–Para Lydia Cacho, Gabriel Bauducco y todos mis colegas que sufren el acoso de los malos, malos
El futuro del Partido Acción Nacional (PAN) no parece tan cierto. Y es curioso que de todos los abrojos que se atraviesan en su camino a la recuperación, uno de los más importantes sea el mismo individuo que lo ha dirigido durante los últimos seis años: Felipe Calderón Hinojosa. Sólo algunos panistas se atreven a decirlo. Sólo algunos asoman la cabeza, y están en lo correcto: el Presidente tiene todavía mucho poder; entre sus familiares, sus amigos y él controlan gran parte de la vida institucional de ese partido, a pesar de que –y allí están los números– fue perdiendo poder, año con año, elección tras elección, hasta crear esa foto que nadie habría adivinado hace un sexenio: la foto del posible regreso del PRI a Los Pinos. Es evidente que Calderón no lo ve así. Nada que extrañe a nadie: su sexenio está marcado por la ceguera, la sordera, la cerrazón. Para él, la derrota es ajena a su desempeño como Presidente y no me voy a entretener en eso: sólo diré que, aunque no quiera, las dinámicas del mismo partido y del país terminarán por expulsarlo. Ese es su destino. Pero él está aferrado. Ciego.
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