¿Quién me escondió a las 'garotas'? (Parte I)

¿Quién me escondió a las 'garotas'? (Parte I)

Advertencia: Esta columna está basada en focus groups realizados en lugares desconocidos y no en las experiencias personales del autor. Está prohibida su lectura a las mujeres.

En este difícil trabajo de recolectar información útil para el género masculino, me vi en la sacrificada obligación de aceptar colaborar en la realización de un documental del Halloween en Río de Janeiro para una productora independiente.

Una de mis asignaciones en Río de Janeiro es lograr que la mayor cantidad de mujeres hermosas ("garotas", como dicen en portugués), me den declaraciones de algunos puntos que se verán en este programa.

Empecé a trabajar desde que me monté en el avión el viernes. Puse mi radar a funcionar pero a la media hora de vuelo, le comenté enseguida a mi jefe, un productor mexicano que habla cinco idiomas, (no sé porque me impresiona tanto la gente políglota): "Marco, no veo ninguna "menina", debe ser porque este avión hace escala en Panamá; me imagino que allí se montarán muchas para ir a su casita en Brasil…" . Marco se reía y me dijo, "No va a ser fácil… Igual ya contactamos a algunas modelos", a lo que le respondí enseguida, "Tranquilo, yo he puesto a recitar a italianos, franceses, ingleses, lo que he querido... son técnicas que he aprendido a través del tiempo..." (Debo confesar que estaba muy confiado).

Cuando el avión aterrizó en Panamá, veo una hermosa morena como de seis pies de altura, trasero prominente, cintura de avispa y labios provocadores... estaba en primera clase y como a 10 filas delante de mí, estaba bajando su equipaje de mano del compartimiento superior. No la perdí de vista, ella iba con una amiga que no lucía muy agraciada, pero qué importa si al final sólo salen las que escoja el jefe, eso que llaman "edición"...

Nos bajamos del avión y me dirigía a hacer el transbordo a otra aeronave; sólo teníamos 15 minutos para hacerlo y eran cerca de las siete de la noche.

Me le acerco a la garota y le digo "Buenas noches". Al parecer no me escuchó y seguía dándome la espalda, por lo que muy suavemente con mi dedo índice le toco el hombro y cuando le voy a decir "disculpe", increíblemente se va la luz en el aeropuerto. La mujer metió un grito terrible, yo también me asusté, y lo que hice fue agacharme a buscar mi equipaje, de mano, no se veía nada, pensé que podría ser un atentado, y se me pusieron las manos frías. A duras penas pude prender mi teléfono y por consiguiente, el roaming internacional, el Internet 4G, y puse el número de una periodista amiga para llamarla y darle la exclusiva.

Los niños lloraban, y se empezaba a escuchar gente pelear por sus supuestas maletas. Yo no veía al grupo de gente con quien viajaba, todo era un caos, hasta que de repente llegó la luz. ¡Qué alegría, qué tranquilidad! Lo triste es que en esos tres minutos desapareció mi garota, al igual que mis nuevos compañeros de trabajo temporal, y por arte de magia, aparecieron en mi teléfono más de 10 mensajes de texto, uno de los cuales me recordaba el gigantesco cargo adicional que me iban a cobrar por el roaming internacional y me aconsejaban comprar uno de esos paquetes de 100 dólares.

Estaba un poquito molesto, pero en ese momento llegó Marco y enseguida me mostré como el más cool del mundo. Me dijo: "Acabo de ver pasar a tu garota rumbo a aduanas". Yo obviamente le contesté: "Sí claro, estaba hablando con ella cuando se fue la luz, imagínate que me abrazó del susto, la pobre se tenía que ir, además no era brasilera, sino chilena..."

A las siete de la mañana aterrizamos en Río de Janeiro y a las 11 de la mañana ya estaba caminando las playas de Copacabana con una productora y un camarógrafo en busca de posibles entrevistas.

Voy a hacer sincero, toda la vida se nos ha dicho a los hombres que Río de Janeiro es el paraíso erótico para nosotros, por las miles de garotas dispuestas a satisfacer nuestros más perversos deseos. Hasta en Wikipedia dice que en Río De Janeiro hay muchas más mujeres que hombres, todas las postales muestran hileras de mujeres tumbadas en la playa con diminutos hilos dentales mostrándolo todo... Pero después de caminar por cuatro horas la extensa playa de Copacabana me arrodillé en su arena y grité: ¿Quién me escondió a las garotas?

No se pierdan mañana la segunda parte de esta historia.

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