Hispanos envejecen entre dos mundos: con fe, optimismo y tradiciones

Hispanos envejecen entre dos mundos: con fe, optimismo y tradiciones

Segunda y última parte.
Lea aquí la primera parte.

“Señor, dame fuerzas como al búfalo, como al águila”, es una de las peticiones que Loida Medellín hace fervorosamente a Dios en sus oraciones cada madrugada.

A sus 75 años de edad, la mexicana originaria de Toluca, se llama “una adoradora” de Dios y Jesucristo y esa fe es la que la libra de toda enfermedad y le provee de todas sus necesidades materiales y afectivas, dice.

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“Es una necesidad para mí orar en cuanto me despierto para dar las gracias al Todopoderoso y pedir por mi familia”, señala Loida, quien durante el día se encarga del cuidado de su biznieta Sofía de 3 años de edad en apartamento.

Inmigrante en Estados Unidos desde hace 12 años, también asegura convencida que Dios la trajo a este país para bendecirla. Además, aquí viven seis de sus 8 hijos y la mayoría de sus 24 nietos y 12 biznietos. Por todos reza todos los días.

Y esa práctica no es extraña entre la población hispana en Estados Unidos.

Según el estudio “Manteniendo la fe: religión y espiritualidad entre los hispanos mayores de 40 años de edad”, elaborado por la Asociación Americana de Personas Retiradas (AARP, por sus siglas del inglés), 9 de cada 10 hispanos en Estados Unidos reza regularmente y el 97% lo hace por su familia.

Y para Loida, su fe lo fue todo en el tiempo que su vida se volvió muy difícil en México, cuando su esposo la dejó con sus 8 hijos cuando éstos eran pequeños y ella sola los sacó adelante con su trabajo de secretaria ejecutiva. “Lo único que me quedó en ese entonces fue una casa grande, suficiente para criar a mis hijos, a los que nunca les faltó nada”, explica.

Ella piensa seguir envejeciendo en Estados Unidos, hasta que Dios lo permita, dice. Al emigrar vendió un terreno en México que le permitió comprar su propio apartamento en Dallas, en el que vive con su hijo menor.

“Nunca pensé en mudarme a vivir a este país, pero cada vez viajaba más seguido para visitar a mis hijos hasta que me pidieron que me viniera para estar cerca de ellos y de mis nietos”, indica.

En el tiempo libre que le deja el cuidado de su pequeña biznieta, prácticamente se dedica a estudiar la Biblia, a orar y escribir poesías con motivación religiosa. También viaja invitada por alguna nieta, como recientemente lo hizo a California donde estuvo durante dos meses.

Loida está muy orgullosa de que toda su descendencia conserva las costumbres mexicanas en sus vidas, desde el español hasta la forma de vivir, comer, festejar y el valor de la familia. Todos sus nietos y biznietos son bilingües y para ellos sigue siendo “abuelita” y no “grandma”, a pesar de que también comparten la cultura estadounidense.

Cultura y tradiciones, positivas

“No todo sobre la cultura mexicana es negativo, los hispanos tenemos prácticas que nos salvan y protegen la vida en mejores condiciones y un factor de fortaleza en nuestras gentes que cuando envejecen los hacen llegar a cumplir más de los 80 años de edad”, comenta la doctora Susan González Baker, directora del Centro para Estudios Mexicano-Americanos de la Universidad de Texas en Arlington.

Para la académica, existen suficientes evidencias que sugieren que la controvertida “paradoja hispana” es un fenómeno real. “Sin embargo, es más prominente entre los inmigrantes, en la primera generación que conserva todavía el estilo de vida de sus países, sobre todo los mexicanos”, menciona.

González Baker sostiene que la segunda y tercera generaciones de hispanos van perdiendo esas tradiciones y se asimilan a la cultura estadounidense, adquiriendo hábitos que les hace desarrollar obesidad y con ello, más incidencia de enfermedades y ataques cardiacos.

“En la primera generación de inmigrantes se perciben costumbres más arraigadas de no fumar, de beber menos alcohol, de mantener la dieta tradicional original basada en más vegetales frescos, tortillas y frijoles”, señala.

En lo general, los inmigrantes son más saludables que la población total de la misma edad y ubicación, en gran medida también por la fuerza sicológica que desarrollan al adaptarse a una nueva sociedad, país y grupo de reglas y costumbres.

Aparte, la naturaleza de sus trabajos en Estados Unidos y ese factor sicológico, “los hace que sea un grupo que está en mejor forma sicológica y físicamente”, agrega.

En la población mexicano-americana, la paradoja hispana desaparece, externa González Baker, porque ya los hijos de los inmigrantes adoptan las prácticas de los mensajes corporativos de este país.

La experta enfatiza el aspecto de una actitud positiva entre la población hispana. La razón podría explicarse en la mezcla de costumbres, fe, esperanza y propósito de vida.

“En la práctica, hemos visto que los mexicanos inmigrantes reportan menos dolor físico en los hospitales cuando se internan y requieren menos dosis de analgésicos contra el dolor. No sabemos si ellos están declarando menos dolor o si realmente sienten menos dolor. No sabemos aún si es una actitud de ellos hacia el dolor o es real”, revela.

Considera que sería un buen objeto de estudio para llegar a una conclusión.

Para González Baker, la asimilación a la sociedad estadounidense podría enfermar a los hispanos más que retener sus prácticas tradicionales de vida.

Definitivamente, “hay cosas qué aprender del estilo de vida mexicano y tal vez sería positivo adoptar un sistema de prácticas biculturales para las nuevas generaciones de hispanos”, añade.

Sólo de esa manera, podríamos sostener un debate completo sobre las políticas que deberían adoptarse para lidiar con el acelerado crecimiento demográfico de los latinos en este país, comenta.

Optimismo, buena actitud, ingenio

A Jacinto Barrera lo trajo el optimismo a Estados Unidos. Llegó de Río Verde, San Luis Potosí, en el centro de México, hace más de 40 años y sabía que sería para quedarse.

Pronto cumplirá los 65 años de edad, pero aún no piensa ni remotamente en retirarse pronto de su negocio de servicio y remodelación de piscinas. Al contrario, recién compró varios acres de tierra para montar una compañía de venta de árboles. “Soy muy ambicioso y me siento muy bien de salud para seguir trabajando y ayudar a mis nietos a tener un mejor nivel de vida”, afirma.

“Nunca he pensado en el momento en que me retire, no puedo imaginarme en levantarme tarde o no trabajar, mi mente y mi cuerpo lo siento de 20 años todavía”, asegura.

Beneficiado con la amnistía migratoria de 1986, Jacinto considera la migración como un hecho natural. “Todos emigramos de algún lugar, de cualquier raza o país, mis padres emigraron de un pueblo a otro dentro de México, se va por lo que se busca en la vida”, dice.

En su caso, explica que ha sido una actitud de trabajo positiva la que le ha valido para sobrevivir a trabajos físicamente pesados y hasta peligrosos. “¿Qué nos hace andar en el frío, en la lluvia o en las alturas?, eso no importa ni me afecta ni me domina, soy muy optimista, muy positivo”, abunda.

Lo único que lamenta es que no estuvo presente para disfrutar los últimos años de vida de sus padres, aunque le quedó el consuelo de ayudarlos económicamente en todo ese tiempo enviándoles remesas mensualmente. “Es un hueco que queda, un vacío en uno”, dice.

El inmigrante mexicano ha estado casado 35 años y tiene dos hijos adultos, uno es maestro y su hija es contadora. Tiene también 4 nietos.

Jacinto carece de seguro médico en Estados Unidos para atender sus padecimientos y dice que no le atemoriza. Sufre de diabetes y de intensas alergias desde hace muchos años, pero está renuente a participar en lo que él llama “un negocio de explotación que no cura”.

Por eso, cada vez que requiere de atención médica, prefiere viajar a México. “Desde que llegué de San Luis Potosí sufría de alergias que por años nunca pudieron curarme en este país, hasta que un día me fui a Nuevo Laredo y allá sí encontraron remedio a mi mal. Ahora viajo a mi pueblo en Río Verde y me atiendo con un médico de cabecera a costos muy bajos y puedo irme en la mañana y regresar el mismo día”, explica.

Afirma que sus alergias están controladas con el tratamiento del médico mexicano y su diabetes con dieta y ejercicio. Todo va bien e irá mejor en el futuro, recalca Jacinto.

Un estudio del Centro de Investigación Pew (Pew Research Center) mostró que el 44% de los inmigrantes hispanos encuestados, son los más optimistas respecto a que el futuro de sus hijos será mejor en este país, en contraste con el 33% de blancos y afroamericanos que respondieron con esa actitud positiva.

Texas es una tierra de contrastes. En este estado, hay condados donde la población vive realidades económicas dispares y extremas. “La diferencia en la expectativa de vida entre dos condados texanos como Anderson y Collin, puede ser tan grande como la que hay entre Estados Unidos y Bangladesh”, menciona Steven Austad, director interino y profesor del Instituto Barshop para Estudios de la Longevidad y el Envejecimiento del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.

Agrega que Estados Unidos no puede permitirse dos Américas dentro del mismo país y opina que “se requiere que las generaciones actuales de mediana edad y de ancianos se apoyen para un entendimiento mutuo que avizore soluciones futuras”.

Aparte, Texas cuenta con el primer lugar en número de personas sin seguro médico, unos 5 millones, o sea el 20% de la población y de ellos, el 37% son hispanos. Según un reporte de la Asociación Médica de Texas, en 35 de los 254 condados se concentra el 80% de las personas sin seguro y señala que en las 28 ciudades más grandes del estado que incluyen Houston, Dallas, San Antonio, Austin, Fort Worth y El Paso, se reúne un porcentaje mayor de gente sin seguro que en todo Estados Unidos.

“Aún estamos en pañales”, señala la doctora Rebeca Wong, directora del Centro Who/Paho de colaboración sobre envejecimiento y salud de la división médica de la Universidad de Texas en Galveston y profesora de ciencias sociomédicas en el Centro Sealy, en referencia a la investigación y estudios sobre la forma en que envejecen los hispanos en Texas, especialmente la población inmigrante.

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Yolanda González Gómez escribió esta nota informativa como parte de la Beca para periodistas sobre envejecimiento de la Fundación Metlife, un proyecto de la Sociedad de Gerontología de América (URL: http://www.geron.org) y New America Media (URL: http://www.newamericamedia.org)

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