Samy sufrió por discriminación: 'Gordito, cubano, judío y gay... No encajaba en ningún lugar'

Samy a punto de entrar a 'Mira quién baila', comparte su dolor

Es imposible no soltar una carcajada cada vez que Samy, el estilista de las celebridades, sale con sus originales comentarios en "Despierta América" mientras le cumple el sueño de cambiarle el look a una televidente. Sin embargo, esta persona alegre y positiva, vivió una niñez de sufrimiento. A punto de debutar en la tercera temporada de "Mira quién baila' como uno de los competidores estrellas, este 9 de septiembre por Univision, el simpático peluquero revela un gran secreto, el haber padecido por discriminación: "Gordito, cubano, judío y gay... No encajaba en ningún lugar", dice.

Samy, ¿cómo fue que te convertiste de estilista de celebridades a bailarín célebre de “Mira quién baila”?
Unas de las productoras del show “Mira quién baila” se acercó a mi en “Despierta América” para hacerme la propuesta. Me dejó mudo, algo que nunca sucede. Me quedé en shock y enseguida le dije que sí pero que me dejara perder la barriga porque yo no puedo agacharme ni a abrocharme los zapatos.

Y ahora que ya estás comprometido, ¿sientes que hiciste lo correcto?
¡Sí! La verdad es que la gente de Univision ha sido maravillosa conmigo, me siento como un rey por primera vez. Es que yo me he pasado toda la vida mimando a todo el mundo, que se sientan bien y ahora me toca a mí. Me pasan a buscar con limousine, tengo chofer, dos asistentes, me tienen la comida que a mí me gusta. Estoy tan feliz que aviso que haré un chantaje de belleza para quedarme hasta el final. A todos los que voten por mí, voy a sus casas y las peino, les hago el color, les recorto el pelo (risas).

¿Qué significa este nuevo desafío para ti?
Primero es un honor y algo muy lindo. Que a los 58 años, después de haber estado tres décadas en Univision, piensen en esto es muy emocionante. Para mí significa un reto, me han hecho fijarme en mí, en mi persona. Porque aunque he sido brillante en cada uno de mis logros, no olvidemos que he levantado un imperio, pero en cuanto a mi imagen no. No creo que soy guapo, y como siempre he sido gordito…

Te ves muy seguro de ti, ¿has sufrido por no verte como quisieras?
No soy yo. Cuando era niño en la escuela no me escogían para ninguna de las actividades. En educación física tiraban una moneda de 25 centavos para ver qué equipo se quedaba con Samy, entonces al que le tocaba protestaba. Me hacían sentir muy mal. Yo era gordito, cubano refugiado, judío y gay… No encajaba en ningún lugar, era como el rompecabezas que le falta una pieza. Esa negatividad en mi vida me ha hecho luchar muy fuerte para llegar a donde estoy, a lograr que la gente me quisiera.

FERNANDO ARAU

¡MIRA QUIEN BAILA!

¿Cómo te sentiste bailando?
Comencé a hacer ejercicios con un entrenador que se llama Jencarlos. También a uno de los bailarines del show lo contraté para que me empezara a dar clases. Siento rico, a mí me encanta la música, tengo ritmo, me muevo. Cuando tú eres cubano eso brota.

¿Qué opina tu pareja de este paso, de la exposición que te va a dar esto?
Alex ha sido mi pareja durante 36 felices años. Él ha sido el aire bajo de mis alas, que me impulsa. Yo soy el creativo, el soñador y él me baja de la nube. Nosotros cuando comenzábamos éramos dos muchachos, muy pobres pero con muchas ilusiones y él me siguió en todo. Yo me hice millonario a los 40 años y a los 50 los perdí todo y tuve que empezar de nuevo y ahora vendí la compañía a 60.000.000 de dólares. Cuando me hicieron la propuesta, le pedí que me dijera lo que pensaba, porque al principio yo tenía bastante miedo. El fue la persona que me dijo que si yo me gozo la televisión y ahí debo estar.

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Después de haber sufrido la discriminación, ¿hoy te sientes orgulloso de ser gay, judío y exiliado cubano?
Sí. Gracias a Dios que de esa discriminación a mí me dio por ser exitoso. Pero yo entiendo que cuando a estos muchachos le pasan estas cosas terminan suicidándose. Con mi familia vivíamos en refugios. Mi papá tenía dos trabajos, ganaba un dólar la hora y todas las semanas me daba un dólar para que me comprara una tarjetita de beisbol. Quería que yo jugara, pero gracias a Dios ya existe un Sammy Sosa y me puedo correr de eso (risas). Con el dólar que me daba me iba a comprar tintes de pelo, mi elección siempre fue otra. De niño supe que era diferente al resto del equipo, hoy me siento feliz de serlo.

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