Adopción: 'Ya era nuestro hijo. Era perfecto'

Adopción: 'Ya era nuestro hijo. Era perfecto'

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Dicen que detrás de todo político hay una mujer que lo apoya. Yo prefiero decir que “al lado” de un hombre con aspiraciones hay una mujer que lo sostiene, cree en sus talentos, vela por sus intereses y se ocupa de que el hogar sea un remanso de paz donde él pueda descansar de sus luchas. Pero no hablo de una administradora del hogar (no me gusta el término ama de casa) a tiempo completo. En este caso, Maggie Bonilla, la esposa de Jorge Bonilla, candidato a congresista de los Estados Unidos por el Distrito 9 de la Florida, es una mujer multifacética, analista financiera en Empresas Disney, madre (junto a su esposo) de Víctor Rafael (cerca de 2 años) y Luis Rafael (menos de 1 año), y totalmente involucrada en la carrera de su marido.

Maggie y Jorge Bonilla son padres por adopción, a través de un proceso esperanzador para muchas mujeres que no pueden ser madres y desean serlo con todo su corazón. Los Bonilla se casaron hace 11 años y desarrollaron una firme, sólida y amorosa relación de pareja. Les faltaba formar una familia, entiéndase, tener hijos. Después de muchas decepciones, un diagnóstico médico indicó que Maggie necesitaba una histerectomía radical. Fue un momento extremadamente difícil porque parecía desvanecerse el sueño de ser madre. Hubo desesperación y una gran sensación de impotencia ante lo que parecía imposible. Siguió a esto un proceso de luto emocional en la pareja, y ni hablar de adopción. Maggie creía que la única manera de ser madre era pariendo un hijo ella misma, de su sangre, que complementara la relación que tenía con su esposo.

En entrevista exclusiva con HuffPost Voces, Maggie contó:

“Cuando me sentí mejor, empezamos a visitar el Florida Baptist Children Home en Lakeland, Florida. Me enamoré de los niños, me conmoví, y hubiera querido llevármelos para casa, pero todavía soñaba con arrullar un bebé y tener la experiencia de ser madre de un recién nacido”.

Se decidió por la adopción de un recién nacido. Tuvo un solo impedimento mental sobre la adopción. De profundas raíces cristianas, pensó:

“¿Cómo es posible que una mujer pueda llevar un hijo 9 meses dentro de ella y entregarlo al nacer?”

Luego entendió que no debía juzgar, y que “dar en adopción es un gran acto de amor cuando una madre quiere que su hijo tenga lo mejor y ella piensa que no puede criarlo como él se merece. Es un amor que prefiere desprenderse y entregar al niño a unos padres que lo amen, velen por su bienestar y hagan de él un ser humano de bien”, expresó.

Los Bonilla pasaron por el riguroso proceso de determinar si estaban aptos para ser padres adoptivos: estrictas evaluaciones psicológicas y sociales, 10 clases de adiestramiento (MAPP), estudios sobre su hogar, su salud, su familia extendida, sus finanzas. Luego crearon un perfil de donde las madres biológicas escogen cuál pareja ellas creen que está más apta para adoptar a sus hijos.

Pasaron 2 años de espera, altas y bajas emocionales. Ellos habían pedido lo que Maggie deseaba: un bebé recién nacido, a quien ella pudiera alimentar, cambiar y dormir por primera vez. Esto toma más tiempo y es menos fácil que adoptar a un niño crecido, pero los Bonilla se mantuvieron en fe. En julio del año 2012 nació Víctor Rafael. Les habían llamado unas semanas antes, y los Bonilla aceptaron ser sus padres. Llegaron corriendo al hospital y lo cargaron acabado de nacer. Maggie le dio su primer biberón, le cambió su ropa y durmió la primera noche en la misma habitación de hospital que él.

La segunda noche, su madre biológica quiso dormir con él y entraron los nervios. ¿Se va a arrepentir? ¿Firmará los papeles? Ya Víctor se había robado el corazón de su madre, Maggie, quien velaría por él el resto de su vida.

“No estuve tranquila hasta que me dijeron que ella había firmado los papeles. Nos reunimos y la entrega del bebé fue un momento conmovedor”, comentó.

Hubo otra angustia. Era requisito que el bebé pasara dos noches en un hogar de transición antes de entregárselo a ella. “Esas fueron dos noches horribles para mí. No dormí nada, pensando en cómo estaría mi hijo. Yo misma me sorprendí. Me preguntaba: ¿Cómo es posible que una personita tan pequeña que acabo de conocer haya entrado en mi corazón de esta manera? ¿Cómo puedo amarla tanto, cómo cambió mi persona así, yo que soy tan lógica, tan analítica, tan objetiva? Yo no me sentía como su madre adoptiva. Yo me sentía como su madre”, compartió Maggie.

La pareja fue a buscar a Víctor Rafael. Continuaron el proceso de adopción, que incluye vistas en el Tribunal, más firmas de documentos, inscripción, todo lo demás hasta que la adopción quedó totalmente legalizada. “Ya Víctor era nuestro hijo. Era perfecto. Vino a complementar todo lo que yo tenía con Jorge. Ya éramos una familia”, dijo la esposa del candidato al Congreso.

De manera imprevista, el deseo de los Bonilla de tener familia se cumplió por partida doble. Cerca de un año después del nacimiento de Víctor, recibieron una llamada de la trabajadora social. La madre biológica de Víctor había tenido otro bebé. Solicitó que llamaran a los Bonilla antes que a nadie y les ofrecieran en adopción al hermano de Víctor. Maggie consultó con su esposo y, de inmediato, Jorge le dijo: “Lo adoptamos. Yo no voy a separar a dos hermanos”. Con el apoyo mutuo de siempre, añadieron a su familia a Luis Rafael, el hermano sanguíneo de Víctor.

Las madres biológicas nos quejamos de las malas noches, las carreras, el cansancio que causan los hijos. Maggie y Jorge Bonilla disfrutan su rol de padres con alegría, como algo muy natural, incluyendo las amanecidas, que comparten cuando Bonilla no está en campaña o reuniones de su candidatura. Según eran equipo como pareja, son un equipo en el cuido, las tareas y la crianza de sus hijos. Aún llena de trabajo, Maggie mantiene su nueva sonrisa de madre realizada y feliz.

“Es una gran responsabilidad levantar un ser humano, pero es tan gratificante sentir esos abrazos, escuchar cuando me dicen ‘mamá’, cuando reconocen mi voz y responden a su sonido, y me buscan. Es la experiencia más hermosa que he vivido jamás”, concluyó Maggie Bonilla.

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