¿Por qué renunció el Papa?

Si el cúmulo de arzobispos eligen a un jefe lejano a las enseñanzas de Benedicto, sobre todo perteneciente al ala más reaccionaria de la cúpula vaticana asentada en los curas italianos, el mensaje para el mundo sería claro: El Vaticano está viviendo un reacomodo de poder.
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Esta foto del 19 de abril del 2005 muestra al papa Benedicto XVI saludando a la multitud desde el balcón central de la Basílica de San Pedro momentos después de ser elegido pontífice. Ratzinger llegó a ser el papa Benedicto XVI y el 11 de febrero del 2013 anunció su renuncia (AP Foto/Domenico Stinellis/Archivo)
Esta foto del 19 de abril del 2005 muestra al papa Benedicto XVI saludando a la multitud desde el balcón central de la Basílica de San Pedro momentos después de ser elegido pontífice. Ratzinger llegó a ser el papa Benedicto XVI y el 11 de febrero del 2013 anunció su renuncia (AP Foto/Domenico Stinellis/Archivo)

¿Por qué renunció el Papa? Es lo que, literalmente, todo el mundo se está preguntando. Y es que la sorpresiva renuncia de Joseph Ratzinger al papado que sostenía desde el 19 de abril de 2005 causó conmoción plantearia. Declaraciones de algunos cardenales como Angelo Sodano dan cuenta que nadie o, al menos no públicamente, sabía de la decisión anunciada en Roma por Benedicto XVI por la mañana de este lunes 11.

Se creía a un Papa firme y, aunque anciano, lúcido y con pleno interés en recomponer las piezas que Juan Pablo II había dejado sueltas en los últimos años de su vida y que sacudieron el poder de El Vaticano entre acusaciones de curas pederastas venidas de occidente, corrupción en las cuentas bancarias vaticanas, el reclamo cada vez más airado de reforma social a un magisterio católico atorado en doctrinas del Medioevo y la pérdida a cántaros de fieles en el mundo propiciado por la reacción secular a cuestiones como aborto, diversidad sexual, género y ciencia.

Y no se sabrán los motivos ocultos que han propiciado la renuncia del Papa, más allá de lo argumentado por el mismo. Sin embargo, un asomo a éstos devendrán del ambiente previsto de aquí al 28 de febrero, fecha en la cual ha de dimitir oficialmente; pero sobre todo, del perfil del nuevo jerarca que ha de elegir el Cónclave cardenalicio por reunirse en la capilla Sixtina en unos 15 o 20 días, aproximadamente.

Si los cardenales eligen a un Papa emanado del primer círculo de Ratzinger, será claro que Benedicto XVI seguiría estando tras el trono de San Pedro y tomarían fuerza las razones físicas propuestas por él como motivos de su renuncia; no obstante que, tras de esto, los medios y el mundo católico comenzarán a cuestionarse sobre el estado real de salud de quien para entonces será un cardenal más, quizá cumpliendo su viejo sueño de sentarse a escribir en su natal Baviera. Pero, si el cúmulo de arzobispos eligen a un jefe lejano a las enseñanzas de Benedicto, sobre todo perteneciente al ala más reaccionaria de la cúpula vaticana asentada en los curas italianos, el mensaje para el mundo sería claro: El Vaticano está viviendo un reacomodo de poder.

En palabras del vaticanista Marco Politi, Joseph Ratzinger es un ser humano "profundamente racional y pragmático". Esto pinta de cuerpo entero su trayectoria política como hombre comprometido con las causas que abraza. Así pasó de pertenecer las filas de las Hitlerjugend, a ser un teólogo activamente progresista en la previa a la reforma social de la Iglesia que representó el Concilio Vaticano II de 1962, hasta revirar y convertirse en el principal perseguidor de teólogos, monjas y sacerdotes de la Teología de la Liberación (llamados "teólogos marxistas") desde su posición como director de la Congregación para la Doctrina de la Fe (exSanto Oficio), tiempos en los cuales reprimió a personajes como el exsacerdote franciscano y actual filósofo brasileño, Leonardo Boff, a su excompañero teológico Hans Kung y monjas reformistas en Estados Unidos y América Latina.

Sin embargo, al asumir como Papa, Ratzinger asumió ciertas posiciones de avance, y al mismo tiempo de amenaza a la intransigencia secular vaticana, como cuando se pronunció a favor de un limitado uso del condón ante el riesgo del VIH/Sida; o cuando expresó sus críticas a lo que él mismo concibe como "capitalismo salvaje" el cual -acusó-, "ha traído una crisis de desigualdad y pobreza". Ya ni se hable de su exitosa vista a Cuba del 2012, donde estrechó aún más los lazos de amistad entre La Habana y El Vaticano, a pesar de los intentos de protestas venidos de Miami, que inclusive, intentaron sabotear la gira tomando algunas iglesias para simplemente terminar en un ridículo mundial.

Pero, políticamente, algo de lo que más llamó la atención durante su pontificado de ocho años, sobre todo en los últimos dos, fue su llamado a tender puentes de encuentro ecuménico con África y Medio Oriente.

Al respecto, Benedicto XVI declaró su "cercanía espiritual" y expreso sus deseos para que "esta tierra pueda ser dirigida a través de un diálogo constructivo y la cooperación, a un futuro de justicia y de paz duradera". El asunto no cayó muy bien en los planes de Estados Unidos (ya de por sí molestos por su encuentro de La Habana) y de la Unión Europea por lanzar una nueva intervención militar en contra del mundo musulmán, especialmente Irán, como ya lo hizo en Irak y Afganistán y ahora lo hace en Mali y norte de África, bajo el pretexto de poner un alto al "extremismo islámico".

Estas declaraciones seguidas de su trabajo por concretarlas, condenaron a Ratzinger a estar restringido del apoyo del gran capital mundial, con el cual sí contó su predecesor Juan Pablo II, especialmente por parte de EEUU e Inglaterra en las décadas 70's y 80's cuando se propagó la estrategia machartista para combatir el comunismo internacional.

Pero, triunfante la contrarrevolución en la Unión Soviética y a pesar del nuevo auge del socialismo en Latinoamérica, el enemigo del eje Washington-Londres-Roma ya no sería la URSS sino el islamismo en los países árabes y africanos, sobre los cuales se erigen grandes intereses de explotación de recursos como petróleo, gas, uranio y otros minerales, justo cuando el capitalismo atraviesa una de sus más severas crisis de sobreacumulación que mantiene a varios países del Euro sometidos a recortes sociales, intervencionismo policiaco, y deudas impagables con el Banco Mundial; crisis sumada, claro, a la desvalorización del dólar y fuga de capitales estadounidenses desde la recesión del 2008 que la Casa Blanca no ha podido superar.

Frente a todo ello, es probable que la dimisión de Benedicto XVI sea una condescendencia a los planes de la cadena capitalista, tanto porque el Papa estuviera o no de acuerdo. Y si lo está, siendo el político "profundamente racional y pragmático" que es, Ratzinger estaría dando un paso al costado para no estorbar a eso que se trama y también él conoce; pero si no lo está ¿quiénes o qué coyunturas estarían obligando al pontífice a renunciar?

Quizá el mundo lo sepa antes de las pascuas, con el humo blanco que emane de la chimenea Sixtina que traerá consigo al nuevo Papa y con él, una respuesta que nos acerque a las verdaderas razones por las cuales Benedicto XVI ha dejado el cargo, mientras en los medios y las mesas de café se sigue afirmando que 'lo que pasa que le ganó la modernidad' o que 'nunca fue bien aceptado'. Tal vez. O es que tras la dimisión se esconden razones que el mundo está por conocer.

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