Galería de sueños: José López, de 'yardero' a empresario

Galería de sueños: José López, de 'yardero' a empresario

Todos los días escuchamos acerca de personas que ven sus sueños truncados por una u otra razón. Pero también nos enteramos de que a pesar de todos los obstáculos que les pone la vida hay quienes sí llegan a cumplirlos.

HuffPost Voces encontró a tres hispanos que, enfrentando con enorme decisión todas las dificultades, han alcanzado el "sueño americano" a base de esfuerzo, un poco de suerte y, ¿por qué no?, circunstancias que quizás a todos se nos presentan pero no todos sabemos aprovechar.

He aquí la primera muestra:

José López tiene sesenta años de edad y es originario de El Burrión, un pequeño pueblo del estado mexicano de Sinaloa, de donde decidió salir el 19 de marzo de 1971.

"Nunca voy a olvidar esa fecha -recuerda con emoción-, a pesar de que han pasado muchos años. Yo estudiaba en Culiacán (capital del estado) la carrera de ingeniero industrial, pero la verdad es que los estudios eran muy pesados… no les ponía atención, andaba de vago y mujeriego; ya ve que cuando uno es joven pues está medio desubicado".

Cuenta José que se le hizo fácil meter su ropa en una maleta: "Un día miércoles, sin importarme lo que dejaba atrás, fui a pararme a un lado de la carretera frente a mi casa para pedir un 'aventón'… mi padre me miraba desde la casa y se acercó a preguntarme qué hacía allí con la maleta. Le contesté que había decidido dejar de estudiar y que me estaba arrancando pa’l otro lado porque todo mundo se iba pá'llá", platica con su acento y modismos sinaloenses.

Galería de sueños: José López

El padre de José, angustiado, hizo el intento de detenerlo pidiéndole que pensara bien las cosas.

"En México también hay oportunidades, me dijo, y me pidió que no me fuera, pero no lo pensé dos veces ni cambié mis intenciones. A mí me habían dicho que en Estados Unidos barrían los dólares, y yo quería ir a barrerlos también, porque nosotros éramos muy pobres. Mi padre ya no insistió pero dio a entender que yo no tenía mucho futuro porque sus últimas palabras fueron 'que yo no sabía trabajar'", platica José.

Cosechar cebollas… sin recibir paga

José López llegó como indocumentado a los Estados Unidos pero con una mentalidad muy clara: trabajar. "Al principio fue muy duro, pero nunca me he arrepentido. Hubo quien me hizo trabajar días y días en los 'files' de cebolla y terminó despidiéndome el fin de mes sin pagarme ni un centavo, como sucede con muchos de los que venimos como vine yo y que no podemos exigir nada por ser indocumentados. Afortunadamente encontré en el camino a Concepción, una extraordinaria mujer originaria de Chihuahua, que ya era ciudadana americana, con quien me casé y eso cambió mi vida", narra nuestro entrevistado.

La suerte de José ya estaba echada, ahora únicamente a él le correspondía llegar hasta donde quisiera. Su estatus migratorio había cambiado, ya era residente y nada le impedía realizar su sueño.

"Agradezco lo que la vida me ha dado y principalmente a mis suegros con los que vivimos por seis meses", dice José. "Mi suegro me consiguió trabajo en una empresa de jardinería y poco después ya ganaba un poquito más y pudimos comprar una casita que costó seis mil dólares. Era muy chiquita y muy viejita pero estábamos felices porque era nuestra. Ya tenía yo a donde llegar, y además es la casa en donde nacieron mis tres hijos".

Lo ojos se humedecen

Los ojos de José se humedecen al repasar aquellos tiempos de carencias. "Me dan ganas de llorar al recordar todo lo que pasamos. Cuando vienes a los Estados Unidos en busca del 'sueño americano', no sabes lo que te espera… se sufre mucho. Aquí tienes que luchar cada segundo de tu vida para salir adelante. Confieso que alguna vez pensé regresar a mi pueblo porque pensaba que este país no era mío… pero no me eché para atrás a pesar de que nunca pude aprender inglés bien, nunca puse atención para aprenderlo porque mi vida se me fue únicamente en trabajar día y noche".

Entre recuerdos mezclados con bromas, José no disimula el orgullo que siente por haber conseguido salir adelante.

"Sé que la mayoría de los que venimos a este país traemos la ilusión de salir adelante y tenemos una meta, y lo que sucedió conmigo fue increíble gracias a la ayuda de mi familia y a que todos hemos hecho un gran esfuerzo", reconoce el hoy empresario.

"Nunca voy a olvidar que llegué como indocumentado y que la residencia la logré porque mi esposa era ciudadana americana", afirma.

El sueño del "yardero" se aproximaba cada vez más a hacerse realidad. José fue contratado por la empresa Maclalen Nursery, donde permaneció un año, hasta que el destino lo puso frente a otro cambio en su vida.

"Un día estaba trabajando en una calle y se acercó a mí el mayordomo de otra empresa que me preguntó si conocía a alguien que quisiera trabajar con ellos y… bueno -se ríe-, el salario era mejor y fui yo quien se contrató con ellos por 11 años".

Pasan otros 22 años

"En Arizona es muy difícil trabajar bajo el sol, especialmente en verano. Teníamos que cargar en la espalda la máquina sopladora que pesa como 30 libras, y hacer eso todo el día. Tenía que trabajar de 14 a 16 horas diarias, sábados y domingos sin día de descanso. Afortunadamente nunca me enfermé", nos dice.

A pesar de que fueron tiempos de sufrimiento, José los califica como "muy bonitos", pero reconoce que por causa del trabajo no pudo darles todo el tiempo necesario a sus hijos.

"Sé que no estuve con ellos lo que yo hubiera querido, pero ellos saben que son mi todo", recuerda, y platica que el mayor de ellos, Félix Antonio, siempre lo acompañó a "hacer las yardas".

"Nos íbamos en mi 'troquita', una 'chevroletita' muy viejita, del año 69, a trabajar. Elizabeth y María José, mis dos hijas, y su mamá, que siempre fue ama de casa, se encargaban de que al llegar nuestro hogar fuera una delicia".

A esta altura de la plática, el gesto de José cambia al recordar la sabrosa comida típica mexicana cocinada por su esposa que los esperaba al llegar. "Nunca faltaban los frijoles, el arroz, el caldo de pollo, de res y todas esos platillos tan ricos".

Recuerda también a otros dos miembros de la familia muy queridos: Simón, un gatito al cual su esposa quería mucho y un perro que se llamaba Oso. Por esos días José decidió darle "una manita de gato" a su casita para venderla y hacerse otra. Nuevamente se aproximaba un cambio en su vida.

Veintidós años de arduo trabajo en empresas de jardinería dieron a nuestro entrevistado conocimientos y experiencia suficientes para que se sintiera listo para pensar en formar su propia empresa.

"Era tiempo de hacer mi sueño una realidad. Tenía 22 años trabajando con los mismos patrones y miraba que mis hijos iban creciendo. Me dije, 'Si yo sé todo sobre las yardas, ¿por qué no poner mi propio negocio?'. Hablé con mis hijos y decidimos sacar una licencia de contratista".

Un sueño hecho realidad, "López Landscaping"

El paso estaba dado. Los López, ya empresarios, se dieron a la tarea de ir casa por casa, ofreciendo sus servicios a sus futuros clientes. Los esfuerzos de más de treinta y cinco años de arduo trabajo empezaron a germinar.

"En 1993 empezamos el negocio en nuestra casa, pero los vecinos nos 'pusieron el dedo' porque vivíamos en una área residencial y nos obligaron a salirnos. Un día llegó un inspector quien nos explicó que no podíamos estar así, le pedí tiempo para cambiarnos y todos nos dimos a la tarea de buscar un terrenito para reubicarnos.

José López y su familia vivían al oeste de Phoenix, en una área llamada El Mirage, en medio de campos agrícolas, y muy cerca de ahí encontraron lo que sería el fin de un sueño y el principio de otro.

"Cuando miré el terreno de dos acres le dije a mi hijo que era demasiado grande, pero él, al fin joven y con ambiciones como las que yo había tenido cuarenta y dos años atrás, me alentó a comprarlo. Una vez instalados, empezamos 'a hacernos' de nuestro tractores y de un vivero, porque a mi me gusta crecer cactus", cuenta López.

Sin ningún negocio de landscaping a la redonda, el negocio floreció rápidamente y José se ufana al decir: "Nos sentimos muy orgullosos ser el único negocio que llevaba un apellido mexicano en el área".

La empresa de José y su familia no se limita a "cortar yardas", sino que tiene capacidad para construir todo tipo de landscapes, por más grande que sean, incluidas sus fuentes, albercas, asadores, etc.

Casi veinte años después de haber cumplido su sueño, José López agradece a la vida todo lo que le puso en su camino. "Fui muy afortunado de poder cumplir mi sueño, pero a mí me tocó fácil en comparación con quienes vienen hoy de otros países pensando en cumplir el 'sueño americano'".

"Nos ven con malos ojos"

José afirma que actualmente no es lo mismo. "He visto muchos cambios desde que yo llegué. Las leyes que 'ponen' todos los días en contra de los que venimos a luchar y a trabajar con honestidad, cierran las puertas por todos lados. Y por desgracia hay mucha gente que a pesar de ver que somos personas de lucha y empresarios, nos ven con malos ojos, porque 'llevamos el nopal en la frente' [una forma jocosa con la que se auto describen los mexicanos]. Vas a muchos restaurantes y te miran de pies a cabeza y eso hace que uno se sienta incómodo; aunque reconozco que también hay quienes aprecian el trabajo que hacemos los hispanos, nos ven trabajar duro y nos respetan", aclara.

José López afirma que ama a México porque es su patria y no la olvida, pero se entristece al ver que, como él, muchos se ven obligados a venir de este lado de la frontera para poder sostener a sus familias por la falta de trabajo en su país y por la falta de respuesta de los gobiernos.

López reconoce que la oportunidad de hacer realidad sus sueños la encontró en Estados Unidos y que su vida, su familia y su trabajo están hechos aquí.

"Es tiempo de devolver a este país lo que me ha dado y cuando me retire quiero dedicarme a ayudar a los demás", concluye.

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