Carlos Fuentes: Así fue el adiós

'El mejor homenaje es leerlo a él', al maestro

Finamente vestida y arreglada, como le hubiera gustado a él, Silvia Lemus baja las escaleras del Palacio de Bellas Artes hasta la explanada para recibiría el féretro de su marido: Carlos Fuentes. Su pie derecho lastimado no la deja caminar bien, se sostiene del brazo de Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) de México.

Atrás, Cecilia Fuentes Macedo, la única hija viva del escritor, ambas con una tristeza infinita. El presidente de la República, Felipe Calderón, y el alcalde de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, las alcanzan minutos después. Las abrazan. Les dan el pésame otra vez.

A las 12:00 horas en punto llega la carroza fúnebre con los restos del escritor mexicano, el más afamado, un mexicano universal, protagonista del boom latinoamericano. “El hombre que nos puso en el mapa del mundo”, como dijo su pupilo, el escritor Xavier Velazco.

Los presentes lo reciben con aplausos: la bienvenida a su despedida.

Adiós a Carlos Fuentes

Horas antes cientos de periodista y fotógrafos tuvieron que demostrarles a los organizadores la jerarquía de su medio de comunicación para que los dejaran ingresar al recinto, porque como pocas veces, estuvieron presentes los medios internacionales que querían una crónica de la despedida al escritor mexicano, traducida, como él lo fue, a varios idiomas.

El autor Aura, Terra Nostra, La Muerte de Artemio Cruz recibió su último tributo el 16 de mayo de 2012, un día soleado, de cielo contaminado, ajetreado, como son los días en el Centro Histórico de la Ciudad de México, el que él retrató tan bien en La región más transparente, hace más de 50 años. Con cientos de personas caminando apresuradamente para llegar a sus trabajos, a sus escuelas y destinos.

A los lectores de Carlos Fuentes no les importó esperar por horas atrás de las vallas metálicas instaladas alrededor del recinto por Estado Mayor Presidencial, el aparato de seguridad que cuida al presidente Felipe Calderón, quien encabezaría el homenaje. Se formaron sólo para tener la oportunidad de despedirse de su maestro, como Horario Piña, economista de 45 años de edad, formado en el debate cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): “esto es histórico, y no habrá otro como Carlos Fuentes”.

El escritor e intelectual mexicano ingresó por la alfombra roja a Bellas Artes, el majestuoso palacio de mármol blanco, llevado en hombros por seis corpulentos hombres y lo dejan al centro del vestíbulo. Los mexicanos ilustres de la vida intelectual, artística y política del país, casi todos sus amigos personales, le aplauden efusivamente, mientras dos mujeres le colocaban la bandera mexicana sobre su ataúd. A su izquierda, su familia consanguínea, sin nietos. Atrás las coronas, una de ellas enviada por la presidenta argentina Cristina Fernández, y la foto para recordarlo en vida, una en blanco y negro que lo inmortalizó sonriente, atractivo, rodeado de libros. A su derecha, empresarios, escritores, editores, antropólogos, científicos, gobernantes, diputados, académicos, los oradores: Consuelo Sáizar, Federico Reyes Heroles, Marcelo Ebrard y el presidente Calderón.

“Es difícil entendernos sin Carlos Fuentes… su muerte sacudió al mundo y nos sigue estremeciendo”, dijo la representante institucional de la vida cultural de México, esa que tanto enorgullecía a Fuentes, por su historia, su naturaleza, sus contradicciones. “Rendimos homenaje al hombre que hizo más grande el tiempo mexicano, al escritor que amplió las fronteras de nuestro idioma”.

Vino después una pieza de Bach, interpretada por el músico Carlos Prieto y su violonchelo.

El escritor y analista político Federico Reyes Heroles continuó con los recuerdos, con el intento por describir a Carlos Fuentes. Relató ampliamente sus virtudes como escritor, cinéfilo, orador, conversador, seductor, viajero, “con una capacidad histriónica al servicio de las ideas”. “Un hombre que rompía el silencio de los auditorios donde se presentaba”. Generoso con los amigos y con los desconocidos, con quienes pasaba horas y horas firmando ejemplares. Impulsor de los jóvenes escritores.

Terminó como quería: leyendo, cruzado por la pasión de escribir. “Eres parte central de nuestra nación. Gracias Carlos.
Descansa. Tu güerita habrá de estar bien"; y la mirada de los presentes se desvió hacia la viuda, a la que todos en ese momento quieren abrazar, proteger, la guapa compañera de Carlos por 39 años, sus ojos ante la tecnología que él se negó a utilizar.

A los discursos se sumó Marcelo Ebrard, el político que el 10 de mayo reunió a 250,000 mexicanos en un concierto gratuito del ex Beatle, Paul McCartney, y a quien Fuentes apoyó abiertamente para que fuera por la Presidencia de México. Pronuncia un discurso de tres minutos. Lo recuerda como un entrañable amigo, maestro, crítico, militante de México. Apasionado del futuro.

Para cerrar la ceremonia, el presidente Felipe Calderón lo señaló como el escritor que al lado de Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, colocó a la literatura de América Latina a la vanguardia. “El mejor homenaje es leerlo a él”, seguir disfrutando de sus enseñanzas y sus críticas. “Qué cabrona es la muerte, que no nos mata a nosotros, sino a quienes amamos; hay quienes mueren para ser amados más”, leyó Calderón las reflexiones del propio escritor, con ese tono que lo tiene por buen orador.

Sentada en su lugar, Cecilia Fuentes, la huérfana, hija del escritor con la actriz Rita Macedo, se balancea ligeramente en su silla, hacia atrás y hacia adelante, con la mirada perdida. Se frota las manos. El calor del recinto se empezó a hacer insoportable.

“Carlos Fuentes vivirá en su obras, en sus palabras, en varias generaciones de mexicanos. Carlos fuentes ha muerto para ser amado más”, expresó entre aplausos.

El Presidente se retiró y la festividad da otro giro, ya sin solemnidad. Los presentes se levantan de su lugar y caminan a encontrarse. Muchos son los deudos que sienten el vacío que dejó el escritor. Para Xavier Velazco, Fuentes fue el acicate de muchos jóvenes mexicanos para dedicarse a escribir y tomársela en serio. “Él sabía como pocos del siglo XX, XX l y quizá del XXII”. No haberle otorgado el Premio Nobel “fue injusto para el Nobel. Son ellos los que quedan mal, los que se lo perdieron”.

El pintor José Luis Cuevas rememora las grandiosas discusiones que sobre cine sostenía con Carlos Fuentes y Carlos Monsivais. Para el escritor Gonzalo Celorio, “dentro de la avalancha de producción, queda firme lo que él cimentó”. Su obra cultural la divide en dos: La modernidad y la crítica. La escritora Elena Poniatowska luce cansada. Mientras buscaba la salida, repite: “lo mejor es leer su obra”.

El público ingresó al reciento alrededor de la 1:30 y comenzó la algarabía. Vinieron más aplausos. Gritos de admiración. Mexicanos con cartulinas alusivas, Goyas (porras) de la UNAM -donde Fuentes se graduó en leyes-. Es el otro homenaje, el de la gente que se emociona hasta las lágrimas cuando logra tocar su féretro.

El contacto que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, el bailador, al que le hubiera gustado ser Jorge Negrete, el comelón de tamales, el que sabía escuchar a la gente. Cómo no, si de ellos obtenía la realidad de sus personajes. Si de ellos se alimentaba para mantenerse lucido, vital y activo, como fue hasta el último día de su vida.

“Vamos Güerita” (al hospital) fueron las última palabras de Carlos Fuentes, dichas a su mujer minutos antes de perder el conocimiento.

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