Con un poco de estabilidad restaurada, Estados Unidos repatria a una ola de pandilleros a América Central
Después de cumplir con sus condenas, muchos pandilleros fueron deportados a América Central, donde rápidamente se convirtieron en una fuerza dominante. “Establecieron sus propios dominios dentro de estos estados casi fallidos”, dijo O’Rourke. “Otra vez, se puede ver cómo se puede tener la situación que tenemos hoy en Guatemala, El Salvador y Honduras”.
La representante Karen Bass, demócrata de California, recordó haber crecido en Los Ángeles y haber visto cómo el problema de las pandillas evolucionó en un problema de deportación. “Recuerdo que sí deportamos a muchos, muchos salvadoreños”, dijo Bass durante una conferencia de prensa el mes pasado. “Exportamos un problema de las pandillas que luego floreció en esos países, y ahora estamos teniendo un efecto contrario al buscado”.
Robert López, que cubre las pandillas para el periódico Los Angeles Times, dijo a NPR que muchos de los miembros de las pandillas deportados prosperaron en sus países de orígenes. “He hablado con pandilleros veteranos que recuerdan los primeros días cuando llegaron, a principios de los 90 y a finales de los 80, y estaban allí con sus pantalones sueltos, sus cabezas rapadas y sus tatuajes de pandillas. Y esto fue muy atractivo para los jóvenes salvadoreños”,
dijo López. “Uno de los miembros de una pandilla recordó haber iniciado cientos de nuevos miembros en cuestión de varios días”.
Sánchez fue uno de los que regresó. En el verano del 1994, fue deportado a El Salvador, un país que ya no conocía. Llegó con la dirección de su abuelo garabateada en un pedazo de papel.
En El Salvador, encontró un ambiente en el que la cultura de pandillas prosperaba. Apenas dos años antes, los Acuerdos de Paz de Chapultepec habían terminado más de una década de guerra civil, pero el país permaneció violento. La tasa de homicidios estaba a 139 por cada 100,000 en 1995, mucho más alta que cualquier otro país en la actualidad. Las instituciones públicas de El Salvador fueron debilitadas y sus familias fueron divididas por la guerra y la migración.
Las calles estaban llenas de niños sin hogar, conocidos como “huelepegas”, quienes eran acosados por la policía mientras mendigaban por monedas. Al igual que Sánchez en Los Ángeles, estos pequeños encontraron un refugio en las pandillas. Admiraban sobre todo a personas como Sánchez, quienes habían pertenecido a lo que los jóvenes locales consideraban las pandillas estadounidenses más glamorosas que habían visto representadas en la televisión, dijo Sánchez.
“Todo lo que tenían que hacer estos niños era ponerles un número en la cara e ir a pedir dinero y la gente estaba aterrorizada de ellos”, dijo Sánchez. “Antes, los trataban como mierda (sic). Ahora, decían, ‘Por favor, no me hagas daño’”.
Las pandillas que se originaron en Estados Unidos como Mara Salvatrucha (MS-13) o Barrio 18 son quizás las más conocidas, pero otros grupos similares surgieron en los países del llamado “Triángulo Norte” de Centroamérica -- El Salvador, Honduras y Guatemala.
Aunque los deportados trajeron muchas de estas pandillas a América Central, Steven Dudley, director de InSight Crime, una publicación especializada en temas de seguridad en América Latina, dijo que sería un error concluir que los deportados crearon el problema de la violencia en la región.
“La idea de que los deportados en sí mismos son la causa del problema de las pandillas en América Central es errónea”, dijo Dudley a HuffPost. “Sin duda ha sido un factor que ha contribuido, pero hay muchas razones para creer que las condiciones en las que estos deportados se han integrado son las que han permitido que estas pandillas aumenten”.