Escoge... ¿quieres ser perfecta o excelente?

ESCOGE: ¿Quieres ser perfecta o excelente?

Fue un gran alivio cambiar la palabra “perfeccionista” por “excelente”. Conozco a muchos hombres y mujeres perfeccionistas a quienes respeto, pero son muy infelices y hacen infelices a quienes tienen cerca. Ponen sobre sí mismos y sobre otros unas exigencias que volverían loco al más cuerdo. Lo peor es que nunca terminan de lograr todo lo que quisieran. El perfeccionismo es muy celebrado y honrado, pero causa tantas disfunciones personales y laborales que no se notan hasta que hacen crisis. La mayoría de las veces paraliza en vez de ayudar.

Hay perfeccionistas con un margen de flexibilidad, pero el o la perfeccionista por definición tiende a ser obsesivo con lo que quiere hacer y se impone metas casi imposibles de alcanzar. Cada paso de lo que quiere lograr tiene que ser tan perfecto, que no da el siguiente paso si el anterior no le sale perfecto. Se critica a sí mismo sin piedad y se baja su autoestima. Entra en ansiedad porque no logra enseguida lo que quiere, y tanto la ansiedad y la presión que se impone reducen su capacidad de producir y su efectividad.

Para el o la perfeccionista los errores son fracasos, de manera que no se permiten errores. Si los cometen, no aprenden de ellos y no encuentran cómo volver a empezar. Mientras tanto, tiene miedo al fracaso, anticipa la desaprobación y las críticas, y nada de lo que hacen es suficientemente bueno. Tiene una actitud de todo o nada. No quiere que nadie conozca sus defectos, de manera que nadie lo puede ayudar. Cree que otros que han tenido éxito lo han hecho todo bien y fácilmente desde el principio. Piensa que los grandes inventos e intentos que se hicieron antes de que el mundo disfrutara las comodidades y adelantos tecnológicos de hoy fueron producto de gente que supo corregir errores en el camino, pero tomaron acción sin paralizarse, hasta que alcanzaron su meta.

Muchos perfeccionistas empiezan algo y nunca lo terminan porque los paraliza el afán de perfección. A menudo no se atreven a empezar algo porque creen que no va a resultar. Si hacen y terminan algo, entonces le encuentran defectos todo el tiempo y no disfrutan de su logro porque no está perfecto. Otros esperan que los aprueben y los celebren tanto que nunca es suficiente. Con frecuencia, son igual de exigentes y perfeccionistas con sus familiares y amigos, y sus relaciones son desastrosas. En ocasiones son tan tolerantes y flexibles con aquellos, como nunca lo serían con ellos mismos.

El perfeccionismo paraliza. La excelencia es más fácil, tanto en el campo laboral como en el personal, porque cada persona logra ser excelente según su talento. Si piensas que nadie limpia tu casa tan perfectamente como tú mientras sacrificas tiempo de tu familia; o afirmas que nadie en tu negocio hace todo como tú (lo cual puede ser cierto) mientras sacrificas tiempo de buscar nuevos clientes, empieza a dar a cada asunto su justo valor. Concéntrate en ser excelente en lo más importante.

Por ejemplo:

Empieza a escribir el plan que has tenido en mente para tu trabajo o negocio y no lo has hecho porque no sabes cómo terminarlo o lo que puede pasar con él. Ve añadiéndole a diario hasta que lo termines. Luego revísalo a diario. Cada parte que escribas no tiene que estar perfecta antes de continuar. ¡Muévete y hazlo! Vas a ver y a sentir el adelanto.

Implementa el plan. Sobre la marcha, te vas a dar cuenta de que tal vez cometiste errores o solo notaste a tiempo que tienes que hacer cambios en el plan... ¡No es un fracaso, son cambios! Si es necesario, empieza otra vez.

Haz lo mismo con las situaciones de tu hogar: matrimonio, hijos, ropa, apariencia, familia, cocina, limpieza, vida de soltera, pasatiempos. Quítate y quita de los demás la presión de la perfección. No tienes que bajar tus estándares; puedes aspirar a lo mejor, a lo excelente, sin la carga de pretender lo perfecto.

De paso, no permitas que los demás pretendan perfección. Te doy un ejemplo muy común. Los niños pequeños piensan que mamá lo sabe todo. Nos hacen muchas preguntas y nos sentimos con la presión de responderlas todas. En vez de sentir esa presión, cuando te pregunten algo que no sabes, prueba a contestar: “No lo sé, pero podemos averiguarlo juntos”. Recuerda: no tienes que saberlo todo ni hacerlo todo perfecto, para ser excelente en lo que haces. Y tampoco tienes que ser excelente en todo.

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