Por presión pública, farmacéutica acepta salvar la vida de un niño

Por presión pública, farmacéutica acepta salvar la vida de un niño

#SaveJosh - #Salvenajosh - fue el hashtag que recorrió el mundo. Millones de personas se enteraron, millones se indignaron cuando la compañía farmacéutica Chimerix obstinadamente se negó a proporcionar a un niño de siete años gravemente enfermo el brincidofovir, un medicamento que le salvaría la vida.

Josh Hardy, dicen los médicos, su familia, tiene los días contados.

Este miércoles, la empresa cedió a la presión pública, al espectro de tener una imagen de maldad, a la inquietud de sus inversionistas, y aceptó proporcionar el brincidofovir. Aunque éste podría llevar otro día completo en llegar al niño. El tieimpo apremia. Cada hora es crucial.

El brincidofovir, o CMX001, es experimental, aún no ha sido aprobado por el gobierno, pero existen vías especiales para enfermos en estado crítico que permiten a la empresa ayudar.

"¡Gloria a DIOS!", escribió Aimee Hardy, la madre del niño en su cuenta de Facebook. "Van a entregar la droga a Josh!!!"
Y el padre del niño, contó a la prensa que recibió una llamada del presidente de la empresa, Kenneth Moch,anunciándole la buena nueva.

Hasta el día anterior, Moch era la faz pública de una empresa sorda a los ruegos de centenares de miles que clamaban por Josh. Se entrevistaba varias veces por día con el mismo mensaje: un repetido no.

Pero este miércoles cambió totalmente a una imagen de benefactor: "soy feliz por Josh y soy feliz por muchos pacientes. Hallamos la manera de ayudar a Josh y a otros pacientes que lo necesitan, y son muchos", dijo a la prensa. Pese a su "spin" magistral, la negativa inicial podría ser muy costosa para la empresa.

Josh Hardy sufre de un adenovirus, una complicación del cáncer contra el cual ha luchado, exitosamente, durante casi toda su corta vida. Está en el hospital de niños St. Jude en Memphis, Tennessee, en situación crítica, en la sala de cuidados intensivos. Requiere ayuda para que su corazón y sus riñones funcionen. Vomita sangre varias veces por hora. La familia sigue ahí, con él, aferrándose a la última esperanza.

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Al final, no fue la razón, ni los ruegos de los padres los que convencieron a la farmacéutica. Ni siquiera que en los medios sociales y los medios de comunicación el nombre de la empresa aparecía con mayor frecuencia como el símbolo del mal y de la codicia corporativa.

Fue que los padres y quienes les ayudan se dirigieron directamente a la junta de directores de la empresa, a los representantes de los inversionistas.

El posible precio de su negligencia subió, y eso fue suficiente.

Pero puede que sea demasiado tarde. Con su obstinación, Chimerix quizás ha causado el mismo resultado nefasto y trágico que temía: que la medicina no alcance, o no funcione, porque el cuerpito del niño podría no reaccionar, porque está demasiado enfermo.

Porque ese, y no el dinero, era para muchos el motivo de la negativa.

No fue el dinero, porque cuando el presidente de la empresa Moch mencionó que cada caso de entrega de la medicina fuera del procedimiento regular le costaría a la empresa al menos 50,000 dólares, una caridad se apresuró a comunicarse y decir que ahí estaba el dinero, que ellos lo pagaban. La respuesta de Moch fue cortar la comunicación telefónica.

Si el brincidofovir fracasa en este caso extremo, el público podría desconfiar, los inversionistas echarse atrás, la FDA podría no aprobar en instancia final al fármaco. Muchos millones de dólares involucrados. Muchos miles de otras esperanzas.

Otras excusas: que por el tiempo que pierdan dedicándose a Josh atrasarían la entrega masiva de la medicina a miles que se pueden salvar, que la cantidad de medicina que tienen es mínima y no alcanzaría para todos, que solo tienen 50 empleados, que si aceptan entregársela a Josh deberán aceptar a centenares de otros enfermos incluyendo familiares de empleados, que si fuesen sus hijos también les negarían el remedio...

Ahora, se trata de vida o muerte. Otra vez: el tiempo apremia para salvar a Josh.

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