Un médico amigo me decía que realmente amamos con el hipotálamo, lo cual no suena bonito. En la era científica que vivimos se destaca que el cerebro es el centro de control del cuerpo, incluyendo todas las funciones, la espiritualidad y las emociones. Los neurocientíficos encontraron, a través de avanzados estudios con resonancia magnética, que las emociones y la espiritualidad están en la corteza límbica del cerebro. Esperábamos que este sustituyera al corazón en las expresiones de amor, diciendo algo así como "Te amo con todo mi cerebro". No es así aunque estamos cerca cuando decimos "no me lo puedo sacar de la cabeza". Pero el corazón no va a ser sustituido como responsable de las emociones amorosas y sabrás por qué.
Igual que casi todo lo que perdura, el corazón tiene una vieja historia como indicador de los sentimientos. En la Antigua Grecia, los que trataban la salud veían en el corazón como el asiento de todas las dolencias físicas y emocionales. La medicina de Roma, a través de su máximo exponente, Galeno, estuvo de acuerdo. Los egipcios también lo creyeron así porque era en el corazón que encontraban las respuestas a las emociones fuertes.
A pesar de las investigaciones, el corazón retiene su lugar. El cerebro es el responsable de las emociones, pero el corazón es el que envía las señales emocionales e intuitivas al cerebro. Las emociones están instantáneamente conectadas al ritmo del corazón, que se altera enseguida con cualquier emoción. Tú te enamoras, sientes mariposas en el estómago, te late más rápido el corazón, dices que el corazón se te quiere salir y te falta el aire. Pero la lista de síntomas empieza en el corazón, el iniciador, el que envía el mensaje para que el cerebro envíe mensajes al resto del cuerpo (como los nervios, por ejemplo).
¿Te das cuenta? Seguimos amando con todo el corazón... fisiológica, mental y emocionalmente.
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