Fútbol del tercer mundo

Si la FIFA o los clubes dieran cuenta de su potencial, historias y sueños como los de,o, llenarían las planas de los periódicos. Así, se romperían los muros que separan al tercer mundo del primero.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.
DENVER, CO - JULY 14: Gregory Arnolin #18 of Martinique during the first half of a CONCACAF Gold Cup match at Sports Authority Field at Mile High on July 14, 2013 in Denver, Colorado. (Photo by Justin Edmonds/Getty Images)
DENVER, CO - JULY 14: Gregory Arnolin #18 of Martinique during the first half of a CONCACAF Gold Cup match at Sports Authority Field at Mile High on July 14, 2013 in Denver, Colorado. (Photo by Justin Edmonds/Getty Images)

gregory arnolin
Gregory Arnolin, de Martinica

A Nelson Mandela, quien demostró que el deporte puede unir a los pueblos

No tiene a Cristiano Ronaldo ni a Mario Balotelli, pero a diferencia de la Eurocopa, el torneo de la Copa Oro de la Concacaf ofrece más historias de inspiración fuera que dentro de la cancha. De hecho, este torneo marca una oportunidad de desarrollo como ninguna otra para pequeños países e islas de las Antillas.

Yo también soy apasionado del fútbol y tanto periodista como director técnico de televisión, pero lo que más me gusta de este deporte, son sus grandiosos procesos de catálisis social. El fuego que nace en los pechos de la niñez a cada patada de balón. Ese que aviva los sueños.

Son muchas las historias de triunfo de proyectos deportivos que han logrado alejar de la violencia a niños que posteriormente se han convertido en verdaderos cracks en las canchas. Me obsesiona, por ejemplo, la del joven ghanés de 18 años, Bayan Mahmud quien en el 2010, se subió y escondió en un barco y sin saber a dónde se dirigía, simplemente escapó de la sangrienta guerra entre tribus que cinco años antes ya había matado a sus padres y a un hermano. Finalmente llegó a la Argentina donde fue reclutado, alimentado, pensionado y nacionalizado por el club bonaerense Boca Juniors y ahora trabaja para convertirse en el "primer negro en jugar con la selección argentina".

Si el futbol puede restituirle la vida a un niño ghanés que escapó de la violencia hacia un país y una cultura desconocida ¿qué podría hacer por los pueblos de islas pobres, dominadas por el colonialismo o los bloqueos económicos, que participan en la Concacaf?

En el pasado partido entre la selección de México y la de Martinica, el defensa del Real Sporting de Gijón nacido en la Isla de Francia pero decidido a defender la playera martiniquense , Gregory Arnolin, declaró que un triunfo de su equipo ante el mexicano sería "una inspiración" para su pequeño país. Por su parte, el delantero del Belmopán Bandits de Belice, Deon McCaulay, afirmó que jugar Copa Oro "ha sido algo histórico para nosotros y todos los beliceños". Palabras de quien es el líder de goleo de las Eliminatorias rumbo al Mundial de Brasil 2014 a lo largo del planeta, por encima de Messi, Ronaldo o Ibrahimovic por lo que ya empieza a ser conocido como el "goleador desconocido", y que sueña con llevar a su selección a un mundial, algún día.

Y no es para menos. En un deporte dominado por el dinero, los anhelos humanos se ven rebasados por el sold-out. Es la estructura y la posibilidad de negocio lo que determina el éxito de una selección, aún si sus logros en la cancha los colocan muy por debajo de lo que su cuenta de banco indica. ¿Qué podría hacer un equipo como el de La Martinica frente al combinado de Canadá, si se comparan ambas infraestructuras futbolísticas y el desarrollo social de cada país? Y sin embargo, la colonia francesa de ultramar, dominada por París desde 1635 y parte de una de las Antillas menores donde casi todas las posibilidades de trascendencia radican en la emigración, logró vencer al seleccionado canadiense uno a cero, aún cuando el país de la hoja de maple ya ha sido campeón de este torneo y tiene a varios jugadores profesionales en la Major League Soccer de Estados Unidos.

A veces las brechas que se abren con lo político, se cierran con el futbol.

Y aun así hay sesudos analistas deportivos que se quejan y quejan porque este torneo incluye a selecciones antillanas o centroamericanas que, dicen, le restan calidad al torneo. Consideran que Belice, Martinica, Cuba, Haití o Trinidad y Tobago, no merecen pisar el mismo césped que Estados Unidos, México o Costa Rica. Un dejo de fascismo hay en sus consideraciones, si se piensa que ante el derecho internacional todas las naciones comparten posibilidades de desarrollo, al menos en el papel. Pero se cree que en el futbol no debe ser así pues todo está determinado por el ranking y el rating.

Y aunque es cierto que la Copa de Oro está diseñada para que siempre ganen los mismos, aún si, como en el caso de México, el equipo no tiene sistema ni talento; y aunque es cierto que la Concacaf ha sido acusada por cadenas como ESPN de corrupción y arreglo de partidos, la riqueza del torneo no acaba con los 90 minutos. El fútbol en los países menos desarrollados infraestructuralmente es igual o más talentoso que aquellos donde sí hay estadios profesionales y dinero de patrocinadores para becar a los niños. Y si la FIFA o los clubes dieran cuenta de su potencial, historias y sueños como los de Dean MacCaulay, Gregory Arnolin o Bayan Mahmud, llenarían las planas de los periódicos. Así, se romperían los muros que separan al tercer mundo del primero.

Popular in the Community

Close

What's Hot