La mentira: tipos de mentirosos y cómo identificarlos

Así se identifica a un mentiroso

Los hombres mienten más a menudo que las mujeres y lo peor es que mienten ocho veces más para su propia conveniencia que por hacer un acto de bondad. La mayoría de las veces, las mujeres mienten para hacer sentir bien a alguien o evitarle un dolor.

La mayoría de la gente miente un promedio de 7 veces diarias y según aumentan en edad, mienten menos. También mienten menos las personas que tienen excelentes relaciones con otras personas de su mismo sexo, y las personas responsables. Mienten más, en este orden, los manipuladores, los extrovertidos y los irresponsables. ¿Por qué mienten?

  • Por esconder algo
  • Por diversión
  • Para probar las reacciones de otro
  • Para herir
  • Para fingir lo que no son o lo que no pueden hacer y no se atreven a enfrentar
  • Para lucir mejor ante los demás
  • Para no los hagan responsables o los culpen por algo
  • Para que no los castiguen por algo que hicieron

De acuerdo con varios estudios, en mayor o menor grado todos mentimos, pero hay unos mentirosos más inofensivos y otros muy peligrosos. Estas son las principales categorías de mentirosos:

  1. El ocasional - Miente solo de vez en cuando y por divertirse o salir del paso ante una pregunta.
  2. El frecuente - Dice tantas mentiras que no recuerda lo que dijo ni le importa. Es descuidado y para salir del paso improvisa una mentira con otra.
  3. El suave - Planifica sus mentiras y las une a expresiones verbales y no verbales que le dan veracidad a lo que dice. Todos le creen durante un tiempo. Cuando es descubierto o ve que alguien ya no le cree, busca a otros a quienes representarle el mismo drama de mentiras.
  4. El compulsivo - Miente aunque la verdad sea más fácil de decir y manejar. En su mayor expresión, está tan “enfermo” que miente sin control, insiste en hacer creer lo que dice y, peor aún, él mismo se lo llega a creer como si fuera verdad. Llega a niveles patológicos, habituales y crónicos.

El problema de la mentira es que erosiona la confianza, que es la base de las relaciones humanas. La confianza es el ingrediente más difícil de desarrollar en una relación y el más fácil de destruir. Toma solo un engaño para hacer tambalear la confianza, destruirla y tener que reconstruir una relación. La mentira es difícil de manejar porque tiene algunos matices grises, como por ejemplo, secretos personales que cualquiera tiene el derecho de no compartir, pero alguien cercano puede considerar una “mentira” que se guarden esos secretos. Ese concepto es parecido a la mentira de omisión, cuando no se adelanta una información o se dice a medias.

Cuando alguien descubre que le mintieron reacciona molesto y se siente traicionado. Sin embargo, la mayoría de la gente no sabe manejar las verdades y cuando preguntan, muchas veces parece que cantaran aquella vieja canción “Miénteme más”. No sé qué les indigna más: si la verdad o la mentira. Cada quien se cree lo que su salud mental quiere creer. A veces es a nosotras mismas a quienes más le mentimos. Y mentirse a uno mismo, consciente o inconscientemente, es la peor traición que podemos hacer contra nosotras. Es un insulto a nuestra inteligencia.

Supongamos que prefieres la verdad. ¿Cómo te das cuenta de que te mienten? El lenguaje corporal, especialmente facial, siempre delata al mentiroso. Recuerda que mentir requiere mayor esfuerzo mental que decir la verdad (que lo que requiere es valor o “agallas”). Como consecuencia, el que miente se pone ansioso y hace lo siguiente:

  • Parpadea mucho.
  • Te evade la mirada o te mira demasiado fijamente.
  • Cuando le preguntas, sus respuestas son cortas.
  • Comete errores en el habla y usa muletillas como “jm”, “mmm”.
  • Tal vez, por el contrario, habla rápido como si se hubiera memorizado un libreto y si le repreguntas, pierde la coherencia.

Un consejo… Antes de enfrentar a tu mentiroso, asegúrate de que estás preparada para escuchar la verdad. Nunca preguntes algo cuya verdadera respuesta te imaginas y no quisieras o no estás preparada para escuchar. A menudo, el otro sabe que aunque preguntes, no quieres saber la verdad. Pero aceptar una mentira es mentirte a ti misma y como dice el viejo refrán: “La verdad, aunque severa, es amiga verdadera”.

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