El misterio de la Lanza del Destino

El misterio de la lanza con la atravesaron el costado de Jesús

La Lanza Sagrada, o Lanza de Longinos, constituye uno de esos misterios que no tienen explicación, una historia que ha perdurado por miles de años, y que todavía hoy no se puede descifrar.

La historia de la Santa Lanza se origina en el Evangelio según San Juan, 19: 33-37:

“…pero llegando a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y este es verdadero; él sabe que dice la verdad para que vosotros creáis, porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: “No romperéis ni uno de sus huesos”.

Este pasaje se refiere a la costumbre romana de romper las piernas a los crucificados; era un método doloroso de acelerar la muerte durante la crucifixión. Momentos antes de que los soldados cumplieran con su práctica, vieron que Jesús ya había muerto, y por ello pensaron que no había ninguna razón para romperle las piernas. Sin embargo, para cerciorarse de su muerte, un soldado clavó su lanza en un costado. Ese soldado fue Cayo Casio Longino, o Longinus. Según San Mateo y San Marcos, la divina naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado:

“Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”. (San Marcos, 15:39)

La tradición dice que José de Arimatea, un adinerado coleccionista cercano a Jesús, obtuvo el permiso de Poncio Pilatos para llevarse su cuerpo. Lo colocó en una tumba de su propiedad, en la noche del Viernes Santo. Arimatea además, conservó la cruz, los clavos, la corona de espinas y el sudario del que Jesús se levantó al tercer día. También la copa de la última cena, y la lanza citada en el evangelio, que fueron llamados respectivamente, el Santo Grial y la Santa Lanza.

Las historias posteriores de José con el Santo Grial y la Lanza fueron tema de leyendas y relatos fantásticos en casi toda Europa. Los escritores medioevales, vincularon estas sagradas reliquias con las aventuras del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, predominando la idea de que la lanza, había sobrevivido en el tiempo, y quien la poseía, adquiría un poder especial. Este poder podía ser usado tanto para el bien como para el mal.

A principio del siglo XX, existían por lo menos cuatro “Santas Lanzas” en Europa. Las más famosas, la que se conservaba en El Vaticano, (aunque las autoridades eclesiásticas nunca le atribuyeron poderes especiales, sino más bien la condición de reliquia), la otra, la llamada Lanza de los Habsburgo. Es esta posiblemente la que esté más rodeada de misterio.

Las tradiciones germánicas afirman que la Lanza de los Habsburgo fue llevada por Carlomagno en el siglo IX, durante 47 campañas victoriosas. El folclore indica además, que le había conferido poderes de clarividencia. Carlomagno murió cuando la dejó caer accidentalmente. La lanza pasó a manos de varios monarcas sajones, grandes conquistadores, entre ellos el célebre Barbarroja, quien, al igual que Carlomagno dejó caer la lanza, y murió pocos minutos después.

¿Qué camino siguió recorriendo la Lanza del Destino, y a qué manos llegó? Definitivamente a aquellas menos pensadas: Adolf Hitler.

Hitler era anticristiano, pero simpatizante del ocultismo. En la tradición ocultista, un objeto sagrado contiene un poder misterioso, y su energía puede ser utilizada para el bien o para el mal. Estaba obsesionado con la lanza y su leyenda, se apoderó del tesoro de los Habsburgo y lo trasladó a Nüremberg. Al tiempo, y después de los bombardeos aliados de 1944, Hitler ordenó que la lanza fuera enterrada en una bóveda construida especialmente. Seis meses después, las tropas americanas tomaban la ciudad, y mientras localizaban a supervivientes nazis, una compañía fue enviada en busca del tesoro de los Habsburgo.

Por casualidad, un proyectil había dejado al descubierto la entrada de la bóveda. El teniente William Horn entró y encontró la mítica lanza de Longinos. Tomó posesión de ella en nombre del Gobierno de los Estados Unidos, el 30 de abril de 1945, fecha registrada en los textos de historia. Hitler se ocultaba en su bunker en Berlín, sin tener ninguna comunicación con el exterior, ni tener noticias sobre lo sucedido, pero sugestivamente, horas después, cogió un arma y se quitó la vida.

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