las cosas que el niño lleva al lugar se tienen que compartir. Si tu niño baja con una bolsa de palomitas y los quince niños del playroom corren despavoridos hacia ella, hay que repartir. Aunque tu niño llore amargamente e intente defender su joya a puñetazos.

Tema aparte son los golpes. Si tu niño golpea, hay que llevarlo a pedir una disculpa y decirle lo malo malo malo que fue. Si tu niño es golpeado, hay que esperar la disculpa del niño y su padre (o cuidador) y poner cara de, "hombre, por favor, son niños, no pasa nada", aunque por dentro te lleven los mil demonios al ver cómo tu polluelo derrama lágrimas de cocodrilo.

Pero, aunque éste parece un tema de niños, si se mira bien, aplica igual para el mundo adulto. Si llevas a la oficina algo de comida, no puedes no ofrecer. Si tu jefe te pide que te quedes hasta las ocho de la noche porque hay que entregar un proyecto urgente, no puedes decirle que no aunque tu instinto sea no querer hacerlo, etc.

El problema ocurre cuando algo no funciona, o alguien no hace lo correcto y se rompe todo el sistema. Cuando nos sentimos vulnerables.

Ayer, por ejemplo, un niño de estos encantadores playgrounds arrojó con furia un cochecito a la nanny de otro niño en el parque. El niño estaba enfadado porque la niñera reclamaba el cochecito que el mini agresor en cuestión le había quitado con golpes al niño que cuidaba. En su declaración de guerra, el inconforme le estrelló el coche a la mujer en el ojo izquierdo. Derrame ocular incluido y todo.

La nanny, asustada, no supo qué hacer. Simplemente se limitó a ponerse hielos en el ojo que las demás mamás le facilitaron, incluida su jefa.

Acto seguido, esperamos a que la madre del gañán viniera a disculparse. Nunca ocurrió. Siguió sentada tan campante refrescándose con su abanico.

Siguiente paso: ir a reclamar. La jefa de la nanny herida fue a hablar con la madre del
agresor. "Ya le he dicho a Norman que no debe aventar cosas pero no me hace caso, sólo tiene dos años. I'm sorry", fue lo único que le dijo la señora con actitud molesta por el reclamo. Rápidamente le dio la espalda a la demandante y siguió hablando con sus amigas ignorando la situación.

En ese momento saltaron las alarmas de lo que realmente se esconde debajo de todo. En Nueva York, una consulta médica para alguien que no tiene los recursos para pagarse un seguro médico que cuesta en promedio 500 dólares mensuales, puede ser desorbitante. Una visita al especialista, por ejemplo, puede ir desde los 500 hasta los 1500 dólares (si es que hay que hacer rayos X u otro tipo de estudios). Quinientos dólares también es la cifra aproximada que cuesta una revisión de emergencia en un hospital. Si ésta deriva en tener que internar al paciente o hacerle estudios ya se
pueden ir preparando los miles de dólares en la tarjeta de crédito.

Teniendo en cuenta que un gran número de las nannies que trabajan en la Gran Manzana son inmigrantes ilegales y, en caso de no serlo, por lo general no cuentan con los recursos para pagarse un seguro médico, es fácil entender por qué ante un acontecimiento así nadie se atreve a reaccionar.

En el país de las demandas, cualquier cosa que se diga puede ser usada en tu contra. Así, es mejor que la madre del agresor opte por no darle importancia al asunto, pues si se la da, está expuesta a tener que pagar una fortuna en doctores e indemnización. La jefa de la nanny no tiene un mejor escenario, pues comprometerse a pagarle un tratamiento a una persona sin seguro médico puede dejar en la ruina a cualquiera.

¿La más afectada? La niñera. Probablemente sin papeles, sin conocimiento del idioma y a expensas de lo que otras personas decidan hacer de acuerdo a su conveniencia y posibilidades.

¿El resultado? Nada. Unas madres indignadas viendo con cara de pena a la pobre nanny, una jefa sinceramente preocupada por la situación pero sin saber muy bien qué hacer y otras madres intentando pasar desapercibidas y escaparse del playground.

Mucho hielo, unas gotitas para el ojo y a llevar a los niños a bañar y a cenar.

Menos mal que estamos en un país "desarrollado".

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