Tortura y desaparición en El Salvador, una herida infestada

Tortura y desaparición en El Salvador, una herida infestada

contrapunto

Por Hugo Sánchez

"Cuando miras mucho tiempo el interior de un abismo, el abismo también mira tu interior.
Nietzsche

“Cuando empezaron a desaparecer, como el oasis en los espejismos, a desaparecer sin últimas palabras, tenían en sus manos los trocitos de cosas que querían”
Mario Benedetti


SAN SALVADOR - Magdalena es una víctima de tortura. Ella fue capturada dos veces por los cuerpos de seguridad del Estado salvadoreño en los primeros años del conflicto armado, desde entonces lleva la “marca de la bestia” en la piel, escrita con hierro ardiente. Ella vive para contar su historia, muchos otros no pudieron, fueron torturados y desaparecidos. Esa historia parecería que solo ocurrió en el pasado, pero a 20 años de la firma de los acuerdos de paz, los torturados y desaparecidos en El Salvador siguen, la violencia da un nuevo rostro, un nuevo hechor, un nuevo “motivo”, pero el dolor es el mismo.

El ministro de Seguridad y Justicia, David Munguía Payes, dijo recientemente que hasta finales de noviembre del año pasado se registraban 658 desaparecidos y que la mayoría se encontraban entre los 14 y 25 años de edad.


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"Hemos encontrado en más del 90 por ciento de esta gente (desaparecida) tiene una relación con el tema pandilleril", dijo Munguía.

Pero un informe presentado por el Instituto de Medicina Legal revela que solo entre enero y abril de 2012 se contabilizan 876 personas extraviadas en el país.

Estas cifras no revelan, ni las de los homicidios, la tortura por la que muchos de los desaparecidos pasan. Pero los cuerpos si hablan, los cuerpos encontrados en cementerios clandestinos. El criminólogo Israel Ticas, de la Fiscalía General de la Republica, dice hablar con ellos, también dice ser su abogado, y le cuentan la barbarie que vivieron antes y durante su muerte.

Magdalena cuenta el modo en que operaron sus captores y torturadores, Ticas cuenta el modo en que actúan los nuevo captores, torturadores y homicidas. Que antes eran del Estado, ahora son hijos de la violencia heredara de los años “mozos” de la guerra.

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- Son dos torturas. Yo le voy a contar el testimonio de 1976-, dice Magdalena en tono parsimonioso.

A Magdalena la torturaron los de la Guardia Nacional, fue apresada por sus actividades dentro de la iglesia católica, enseñar la doctrina de esa religión fue su crimen.

Cuenta que en esos días eran unas 10 personas las que se reunían para adoctrinar a niños, de ese grupo ella es la única sobreviviente. Cuando Magdalena vio los primeros síntomas de persecución hacia su marido decidió irse a vivir con sus progenitores al Cantón Rodeo en La Unión. Ella y sus 5 hijos, uno recién nacido, se refugiaron, pero los hombres del grupo paramilitar de contrainsurgencia ORDEN (Organización Democrática Nacionalista), la habían identificado, y la apresaron.

Todo ocurrió la Semana Santa de ese año, anteriormente tanto los agentes de la Guardia Nacional, de la Defensa Civil y los de ORDEN, llegaban a preguntar por ella, el padre siempre negaba que ella estuviese allí, pero ese día, tras someter a ambos padres a fuerza de empellones, se la llevaron.

Amarrada de las manos la hacían caminar mientras las torturas iniciaban, su destino era San Pedro Perulapán, ahí le dirían la razón de su captura, sus delitos.

- Tu niño va a sobrevivir pero tu vida la vas perder-, cuenta Magdalena que le decían sus captores.

Cuando llegaron a su destino no sólo era ella la detenida, había muchas personas que corrían la misma suerte, todos, hombres y mujeres se encontraban amarrados. La madre de Magdalena se hizo presente al lugar, acompañada del bebé, pidió misericordia para su hija, pidió misericordia para que la dejaran libre con el recién nacido.

-Oí que lloraba ella, lloraba mi bebé y entonces mi mamá pedía que me dejaran por el niño. Ya después ya no la oí porque me llevaron a otra parte-, narra.

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Israel Ticas cuenta el modus operandi que se utiliza para la tortura, asesinato y desaparición de las personas, de sus cadáveres. No existe una única forma, son distintas, cada una más perversa, se pueden dividir por región geográfica.

-Modus operandi hay varios, cada día se van descubriendo modus operandi. Así como la justicia se va especializando, la delincuencia se va innovando, son nuevas metodologías con el objeto de dificultar a los investigadores la búsqueda de las pruebas y ocultar el delito-, explica Ticas.

Cada grupo, cada persona que realiza un hecho delictivo utiliza y crea su propia forma de matar.

Chalatenango. Ahí se utilizan fosas en forma circular de unos 50 centímetros de radio y un metro de profundidad. Parten en 14 pedazos el cuerpo de la persona y comienzan a ordenarlos. Colocan primero el torso, luego los brazos, partes de las piernas, los muslos, por último la cabeza y lo entierran.

-Es uno de los modus operandi que facilita esconder un cuerpo porque no hacen una tumba grande-, comenta el criminólogo.

San Martin. En un cementerio clandestino donde se encontraron 14 personas se adoptó una forma grupal para cometer los homicidios. Para que participaran cada uno de los hechores, ataban un extremo del lazo al tronco del árbol y otro al cuello de la víctima. Luego lo tiraban al suelo y lo agarraban de los pies, y lo halaban a modo de estrangularlo y tenían que participar todos.

Israel Ticas dice que lo complicado en estos casos es que no hay evidencia, porque el lazo lo eliminan fácilmente y no hay un arma como evidencia.

Joya de Cerén. Utilizan un torniquete de alambre de púas. Tienen a la víctima, le colocan el alambre de púas alrededor del cuello y le meten un palo, y comienzan a girarlo, cada uno tiene que darle una vuelta hasta que asfixiaban a la persona, abren la tumba y la entierran.

Ateos. Llevan a las víctimas, las asfixian, cuando ya están inertes les desfiguran el rostro con arma blanca, a modo que no las identifiquen, les quitan toda su ropa y la queman, el cuerpo solo en ropa interior lo lanzan a la tumba, la tapan y le están dando mantenimiento a la tumba para que no se vea y no la puedan encontrar.

Lourdes. Primero los desnudan, los desmiembran, les quitan la cabeza. A la mujer la violan antes, le introducen objetos en su vagina.

Ticas dice que es raro encontrar balas, en la actualidad solo usan arma blanca y estrangulamiento, porque la bala constituye una prueba.

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-Ahí fui violada, decían que me iban a quitar la vida y fui violada brutalmente, ya después de todo eso yo sentía que me estaba muriendo y mucha gente ahí la mataron. Después, a la medianoche llegaron los camiones de esos soldados de la Guardia Nacional. Me subieron en esos camiones-, Magdalena dice que fue trasladada hacia un cuartel de la Guardia Nacional.

Cada 15 minutos era llevada a un interrogatorio, las amarras ahora eran cadenas, seguía vendada.

-Me pusieron la capucha y allí me violaron también y después de todo eso me metían en unas pilas que tenían electricidad-, relata.

Magdalena paso como desaparecida durante ocho días mientras se encontraba cautiva en la Guardia Nacional, luego fue trasladada a la Policía Nacional. En ese lugar permanecía en unas celdas minúsculas, colgada de las manos con cadenas.

-Si me daba vuelta, me topaba la nariz, no me podía ni sentar ni acostar-, cuenta Magdalena.

Con ayuda de Socorro Jurídico del Arzobispado y de Monseñor Romero pudo salir libre temporalmente, cosa que otros no pudieron, unos que no se encontró ni el cuerpo.

-Allí fue donde se unieron las madres a buscar toda la gente que había sido capturada, pero de la que había sido asesinada no se dieron cuenta porque los llevaron a distintas partes. Al playón, a la laguna del Cerrón Grande. En todo eso han ido a tirar cuerpos humanos. Cuerpos que los familiares nunca enterraron-, cuenta con temor.

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Panchimalco y Rosario de Mora. Los matan con arma blanca y los meten con ropa, ahí todos se encuentran con ropa y algunos con disparos de arma de fuego.

Usulután. Los privan de libertad, los golpean y los lanzan a la tumba inconscientes y comienzan a lanzares piedras. Los cadáveres se encuentran lapidados.

Sonsonate y Santa Ana. Son llevados muertos hasta la tumba, son enterrados en posición fetal, amarrados con lazo o nilón de los pies de las manos y el cuello, y tapados de la boca.

Apopa. “No tienen un solo modus operandi para matar”, dice Ticas. Ahí los han encontrado en tumbas a un metro de distancia, sin ropa, asesinados por arma blanca o degollados.

Colón, finca El Cobanal, Según Israel Ticas esa finca “es un cementerio completo”. Él ha recuperado 22 cuerpos, la policía ha retirado otros 20 y todavía hay más. Ahí los matan y les lanzan todas sus pertenencias a la tumba. Son enterrados a 1,70 o 2 metros de profundidad. Siempre en los cafetales.

Apopa. Los van a entierran a las riberas de los ríos para que con el tiempo el rio se lave y se lleve los cuerpos diseminados.

-Cada cosa de esas es inteligencia de ellos, porque el cuerpo ya masificado cuando el agua llega hasta abajo, ya no hay mal olor, y el cuerpo lo puede desarmar rápido, no como si lo llegaran a tirar a la orilla del río, lo encuentran más abajo y comienza un investigación-, explica.

En Apopa también usan los patios de las casas, matan en la casa, quitan el piso o el cemento, entierran y vuelven a poner el piso. Otra forma de ocultar los cuerpos es en los cementerios generales, en tumbas existentes.

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Luego de salir de la Policía Nacional, Magdalena fue envía por un año a Cárcel de Mujeres, ella tenía 28 años cuando sucedió todo esto.

Pero no solo se llevó el recuerdo de las torturas, en una sus piernas permanece un sello colocado con hierro caliente, el cual dice era para identificar a los “subversivos” y luego matarlos. El sello se colocaba en las manos, pero por el gran número de personas que capturaron junto a ella, unas 300, se lo colocaron en la pierna.

-Yo tengo ese sello, y la gente que me lo puso lo va a pagar caro. Fue un gran grito que yo pegué, destemplado, porque uno tiene vendados los ojos, fue un terrible dolor, un grito y por eso yo no me canso de dar gracias a Dios, yo estoy sobreviviendo aunque mi familia fue masacrada- cuenta la sobreviviente.

Magdalena fue capturada nuevamente en octubre de 1989, cuando participaba en una marcha con el Comité de Madres de Reos y Desaparecidos Políticos de El Salvador (COMADRES). Cuenta que la volvieron a torturar, principalmente porque le encontraron el sello y la identificaron. Pero con la ayuda de sus compañeras de COMADRES logró salir en poco tiempo.

-Yo estoy enferma de los oídos, de la vista. Por más que me digan que mis heridas se van a sanar, a mí no me va a sanar, me voy a morir y nunca se me va a olvidar lo que me han hecho-, concluye Magdalena, quien sigue su lucha en COMADRES.

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El criminólogo Israel Ticas, sostiene que las formas de tortura y muerte que se ven en la actualidad son más atroces que las utilizadas durante la guerra.

-Pero esto que vemos acá es más grande, solo el hecho de ver la tumba en la que te van a meter es peor que te arranquen la uñas. Los desmembramientos, tener hasta 600 puyones en el cuerpo, que les cortan los senos, se arrancan tatuajes en carne viva. Quitarles el rostro, quitarles la piel de la cara, quitarles sus miembros genitales, metérselos en la boca y coserles la boca, eso no se veía durante la guerra-, dice Ticas.

Por su parte el ex viceministro de Justicia, Henry Campos, dice que la saña utilizada en los asesinatos en la actualidad es una herencia directa de los métodos utilizados durante la guerra.

-El aprendizaje de la violencia, modos de expresar violencia en un país que están enraizados en el país se siguen expresando, si ya teníamos una cultura de violencia desde años atrás antes de la guerra el aprendizaje de las torturas, de formas de ejercer daño a otros se siguió exaltando con el pasar de los años. Hoy esos modelos aprendidos de diversos maestros y por diversos sectores se siguen expresando en la calle por los criminales al ciudadano común-, señala.

Campos dice que el uso de para cometer asesinatos es un elemento maximizado durante la guerra y una herencia para los criminales de la actualidad.

-Fueron recursos que se aprendieron en la época la guerra, que se tradujeron en una asociación con el uso de armas de fuego y la ejecución de actos de barbarie-, explica.

Por otra parte el abogado señala que en El Salvador no se ha dado un proceso en el que los crímenes de guerra se hayan aclarado y juzgado, no ha existido un verdadero proceso de reconciliación.

Benjamín Cuellar, director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), ha dicho en ocasiones anteriores a ContraPunto que las cifras de homicidios reportadas en El Salvador en la época de posguerra, y por lo tanto la tortura a la que son sometidas la víctimas, tiene a la base la impunidad vivida durante y después del conflicto.

-¿Por qué ocurre esto? Por la impunidad en primer lugar que está a la base de todo, que permite que el crimen organizado, ya sea en su expresión de violadores de derechos humanos, de corruptos o de traficantes de drogas, vehículos, órganos, personas, armas; no tengan castigo. El Salvador es paraíso de impunidad -, esgrime Cuellar.

Henry Campos dice que no pasar por ese proceso de justicia o de posponerlo a largo plazo, El Salvador no se desarrollara debidamente.

-Tenemos que pasar por un proceso de sinceridad, un proceso de verdad, de justicia donde intervenga las instituciones y recuperen la solvencia moral. Además un proceso de reconciliación en el que aceptemos todos como sociedad esa verdad y perdonemos a los demás, concluye.

Israel Ticas dice que los cementerios clandestinos a nivel nacional pasan de los 100, que si una persona no aparece en 8 días existe un posibilidad del 90 por ciento que se encuentre muerta. Él desde el año 2005 ha recuperado unos 655 cadáveres, de los cuales el 80 por ciento son mujeres, las que han sido violadas previamente. La mayoría de los cadáveres encontrados son de menores de edad.

Pero el dato más demoledor puede ser del que no se tiene registro, porque Ticas asegura que existe un gran número de personas que no denuncia la desaparición de su familiar por temor.

La herida que la violencia deja en la sociedad salvadoreña no sana, sigue ahí infestada, pudriéndonos de dolor, alimentando ese monstruo que duerme bajo la cama de la sociedad salvadoreña, arañándonos la espalda, aguándonos los sueños.

(*) Imagenes tomadas del Facebook de Israel Ticas.
Publicado originalmente en ContraPunto, aquí.

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