Este maestro alimenta a sus alumnos con dinero de su propio bolsillo

Maestro alimenta a sus alumnos con dinero de su propio bolsillo

Habiéndose criado en un barrio de bajos ingresos en Albuquerque, Nuevo México, Marvin Callahan conocía de cerca la batalla contra la pobreza desde una edad temprana. Su padre iba a trabajar todos los días y su madre se quedaba en casa para cuidar a los hijos. La familia apenas podía salir adelante con su escaso salario.

Callahan recuerda haber asistido a una escuela católica y tener que llevar la cuota de la matrícula en un pequeño sobre cada mes. Su familia sólo podía pagar una fracción del precio total.

“Recuerdo esto claramente… La matrícula era $29 por mes, y mi madre enviaba $1, o $3, o $4, lo que tuviera”, dijo Callahan a The Huffington Post.

Aun así, Callahan dice que siempre tenía qué comer, incluso si era la misma comida cada día. Pero hoy en día, esto no es el caso de muchas de las familias que viven en el mismo barrio.

Como maestro de primer grado en las escuelas públicas de Albuquerque, donde ha trabajado durante 21 años, Callahan ha visto demasiados niños llegar a la escuela con hambre. Cuando empezó a trabajar, Callahan dice que no tenía ni idea que tantos niños y familias estaban sufriendo al grado de estar sin hogar o sin poder alimentar a sus hijos cada noche.

Es un tema de creciente preocupación en todo el estado de Nuevo México, que ha sido clasificado como la región de Estados Unidos con más hambre infantil los últimos dos años, con un tercio de los niños creciendo sin un constante suministro de alimentos. En la escuela primaria Comanche, donde trabaja Callahan, más del 60 por ciento de los estudiantes califican para el programa federal de almuerzo gratis o a precio reducido, informa NBC News. Y de los 87,000 niños inscritos en las escuelas públicas de Albuquerque, 6,000 están sin hogar.

Cuando sus niños tienen hambre, Callahan dice que puede verlo en sus rostros.

“Miro a los ojos de mis niños y puedo ver esa tristeza y aprensión, y la incomodidad de no poder ser pequeños seres poderosos, fuertes y simpáticos”, dice Callahan. “Los niños no tienen límites, pero los que no se están cuidando adecuadamente con la nutrición y el descanso adecuado… se nota”.

Callahan hace todo lo posible para ayudar a sus estudiantes, al menos durante las horas de clase. Cada mañana, comienza el día preguntándole a los 18 estudiantes en su clase de primer grado si han desayunado esa mañana, y si no lo han hecho, los manda a la cafetería para que coman o les da algo de comer de su propio suministro – que él paga de su bolsillo.

A veces, el almuerzo es la última comida del día para estos niños. Y aunque el programa de almuerzo de la escuela les proporciona comida a muchos estudiantes durante la semana escolar, los fines de semana son otra historia. Hace dos años, Callahan creó un programa de mochila para mandar a los niños a casa con comida el viernes por la tarde – dos desayunos, dos almuerzos y dos cenas – para que tuvieran qué comer hasta el lunes.

“Es difícil irme a casa algunos fines de semanas cuando los niños están diciendo, ‘No quiero ir a casa porque no tengo nada en casa’”, dice Callahan. “Decidimos que íbamos a hacer algo. Juntamos a algunas personas, discutimos cómo íbamos a hacer esto y obtuvimos unas ideas sobre cómo funcionaría un programa de mochila”.

El programa, que Callahan dirige con la ayuda de la consejera de la escuela, Karin Medina, y otros miembros de la comunidad, ahora envía a 37 niños a casa con mochilas llenas de comida cada fin de semana. Maestros jubilados vienen los jueves para llenar las mochilas con alimentos como barritas de desayuno, avena, macarrones con queso, beefaroni y pavo en rodajas – cosas que los niños pueden preparar solos fácilmente. El viernes por la tarde, voluntarios de quinto grado reparten las mochilas a los niños que se han inscrito al programa.

“Es un trabajo atareado”, dice Callahan. “Una de las cosas que dijimos cuando empezamos era, ‘No sabemos cómo lo vamos a sostener, pero vamos a hacer lo que sea necesario’. Eso sólo significa tender la mano y pedir mucha ayuda”.

Aunque Callahan ha estado satisfecho con el éxito del programa de mochila, el cual ha estado recibiendo donaciones consistentes de los miembros de la comunidad y organizaciones locales, ya está trabajando duro para proporcionar más recursos a los estudiantes necesitados, entre ellos ropa de invierno y apoyo familiar.

“Te sorprendería saber cuántos niños llegan a la escuela, y les preguntas si tienen un abrigo y simplemente no lo tienen”, dice Callahan.

También quiere proporcionar apoyo a los padres a través de cenas gratuitas y eventos educativos, tales como talleres de redacción de résumé y de finanzas, que tomarían lugar en la escuela por la noche.

Para Callahan, una de las partes más gratificantes del programa de mochila es la forma en que ha juntado a la gente – él y su esposa, los miembros de la comunidad de la escuela – en sus esfuerzos para apoyar a los niños necesitados. Pero al fin y al cabo, no hay mayor recompensa que ver a sus estudiantes crecer, aprender y prosperar.

“Tienes que pensar de ellos como seres humanos… Los cariñosos, dulces, adorables alumnos de primer grado en mi salón”, dice Callahan. “Me gustaría poder llevar a todos a mi casa, pero no puedo. Sólo espero que cuando llegue a casa y abra el refrigerador y haya comida allí, que ellos cuenten con lo mismo”.

La versión original de este artículo fue publicada en HuffPost Impact por Carolyn Gregoire. La traducción es de María Guardado.

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