Advertencia: Esta columna está basada en focus group realizados en lugares desconocidos y no en las experiencias personales del autor. Está prohibida su lectura a las mujeres.
No sé si son los años, o sencillamente es algo de nuestros tiempos y todos lo estamos viviendo; pero en mi opinión el abrazo ha pasado a cumplir un rol cómplice en las relaciones amorosas de un hombre y una mujer. Durante la juventud, un beso sellaba nuestro amor; después vinieron los años en que solamente el sexo podía darnos la seguridad de que era nuestra, pero ahora se me da por pensar que un abrazo inmortaliza un amor o en algunos casos, canaliza la pasión prohibida. (Espero que después de esta columna me sigan abrazando…)
Ahora es muy común ver en su empresa a Ramón abrazar a Lucía todas las mañanas y todas las tardes al saludarse. Ambos están casados y tienen hermosas familias, ambos quieren ser fiel a su pareja, ambos son muy espirituales, ambos se desean.
Ramón jamás le hará una insinuación rosa a la joven Lucía quien cada mañana lo abraza más fuerte; ya empieza a dejar caer sus mejillas sobre su pecho y Ramón la aprieta con sus antebrazos por la espalda y siente cómo ambos suspiran y disfrutan los 4 segundos que dura ese encuentro. El intercambio de pasión entre ambos es suficiente para tener una energía adicional para laborar el resto del dia. Cuando llega la tarde los "compañeros de trabajo" se empiezan a buscar con la mirada para advertirle al otro que salgan juntos de la compañía. Al despedirse, sin decir nada, ambos voltean hacia todos lados para que nadie los esté viendo y así poder darse un apretado abrazo que les transmite una gran atracción y un placer sublime con solo tocar sus cuerpos con ropa, cartera, laptop y bolsos que interrumpen un poco tan preciado momento. El abrazo es la caricia cómplice de esta parejita que vive su amor imposible día tras día, el cual conserva la elegancia y un rito del que carece el beso, una profundidad, una duración, un acoplamiento de los cuerpos necesario y exigente.
Ahora es mucho mas común que una chica te dé un beso en la mejilla pero no un fuerte y prolongado abrazo. Hay que prestarle mucha atención en cómo nos abrazan; es muchas veces la única forma "socialmente decente" de decirnos de que estamos en sus mentes y que nunca se sabe si podría haber un futuro, así sea solo para una corta aventura.
Otro abrazo que siempre marca nuestras vidas es cuando le decimos adiós a un ser amado. Esas últimas temblorosas palabras de un rompimiento siempre finalizan con un infinito abrazo de gratitud, amor y lealtad. Bueno, aunque algunas piden la revolcada de despedida pero ya ese es otro tema… Volviendo a ese novelesco final, ese último abrazo resume muchas veces lo bien que la pasamos con esa persona y mas aun, cuando en ese borroso momento, tu ahora ex novia te dice: "¿Por qué no me abrazas, nene?", y te ves en la dolorosa obligación de decirles: "Amor, hace tiempo que te tengo abrazada…"
Y el último abrazo al que quiero hacer referencia es el de la familia. Mi madre y mi padre siempre me dicen cuando me ven partir lejos: "Dame un abrazo hijo", y es como parar el tiempo al mejor estilo de Cortázar y hundirse, someterse y reconocer el amor fraternal; debe ser una delicia también algún día poder pedírselo a un hijo.
"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos... el abrazo es la mejor manera…" dice un cartelito que alguien decidió colgar en Facebook.
Sí… ya sé que muchos creen que esta columna no la está escribiendo Orlando Segura, sino su dramática hermana menor, pero es que compadres, a veces uno amanece así, romántico, patético y con ganas de un abrazo… Se les quiere, nos leemos mañana.
Y TÚ, ¿CUÁNTO ABRAZAS? COMENTA ESTE TEMA
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