Al Travers, el sacerdote rompehuelgas de los Tigres de Detroit

La historia del sacerdote rompehuelgas del béisbol

** Hace cien años un mánager dirigió en Grandes Ligas sin conocer a sus peloteros.

** El pitcher estaba en camino de ordenarse como sacerdote católico y tiró juego completo.

** Los actuales campeones, Tigres de Detroit, habían ido a la huelga en respaldo a Ty Cobb.


CORAL GABLES, Florida (VIP-WIRE).- Antes de Marvin Miller al frente de la Asociación de Bigleaguers (1966-1982), hubo varios intentos de huelga y algunas que llegaron a estallar. Una de las más recordadas surgió hace cien años, en 1912, y fue en respaldo de Ty Cobb.

Aquella vez los Tigres armaron un róster de puros rompehuelgas, y el más famoso de ellos tiró un juego completo. Era un joven de 20 años, que estudiaba para ser sacerdote católico en el St. Joseph`s College, de Philadelphia, llamado... Bueno, como pelotero pasó a la historia bajo el nombre de Al Travers, pero en su rol de cura, era el reverendo Aloysius Joseph Travers.

Moraleja...: Ser rompehuelgas no es pecado.

El seminarista Travers era un rubio espigado, de seis pies una pulgada y 180 libras de puros músculos, porque practicaba a menudo varios deportes, especial y frenéticamente el beisbol.

Cuando participó con otros en los entrenamientos para armar el róster del St. Joseph, fue eliminado por falta de calidad para esa categoría.

Pero, “mira ¡qué cosas tiene la vida!”, las Grandes Ligas le abieron las puertas poco después vía Ty Cobb, y en pleno Shibe Park, de Philadelphia, la casa de los Atléticos de Connie Mack, entonces el equipo más ganador.

La aventura comenzó cuando un joven amigo de Al, compañero suyo del Seminario, llamado Jimmy Bannister, le informó en la mañana del 18 de mayo de aquel 1912...:

“Oí dcir que andan buscando jugadores para las Grandes Ligas”.

Travers sonrió, porque presumía era una broma. Pero Bannister insistió...:

“Síííí´Al, dicen que todo cuanto hay que hacer es presentarse al estadio, si es que uno quiere jugar pelota... Si yo jugara como tú, pues iría”.

Travers, desechado de la pelota seminarista por mediocre, tuvo sin embargo, el entusiasmo juvenil suficiente para emprender una aventura en la cual nada tenía perder. Además, era sábado, por lo que no había clases, disponía de todo el día libre. Se armó con el guante y los zapatos que usaba para jugar, se presentó en Shibe Park, y pronto lo llevaron al clubhouse de los Tigres, donde el mánager, Hugh Jennings, estaba desesperado armando el róster para el juego de esa tarde, a la una y media.

“Soy lanzador derecho, señor”, respondió Al a la pregunta obligada. Y Jennings no pudo ocultar su emoción. No tenía tiempo para chequear a todos los peloteros que le iban llegando. Así exclamó, más que dijo...:

“¡Eres el abridor del juego de hoy! Anda a uniformarte. Te voy a pagar 20 dólares diarios”.

Este curioso y único Capítulo de la historia del beisbol había comenzado tres días antes, en Yankee Stadium, cuando Ty Cobb, en pleno juego, subió a la tribuna para perseguir a un fanático gritón. El presidente de la Liga Americana, Ban Johnson, quien era un disciplinario severo, suspendió a Cobb indefinidamente.

Por eso, al viajar a Philadelphia, los demás peloteros de los Tigres decidieron declararse en huelga, hasta que Cobb fuera devuelto a la acción. Aún cuando obedeciera al paro, un forfeit hubiera significado la pérdida de la franquicia por el propietario de los Tigres, de acuerdo con las reglamentaciones de la época. Por eso el mánager Jennings y sus coaches, James (Deacon) McGuire y Joe Sugden, se declararon en emergencia, y desde el día anterior, el viernes 17, buscaban los sustitutos rompehuelgas por todo Philadelphia.

Y, ¡asombroso!, ha sido la única vez en cerca de siglo y medio de Grandes Ligas, que mánagers y coaches han presentado un club sin tener ni idea de la calidad de sus jugadores.

El futuro sacerdote Al Travers, lanzó los nueve innings, pero no porque lo hiciera bien frente a la excelente alineación de los Atléticos, sino porque no había otro. Le ganaron 24-2 y le conectaron 26 incogibles, 16 de las carreras fueron limpias. Pero Al se anotó siete asistencias sin error alguno, ¡mil puntos a la defensiva!.

Al día siguiente terminó la huelga, cuando Johnson anunció que suspendería a todos los Tigres de por vida si seguían sin jugar. Además, les impuso una multa de 100 dólares por cabeza. Ty Cobb estuvo castigado durante una semana, y cuando regresó a la alineación el sábado 25, tuvo pagar 50 dólares de multa.

Mientras, Al Travers había vuelto el lunes 20 a sus oraciones y estudios, a los cuales se entregó hasta ordernarse de sacerdote. Numerosas veces, ya de negra sotana, se le vió en las tribunas de los juegos de pelota de todas las cateorías, no solo de las Mayores. Y en más una oportunidad se le oyó decir...:

“Mi fortuita y fugaz aparición en Grandes Ligas fue un premio de Dios. Y es uno de mis recuerdos favoritos. Entre lo mejor que me ha ocurrido en la vida, solo superado por haber sido escogido para desempeñar el Ministerio del Señor”.

Dentro de unas semanas, el 19 de abril, hará 45 años de la muerte del sacerdote Aloysius Joseph Travers, o el bigleaguer Al Travers. Víctima de dolecias cardíacas, dejó de existir a los 76 años de edad en Philadelphia, donde también nació, estudió, jugó en las Mayores y ejerció el sacerdocio.

Jbeisbol5@aol.com

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