Sergio García ayuda a explicar la Acción Diferida

No puede ser abogado por indocumentado; ahora ayuda a los DREAMers

En un traje cuidadosamente planchado y una camisa color turquesa, Sergio García se aventuró a confrontar el calor de Los Angeles y se presentó en la entrada del edificio de CHIRLA, la Coalición de Derechos Humanos de los Inmigrantes en Los Angeles.

“Hola y buenos días… quiero darles las gracias por su paciencia”, dice a los centenares de jóvenes indocumentados que forman una fila que desemboca en el edificio y da una vuelta alrededor de la manzana. Han estado esperando durante todo el día, algunos de ellos desde las 3 de la mañana. Es que necesitan la ayuda para llenar su solicitud de acción diferida que CHIRLA les ofrece.

Antes de volver a la oficina le regala al guardia de seguridad su botella de agua fría.

“No, gracias, ya tengo una”, le dice el hombre.

En la oficina ofrece el número de su teléfono celular. Tiene que salir a una reunión con los voluntarios de la organización que le piden su asistencia.

“Envíame tu número de teléfono y yo te llamaré”, dice. “No te vas a ninguna parte, ¿verdad?”, dice en broma.

Observándolo, podría pensarse que García es un hombre libre de preocupaciones. Pero es todo lo contrario: está en medio de un caso legal de gigantescas proporciones.

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García, un indocumentado, está en proceso de apelar ante la Corte Suprema de California para que se le permite practicar la ley como abogado en este estado.

Como la gente que se apretuja fuera del edificio de CHIRLA, García no tiene papeles de inmigración. Se graduó de abogado, pero no puede trabajar en su profesión. Pese a que tanto la Barra de Abogados de California como Kamala Harris, la procuradora general del estado, aprobaron su solicitud, y pese a que pasó el riguroso examen, la secretaría de Justicia de la administración Obama opinó ante la corte que con base en una ley de 1996 que prohíbe beneficios públicos – entre ellos, la licencia de abogado – a indocumentados, la solicitud de García debe ser rechazada.

El caso le trajo fama internacional, pero García ahora está aquí, en Los Angeles, como voluntario, ayudando a los jóvenes DREAMers en el primer día de presentación de solicitudes para la Acción Diferida. En el inusual calor del sur de California está trabajando 21 horas seguidas para guiar a los estudiantes que esperan afuera. El plan permitirá la suspensión del proceso de deportación para quienes cumplan los requisitos.

El está excluido, porque la regla federal es para gente de 30 años para abajo, y García tiene 35.

“Lo que me trae aquí es que no quiero que esta gente pase por lo que yo estoy pasando”, dice García a HuffPost Voces, mientras camina por los pasillos de la organización.

Nació en México, pero vino a Estados Unidos a los 17 meses. Cuando tenía nueve años sus padres decidieron regresar a México y lo llevaron. A los 17, volvió a este país y poco después comenzó sus estudios universitarios.

Fue un alumno excelente. En sus equivalencias mexicanas a la escuela secundaria (high school) tuvo puros 10, o sea – puros A de EE.UU. Dice que en México aprendió a amar la escuela. Hasta lo eligieron presidente del cuerpo estudiantil local.

Aquí estudió en la Escuela Comunitaria Butte, de la que se transfirió a la Universidad Estatal de California en Chico, donde vive y donde completó estudios paralegales en 2005. De allí pasó a estudios de derecho en la Facultad de Leyes Cal Northern en Chico, de donde se graduó en 2009. El mismo año aprobó el examen de la Barra de abogados de California, pero no se le permitió la práctica en el estado.

Desde entonces, ha estado apelando el caso.

Aunque ya se le conoce en el norte de California, en donde concentra sus esfuerzos para ayudar a jóvenes indocumentados a someter sus pedidos de Acción Diferida, García prefirió venir a Los Angeles, en donde dice que podría ser más útil.

“Mi gente allí dice que los abandoné y protesta, pero aquí hay más que necesitan mi ayuda”, dice García refiriéndose a que dejó atrás un grupo de voluntarios en el norte de California para llegar a las oficinas de CHIRLA.

Desde que su caso se hizo público y García ganó notoriedad, ha incrementado el apoyo que recibe de la comunidad junto con la atención de los medios. Lo han entrevistado desde el New York Times hasta la cadena Univisión, y le llaman congresistas y senadores pidiendo almorzar con él. Pero su respuesta es siempre la misma: “quizás en otro momento; ahora estoy ocupado”.

Y no exagera.

García trabaja 21 horas por día. Para llegar a esta cita tomó un vuelo que salía a Los Angeles a medianoche, llegó a la 1 y a las 5 ya estaba en la organización. Su almuerzo fue un “cookie” de chocolate. Este viernes cumplirá el mismo horario, camino de regreso.

“No todos comparten mi pasión”, explica. “No todos quieren dar 21 horas por día, pero eso es lo que se requiere”.

Cuando vuelva a Chico seguirá trabajando, dando talleres explicativos sobre la Acción Diferida durante todo el fin de semana. Después irá a Miami para seguir prestando ayuda.

“En Florida las leyes son todavía más estrictas y tengo que estar para la gente que lucha y sufre”, dice.

A fin de mes comenzará una serie de conferencias en los campus universitarios del sistema de la Universidad Estatal de California en todo el estado.

Su fama reciente le trajo muchos seguidores. Gente de todas las esferas le mandan mensajes de apoyo a su cuenta de Facebook y una nueva de Twitter, que todavía trata de comprender, dice. Y le envían canastas de chocolates a su puerta.

Pero nunca los come. Ya le amenazaron anónimamente en el pasado y teme que haya algo peligroso o insalobre en lo que le envían.

Aunque lucha contra un horario imposible sigue en pie. El 26 de agosto, dice, tomará un descanso para llevar al doctor a su padre, que sufrió una herida en la retina en su trabajo. Además es el asesor legal de su papá.

Lo llevará al trabajo en la misma camioneta que usa para recoger sillas para uno de los talleres explicativos que llevaba a cabo antes de ser conocido, cuando él solo debía organizarlo todo.

“Dos años y medio atrás nadie era mi amigo, nadie me conocía”, dice García. “De pronto estoy en los medios de comunicación del mundo, alrededor del globo, con millones de personas que se enteran”.

Y ahora quiere usar esa fama para llamar la atención a sus causas. Ahora, organizaciones y políticos esperan el turno para trabajar con él.

Pero sigue sus actividades en favor del pueblo, de la gente. Cada par de horas sale de la oficina de CHIRLA y camina entre quienes todavía esperan.

“Quiero decirles que tienen el derecho de decir que no a las cámaras si no están a gusto saliendo en la tele”, dice a la gente en perfecto español.

“Es que quiero asegurarme de que los medios no molesten a la gente”, dice García, “y que sepan que tienen el derecho a negarse”.

Y mientras lucha por los derechos de los indocumentados por todos los medios a su alcance, no quiere celebrar hasta que sus objetivos hayan sido alcanzados.

“Ahora todo es trabajo, nada es goce. No vamos a celebrar hasta que no veamos el primer formulario de empleo, legal, para esta gente”.

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