Alumnos migrantes: De un campo a otro, con los hijos a cuestas

Alumnos migrantes (segunda parte): De un campo a otro, con los hijos a cuestas

Segunda de cuatro partes.

En la primera parte de esta serie vimos que el Programa Migrante nació en 1965, cuando el gobierno federal y el Congreso de Estados Unidos decidieron prestar atención a un sector de miles de niños, hijos de trabajadores del campo que no acudían a la escuela porque sus familias migraban de un campo agrícola a otro y terminaban dedicándose a cuidar a sus hermanos menores o trabajando hombro con hombro con sus padres en los campos de siembra.

Vimos también que Arizona es una de las áreas agrícolas donde de manera más destacada ha implementado el Programa Migrante y el drama que rodea a los estudiantes que están inscritos en el programa y a sus familiares.

Rosa González, coordinadora del programa Migrante en el Distrito de Agua Fría, en Litchfield, Arizona desde hace más de doce años, conoce a fondo lo que estudiantes como Guadalupe y Daisy piensan y sueñan.

Alumnos migrantes del campo por Victoria Ortiz

“Veo la tarea de calificar y conocer a las familias que trabajan en el campo como un gran desafío. Hago visitas casa por casa en el ‘Pequeño México’, un barrio latino situado en el corazón de Litchfield, en busca de chicos hijos de migrantes, para inscribirlos en el programa; también voy a los campos agrícolas al oeste de Phoenix para platicar con los trabajadores y convencerlos de lo importante que es la educación para sus hijos; pero sobre todo para convencerlos de que no existe ningún riesgo de inmigración que los pudiera afectar”, explica Rosa.

“Lo que yo sé es que los niños quieren estudiar, y que sus papás quieren que sus hijos sean algo más que pizcadores de algodón o de naranjas. La mayoría de estos trabajadores son de México y trabajan de sol a sol para que sus hijos cursen la universidad; es verdad que hay muchos muchachos que son indocumentados pero eso no quita que sean excelentes alumnos, y mi obligación es orientarlos y darles recursos para que soliciten becas. Hay que ayudarles y motivarlos para que hagan la solicitud en organizaciones como Sunkist, empresa que cultiva naranjas y uvas, que da becas para carreras agrícolas y tecnológicas; o en organizaciones no lucrativas como la Fundación César Chávez o Chicanos por la Causa que no investigan el estatus migratorio de los alumnos. Y si se da el caso de que un padre sea indocumentado le recomendamos que visite a nuestros abogados y pregunte acerca de cómo le pueden ayudar”.

A pesar de su optimismo, la consejera González no deja de reconocer que la vida diaria de los muchachos es un drama constante.

“La verdad es que sigue existiendo el problema de la deserción escolar porque los muchachos se ven en la necesidad de cuidar a sus hermanitos, hacer la comida, o fungir como traductores para sus padres”, dice. “Y también es cierto que algunos abandonan la escuela por las malas influencias que encuentran en su barrio. Pero son pocos los muchachos de familias migrantes que terminan en pandillas porque estamos trabajando muy de cerca con las autoridades y nos informan cuáles son los focos de peligro para estos jóvenes, y eso nos permite ayudarlos".

"El problema más grande es que la mayoría de los muchachos son hijos de madres solteras y es fácil que deserten porque se vuelven los cuidadores de sus hermanitos o porque se ven obligados a trabajar en el campo para ayudar a su mamá”.

Otra de las razones por lo cual los muchachos no siguen sus estudios, dice Rosa González, es porque, a pesar de que se les ayuda con trasportación y con el servicio de la biblioteca, es para ellos difícil quedarse en la escuela después de finalizadas las clases, porque tienen que estar en su casa cuando sus padres se van a trabajar, y esto les dificulta el acceso a las computadoras que hay en los establecimientos y de las que ellos carecen, para hacer las tareas.

“También enfrentamos el hecho que muchos de ellos no saben inglés y los recursos de apoyo no los tienen a su alcance y esto es una barrera real para graduarse de la escuela secundaria”, afirma Rosa. “Sin embargo, son muchachos que a diferencia de otros chicos, toman su familia y su responsabilidades como adultos”.

González platica que otro problema que enfrentan los estudiantes migrantes es que cuando sus padres cambian de residencia por lo general no buscan lugares en donde exista el programa de educación migrante, sino donde haya trabajo para mantener a los suyos. En consecuencia, la educación de los muchachos queda rezagada.

“La economía del hogar es lo principal pero no se debe olvidar la educación y por eso tenemos en todas las localidades rurales paquetes de ayuda para los muchachos. Sólo así puedan obtener sus créditos completos”, afirma Rosa, quien agrega que el programa también ayuda a los chicos que necesiten lentes o practicar algún deporte comprándole su equipo y pagando su registro, "a cambio de hacer servicio comunitario para que no piensen que es gratis sino que tienen que trabajar por sus cosas".

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