Caravana por la Paz: Los Ángeles habla por Sicilia

Los Ángeles habla por Sicilia

Durante la visita de la Caravana por la Paz al Concejo de la ciudad, sus representantes abrieron los brazos a la causa del poeta

Javier Sicilia está nervioso. Con los músculos tensos y los ojos muy abiertos debajo de los lentes de armazón de metal, camina de un lado al otro, habla con la gente. Está molesto, irritable. Alguien le acaba de informar el plan para los minutos siguientes y no le gusta nada. Frunce el ceño sin que su sombrero de Indiana Jones se mueva un ápice, y sin darse cuenta empieza a levantar la voz. Viene un guardia de seguridad y le pide que se calle, el Concejo de la ciudad de Los Ángeles está en sesión. Sicilia le echa una mirada de reojo con un asomo de desdén; sigue hablando. Le vuelven a pedir que se calle. Sus compañeros sugieren seguir la discusión afuera del salón.

Desde el lunes al mediodía se veía venir esto. La presencia de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en el salón de cabildo del Ayuntamiento estaba programada para este martes a las 10:30 de la mañana, durante la jornada en la que sesionan los quince concejales, uno por cada distrito de la ciudad. En él, el concejal José Huízar, representante del distrito 14, sometería a consideración del pleno una resolución para dar la bienvenida al movimiento y para reconocer la responsabilidad de Estados Unidos en el tema del tráfico de armas hacia México.

Ese lunes fue un festín para los medios. Arriba de un templete en uno de los edificios históricos de la Placita Olvera, el centro fundacional del entonces Pueblo de Nuestra Señora de Los Ángeles, se sumaban a Sicilia actores y directores de Hollywood que sólo se ven en la pantalla. Por ejemplo los tres directores mexicanos más famosos: Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón. O el actor Diego Luna. O la actriz Kate del Castillo, quien fungió como traductora de Sicilia y a quien éste besó la mano al final de su intervención.

Pero abajo del escenario, algunos dirigentes de organizaciones civiles mostraban cierta preocupación. No había acuerdo en el tono y el lenguaje en el que estaría redactada la resolución y así no se podía avanzar. Por una parte, los activistas más radicales exigían que se estableciera claramente la responsabilidad del gobierno de Estados Unidos en la situación que vive México. Por otra, quienes llevan años dedicados al cabildeo trataban de buscar una redacción más diplomática, menos frontal. Arriba, Sicilia recordaba que por detrás de las armas que llegan a México están los muertos, los desaparecidos, el dolor. Abajo, una de las activistas veteranas iniciaba la revisión del texto. Hasta la tarde de ese día no se sabía si la resolución avanzaría en el Concejo, ni en qué términos se celebraría la reunión.

LEE LOS COMENTARIOS A ESTA NOTA Y AGREGA EL TUYO

Así que la mañana del martes Sicilia está irascible, a la defensiva. Una persona le dice cuál será el formato: pasarán a hablar ante los concejales, él dirá unas palabras, después tres familiares de víctimas contarán su caso. Sicilia frunce el ceño. “No, los casos no. El tema de las muertes y la justicia es nuestro, lo tiene que resolver nuestro gobierno”, se desespera. El guardia le pide que baje la voz o termine de arreglar su asunto afuera del salón. “Si vienen aquí a hablar de eso no entienden el sentido de la caravana”, continúa en el corredor. “Yo perdí un hijo, pero eso no es asunto de ellos. Aquí venimos a hacer agenda política”.

Mientras afuera continúan discutiendo, el resto de su equipo permanece adentro. Uno de sus acompañantes se hace cargo de las redes sociales y envía un mensaje por Twitter elogiando la práctica de participación ciudadana en el Concejo de Los Ángeles. En general, cualquier ciudadano puede venir a este sitio cuando sesionan sus miembros para exponer una preocupación o pedir una moción. A quienes acuden se les recibe y se les escucha con respeto. “Un ejemplo de democracia”, escribe el ‘tuitero’.

Finalmente una mujer avisa a Sicilia que sólo tendrá tres minutos para hablar. O los utiliza él para dar un mensaje a nombre de todos, o permite que hablen tres personas, un minuto cada uno. Llegan a un acuerdo, regresan al salón y esperan su turno.

El punto que precede a la presentación de la caravana en el orden del día corresponde a una moción para homenajear a la comunidad india en Los Ángeles. Portando atuendos tradicionales, ciudadanos indo estadounidenses se acercan al estrado para recibir el homenaje. Una chica empieza a cantar el himno nacional estadounidense. La audiencia se pone de pie, y un minuto más tarde las cámaras de los fotógrafos disparan hacia una de las bancas: Sicilia no se levantó de su asiento. Su mirada es retadora; se sabe transgresor, pero sabe también que está enviando un mensaje. La chica termina de cantar y deja su lugar a otra, que entona el himno nacional de la India. Esta vez Sicilia se pone de pie.

Toca el turno a la caravana, pasan los asistentes al frente. Sicilia se planta frente al micrófono rodeado por su grupo. El presidente del Concejo da la palabra a Huízar y el concejal se pone de pie. Huízar es conocido y querido por su comunidad. Es el primer concejal de Los Ángeles nacido en México, y en donde puede habla con orgullo de su natal Zacatecas. Entre sus anécdotas más contadas figuran la de su abuelo, que vino a Estados Unidos como bracero, y la de su padre trabajador, quien vendió una camioneta pick-up para que el joven José pudiera continuar sus estudios. Todos esperan escuchar el tono moderado del discurso de Huízar. Todos observan la reacción de Javier.

Caravana por la paz

“Déjenme decirles, colegas, que este grupo trae un mensaje que debe ser escuchado en México y en Estados Unidos”, dice antes de presentar al grupo. Huízar, de impecable traje, corbata y peinado, recarga las manos sobre su mesa mientras habla a sus compañeros. “No es necesario ir a Afganistán o a Irak para ver la magnitud de una tragedia humana; basta con ver más allá de nuestra frontera sur”. Entonces da las cifras que también aparecen en el texto de su resolución: 60,000 muertos, 10,000 desaparecidos, 160,000 desplazados. “En Los Ángeles tenemos la segunda población más grande de mexicanos en el mundo, sólo superada por la Ciudad de México. Pero muchos inmigrantes no pueden ir a ver a sus familias porque no se sienten seguros. Es mi caso también”.

Huízar se remueve un poco en su lugar, aprieta los labios, trata de contener un sollozo. “Ahora no puedo ir a casa porque no me siento seguro, algunos de mis parientes han sido secuestrados. Mucha gente tiene miedo y algo se debe hacer”. Hace una pausa, el sollozo es liberado. Se dirige a Sicilia. “Agradezco a la caravana por ponerse de pie, no es fácil. La gente tiene miedo, nadie quiere hablar de esa injusticia, pero ustedes decidieron enfrentar a gente horrible y por eso les aplaudo y les doy la bienvenida a la ciudad de Los Ángeles”.

Acto seguido habla de la resolución presentada este día, que por razones de protocolo será votada en dos semanas. El documento firmado por Huízar y por los concejales Tony Cárdenas, Richard Alarcón, Ed Reyes y Erick Garcetti –todos representantes de distritos con elevada población de origen mexicano- menciona las 6,000 millas que recorrerá la caravana con el propósito “honrar a las víctimas de la guerra contra las drogas viajando a través de Estados Unidos para crear conciencia entre la sociedad civil, demandando nuevas políticas públicas que favorezcan la paz, la justicia y la dignidad humana de ambos lados de la frontera”. En ningún apartado menciona la responsabilidad de Estados Unidos en el tráfico de armas a México.

“Aprobaremos esta resolución, colegas. Espero que la vean y se den cuenta de la seriedad de este asunto que está pasando ante nuestros ojos, porque aquí en Estados Unidos somos igual de responsables. Dejamos que las armas vayan fácilmente al sur, no hemos sabido ser líderes. Esperemos que esta visita brinde más luz a este problema”, concluye.

Sicilia no lo puede creer. Con los ojos muy abiertos, baja completamente la guardia. La actitud beligerante se transforma y vuelve a aparecer el hombre firme pero de mirada afable, que despierta empatía. Una vez más habla de los adictos a las drogas y las armas que vende Estados Unidos, detrás de los cuales están los muertos mexicanos, los desaparecidos, el dolor. Les invita a defender los ideales de sus padres fundadores, a reivindicar la democracia que, afirma, ha sido un modelo para el mundo. “¿Serán capaces de defenderla?”, les cuestiona.

Los tres minutos transcurren y Sicilia se retira con su grupo. Los concejales lo abrazan, la gente le toma fotos. Se despide amable antes de salir del salón, sonríe al guardia de seguridad. Baja la escalinata que lleva a la calle y ahí se dispone a leer el largo texto que llevaba preparado y para el cual no hubo tiempo. No hizo falta. En voz de sus concejales, la ciudad de Los Ángeles le dio la razón.

-¿Era lo que esperabas, Javier?

-No, honestamente no. Honestamente esperaba la simulación política de siempre.

-¿Te vas contento?

-Muy satisfecho.

Y sonrió.

Before You Go

Popular in the Community

Close

What's Hot