Tras 50 años de sindicalismo, los campesinos enfrentan los mismos problemas

50 aniversario de la Unión de Campesinos y los mismos problemas

FRESNO, California.- Entre el viernes 18 de mayo y el domingo 20 de mayo, el Sindicato de Campesinos, conocido como la Unión de Campesinos (United Farm Workers Union, o UFW), junto a centenares de personas celebraron el 50 aniversario de la fundación de la organización durante su XIX Convención, en Bakersfield, California.

Como de costumbre, hubo muchas referencias al pasado y la insistente veneración a la figura de César Chávez, co-fundador de la UFW en la década de los 60s en el Valle de San Joaquín, California.

En 1962, jornaleros agrícolas de origen filipino iniciaron una huelga contra agricultores de uva en demanda de mejoras salariales. Para asegurar un mayor impacto, pidieron ayuda de sus colegas mexicanos, que estaban en proceso de organizarse bajo la dirección de Chávez y Dolores Huerta.

La recién nacida UFW decidió llegar más lejos en la lucha y lanzó un boicot nacional contra el consumo de la uva. Gracias al apoyo de centenares de voluntarios y organizaciones humanitarias y sindicales, después de tres años los agricultores tuvieron que aceptar negociar con la UFW. Se firmaron entonces los primeros contratos entre los empleadores y el sindicato.

Unión de Campesinos cumple 50 años

Logros de la UFW

Por fin, los jornaleros tendrían representación sindical y mejoras en sus condiciones laborales. Estas no fueron insignificantes: desde baños y agua potable en los campos, hasta seguro de desempleo y otros beneficios sociales a los que los campesinos no tenían acceso antes. También se lograron jubilaciones y seguro de salud.

Pero el mayor triunfo en la historia del sindicato de campesinos llegaría en 1975. "El derecho de poder organizarse fue un logro increíble", dijo Armando Elenes, vocero de la UFW. Se refiere al Acta de Relaciones Agrícolas (ALRA, por sus siglas en inglés), la primera ley de su clase en el país.

"La ALRA fue resultado de las luchas del sindicato de campesinos", explica Genevieve Shiroma, directora del Consejo del Relaciones Laborales, la agencia creada a consecuencia de la ley. "ALRA fue firmada por el entonces gobernador Jerry Brown, quien ahora es nuevamente gobernador y en esta nueva etapa también ha pasado otras leyes de apoyo a los trabajadores del campo".

A través de los años, esta agencia ha padecido los vaivenes típicos de la política, ya que sus directores y personal de confianza son nombrados por los gobernadores de turno. Bajo el liderazgo Republicano, la actuación del Consejo nunca se mostró favorable a los trabajadores.

Pero el arma principal de los agricultores para contrarrestar los intereses de sindicalización de los jornaleros ha sido el complejo entramado judicial, usado para impedir el reconocimiento de elecciones pro-sindicales.

Pero a mediados del año 2011 fue aprobada la propuesta de ley SB106, por medio de la cual el Consejo de Relaciones Laborales tiene la facultad de otorgarle a los trabajadores —y de manera automática a la UFW ya que es el único sindicato agrícola del estado— el triunfo si se comprueban irregularidades por parte del patrón, destinadas a impedir las elecciones o alterar el resultado de las mismas.

"Estamos confiados en que gracias a esta nueva ley vamos a lograr más contratos", afirma Arturo Rodríguez, presidente de la UFW. Esta afirmación indica también hacia dónde se orientará la estrategia de la UFW en los próximos años.

Presente incierto

"Está bien que los trabajadores del campo se organicen, pero a veces los directivos de los sindicatos se preocupan más por ellos que por los trabajadores", asegura Brian Gómez Vivanco, de 23 años, estudiante de historia en la Universidad de California, Bakersfield.

Pablo "El Primo" Espinoza, un ex activista del sindicato campesino, está de acuerdo. Y explica porqué.

"En el caso de la UFW, hubo logros en sus 50 años de vida, pero muchos de esos logros se han perdido". Espinoza nació hace 75 años en Texas y en los 60s se mudó a California con su familia en búsqueda de mejores oportunidades laborales.

Después de trabajar varios años en el campo, en 1968 se incorporó a la UFW, donde participó en tareas organizativas hasta 1977. Hoy, residente de la ciudad de Porterville, al este del Valle de San Joaquín, es un fuerte crítico del trabajo político de la UFW.

"Tiene historia, pero ya no hace trabajo organizativo", asegura. "El sindicato está controlado por la familia Chávez… Para volver a ser lo que era antes, tendría que democratizarse, abrir más oficinas, compartir el poder con los campesinos".

Como Espinoza, muchas personas critican a la UFW por su burocratización. Pero prefieren no dar sus nombres. En el Valle de San Joaquín muchos latinos que critican al sindicato de campesinos no lo hacen abiertamente. Temen ser acusados de "anti-chavistas", o anti-hispanos.

Espinoza dice que él "no tiene nada que perder" con sus comentarios y no duda en criticar el férreo liderazgo de Chávez y que, después de su muerte en 1993, su familia se afirmará aún más en el control de la organización en lugar de auspiciar una apertura.

"El sindicato no tiene dinero porque no tiene casi membrecía, y así es difícil hacer trabajo organizativo", agrega Espinoza. El tema del número de miembros crea molestias en el sindicato, que afirma tener 26,000 miembros.

Pero de acuerdo al Departamento de Trabajo de Estados Unidos, son menos de 6,000.

Después de sus grandes logros, coronados en 1975, la estrella de la UFW fue dejando de brillar con la misma intensidad. Además del trabajo en su contra por parte de los agricultores, la UFW parece haberse enredado en sus propias limitaciones, incluyendo su dependencia religiosa y mística, representada por las imágenes religiosas en sus marchas, la presencia de sacerdotes y misas durante sus actos políticos.

El triunfo electoral del Demócrata Jerry Brown como gobernador de California, en 2010, le dio nuevos bríos al sindicato. ¿Pero puede un sindicato crecer en base a leyes a pesar de su escasa membrecía y activismo?

Panorama laboral

El trabajo agrícola es uno de los más duros y peor pagados en la sociedad.

A lo largo de la historia, este trabajo se ha dividido entre quienes son propietarios de las tierras y los que solo tienen sus manos para trabajar. Y estos últimos siempre han llevado la peor parte.

Después del surgimiento del sindicato campesino, en 1962, las empresas tomaron nota sobre cómo neutralizar sus maniobras y las presiones de los jornaleros por mejoras.

De acuerdo a comentarios de personas que no quieren ser identificadas, el mantener a la mayor parte de estos trabajadores en calidad de "ilegales" es una de las mejores maneras de controlarlos —gracias al temor a ser deportados. Aquellos que ingresan con visas temporales de trabajo, llamadas H2A, también tienen limitaciones y saben que sus visas podrían fácilmente ser revocadas si se los considera "revoltosos".

Otro elemento fundamental para controlar las quejas y posibles movimientos políticos en el campo es la división del trabajo. Los empleadores no contratan directamente a sus trabajadores sino que lo hacen por medio de una amplia red de "contratistas", o capataces, la mayoría de estos de origen latino.

Mientras tanto, el jornalero de hoy padece casi las mismas condiciones laborales de hace 50 años. Tampoco su nivel de vida parece haber mejorado.

"La situación de los campesinos es mala porque el salario mínimo no es suficiente para vivir dignamente", comenta Héctor Hernández, activista de la Unidad Popular Benito Juárez, de Bakersfield. "Algunos jornaleros trabajan 6-8 meses al año; muchos ganan hasta $18,000 dólares pero la mayor parte de este dinero es para la renta".

En los últimos 25 años, en varios estados de Estados Unidos la naturaleza de la mano de obra campesina ha cambiado significativamente: los indígenas provenientes de estados del sur de México, como Oaxaca y Guerrero, han reemplazado al mexicano mestizo originario de estados como Jalisco.

Esta sutileza puede complicar el trabajo organizativo en el campo ya que muchos de ellos no hablan español y además viven más aislados.

"Muchos indígenas tienen bajo nivel educativo ya que el sistema educativo en México no los favorece", asegura Hernández. "Esto es otra limitación para superarse".

Según este activista, las pocas posibilidades de lograr mejores empleos los mantienen en una situación de permanente marginación y pobreza.

Aún así, no parece haber interés por sindicalizarse.

"Ya no existe el activismo de antes, ahora cada uno se ocupa de lo suyo", afirma Hernández, de origen oaxaqueño. "En los 80s y 90s la gente se movilizaba, hoy no".

Ayer como hoy, el salario de una familia de jornaleros agrícolas apenas le permite subsistir. Después de 50 años del nacimiento del sindicato de campesinos, o UFW, este no es un panorama alentador.

Quizá sea la motivación para que otros, más jóvenes, tomen liderazgo.

"Los trabajadores pueden mejorar sus condiciones de trabajo y de vida cuando están sindicalizados", dice Stephanie Espinoza, de 23 años, quien realiza un internado en la UFW. Graduada de la Universidad de California, Bakersfield, Espinoza, residente del Valle de San Joaquín, proviene de una familia de campesinos. "Creo en el futuro del movimiento, veo gente nueva, joven, participando, especialmente ahora que vivimos un fuerte clima anti inmigrante. Necesitamos movilizarnos para mejorar nuestras condiciones".

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