No permitas que tus posesiones te posean

¿Eres lo que posees?
woman sitting on couch with her ...
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Los niños de 2 años de edad pasan por una etapa desesperante. "¡Eso es mío, eso es mío!" Todo a su alrededor les pertenece: lo de ellos, lo que miran, lo de papi, mami y los hermanos, lo que está en la tienda y lo de los niños con quienes juegan. "¡Mííííoooo!", gritan con obstinación hasta que logramos enseñarles el concepto de compartir y de que no todo es de ellos. Los niños reflejan su deseo innato de controlar los objetos y afectarlos. Miran lo de afuera como extensión de ellos mismos. Esa necesidad natural de posesión les da seguridad y estabilidad.

¿Nosotros los adultos, somos distintos a ellos? No mucho. En mayor o menor grado, conservamos un fuerte sentido de propiedad. En algunas personas es más obvio y hasta obsesivo, y en otras es más sutil. Confiésalo. Lo tuyo es tuyo. Es que, de muchas maneras, las posesiones definen la identidad. Piensa en el afán del hombre por su auto. En un auto nuevo que él escogió porque se parece a él, ese hombre no quiere ver ni un rasguño, y mientras lo estrena, no sabe hablar de otro tema. Y con los televisores grandes y los equipos de sonidos es obsesivo, sobre todo con el control remoto, queriendo controlar todos los canales a la vez en el equipo nuevo.

El afán de poseer es propio de los primates, que para tener identidad en el reino animal reclaman un territorio y lo marcan porque necesitan tener su propio lugar donde puedan ejercer control. Los humanos somos los únicos primates que nos apegamos a las posesiones de manera irracional, como si fueran extensión de nosotros. Otros de la misma especie usan los objetos mientras tienen una función. Nosotros los retenemos y nos apegamos a ellos aunque ya no sirvan ni tengan valor en el mercado.

Somos así desde la prehistoria. Hay antropólogos que alegan que desde hace más de 70,000 años, la humanidad ha creado y atesorado objetos a los que adjudica valor artístico tan solo para acumularlos. La tecnología de productos desechables debió haber terminado con esta necesidad humana de acumular posesiones, pero seguimos en lo mismo. El mejor ejemplo es que el 60% de los niños occidentales se apegan desde su infancia a juguetes o sábanas viejas casi en pedazos, y no hay quien los convenza de remplazarlos, aunque los sustitutos sean idénticos y nuevos. Miles de adultos todavía cargan con objetos de su infancia y separarse de ellos les causa una ansiedad que asusta. A que todavía tienes aquel oso de peluche con el que dormías de chiquita... ¿Verdad?

Tú (y yo y el otro también) necesitas llamar "mío" lo que ves como propiedad: tu casa, tu auto, tu trabajo, tu escritorio, tu negocio y todo lo que está a tu alrededor que es importante para ti o te trae gratos recuerdos de seguridad, estabilidad y amor. Tus posesiones definen tanto tu identidad y llegan a ser tan parte de ti que si las pierdes, ya sea por robo o porque se rompen, se dañan o desaparecen, lo conviertes en una tragedia personal y te sientes perdido (como decimos cuando perdemos algo: "No me encuentro" o "no soy yo"). El efecto de la pérdida depende de cuán apegado estabas al objeto y de tu posibilidad de remplazarlo. Tus reacciones son fisiológicas, emocionales y mentales. Además, tus posesiones revelan tus preferencias personales y la calidad de lo que escoges; hablan demasiado sobre ti y eso te hace vulnerable ante los demás. Este conocimiento es el que ha explotado la publicidad y el mercadeo durante décadas.

Ya no somos niños de 2 años y tal vez no gritamos "¡Mío!" porque no se ve bien, pero estoy segura de que hay posesiones cuya pérdida te causarían mucha ansiedad.

¿Cómo evitar que tu sentido de propiedad te afecte tanto?

  1. No permitas que tus posesiones te posean. Establece el orden correcto: tú eres la dueña y no ellas dueñas de tu persona. Tú las usas, pero no son extensión de tu persona. Tú eres y vales por ti misma.
  2. Aprecia, disfruta y cuida tus posesiones mientras las tengas, pero no al punto de dejar de disfrutar la vida a causa de ellas.
  3. Anualmente, examina si estás acumulando objetos que ya no usas. Deséchalos, dónalos o véndelos sin ponerte excusas para retenerlos. Lo que no has usado durante un año, no lo necesitas.
  4. Si pierdes algo, se rompe, se te daña o te lo roban, sé realista. Todo lo material se puede reemplazar por algo igual o mejor de lo que tenías. Quizás guardas algo insustituible, como lo que heredaste de tu mamá o de tu abuela, o algún objeto que te trae alegría y gratos recuerdos. Consérvalos en un lugar específico porque a fin de cuentas, definen tu identidad. Pero si los pierdes, tal vez ya no los necesitabas.

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