Escuchar no es lo mismo que oír

Y tú ... ¿Sabes escuchar? Descúbrelo aquí

Cuando dices que alguien te oye “como el que oye llover”, tienes razón. Después no recuerda lo que le dijiste, dice que no se lo dijiste, o lo oyó distinto. No te escuchó. Cuando oímos sin escuchar, pasa uno de varios fenómenos: oímos lo que queremos oír, no entendemos u oímos interpretando a base de nuestro sistema de creencias (en otras palabras, lo que nos conviene). Son tantos los estímulos dentro y fuera de nosotros, que conversamos sin prestar atención y pagamos el precio en malos entendidos y problemas de comunicación. Piensa en la atención repentina que le prestaste a alguien que te dijo lo opuesto a lo que esperabas oír. Así funcionamos: padres, hijos, parejas, estudiantes, jefes, empleados, amigos…todos.

Es importante desarrollar la habilidad y el interés de escuchar. Una de las mayores destrezas de las mujeres con quienes los hombres son infieles es que los saben escuchar, al menos mientras los conquistan. El que se sabe escuchado, se siente atendido, importante, como si fuera el centro del universo durante esos minutos. Seguro que igual te sientes tú cuando te escuchan. Las relaciones humanas, desde las más superficiales hasta las más profundas y duraderas, personales y comerciales, tienen una base en escucharse mutuamente.

Si piensas que sabes escuchar, pregúntate lo siguiente:

  • Cuando te hablan, ¿tiendes a completar las oraciones antes de que la persona termine?
  • Mientras oyes, ¿estás pensando ya la respuesta? ¿Estás esperando ansiosamente a que la persona termine para responder o exponer tu punto de vista?
  • ¿Tienes ya preconcebida la conversación completa, enfocada solamente en lo que vas a decir tú?
  • ¿Te interesa de verdad lo que el otro dice?
  • ¿Podrías repetir o recordar sin equivocarte lo que te están diciendo o te acaban de decir?
  • ¿Le das oportunidad a lo que escuchas de alterar tu opinión? ¿O estás tan enfocada en lo tuyo que ni lo consideras?
  • ¿Haces preguntas aclaratorias de lo que te dicen, o tu atención es tan poca que ni se te ocurre preguntar lo que no entiendes? ¿No te das ni cuenta cuando no entiendes?
  • ¿Le prestas atención no dividida al que te habla, estás pensando en otra cosa o te distraes?
  • ¿Miras a los ojos y de frente al que te está hablando, miras para otra parte o continúas con la actividad que estás haciendo?
  • ¿Partes de la premisa que ya sabes lo que te van a decir y pones poca atención desde el principio?
  • ¿Pones la suficiente atención para percibir los tonos de voz, las actitudes y las emociones del que te habla?

¿Respondiste que sí a algunas de estas preguntas? En tal caso, necesitas tiempo y práctica para romper tus malos hábitos y estar muy consciente de escuchar. Hay épocas de la vida cuando la ansiedad interfiere. Cobra consciencia y, si es tu caso, admite que no sabes escuchar.

Ensaya lo siguiente porque tú también quieres que te escuchen; no solo que te oigan.

  • Siempre debes estar dispuesta a escuchar. En las relaciones personales, especialmente con la pareja y los hijos, hay que disipar la duda razonable. Hasta el juez escucha al peor criminal, aunque lo condene después.
  • Cuando te hablen, dirige toda tu atención no dividida y tu mirada hacia la persona que te habla.
  • Déjalo terminar de hablar. No lo interrumpas ni termines las oraciones. No pretendas hablar por él. Si tienes ansiedad o coraje, ten paciencia.
  • Haz un esfuerzo por no permitir que tus ideas preconcebidas estorben lo que escuches.
  • Si crees que vas a olvidar lo que quieres compartir o responder, ve tomando notas (especialmente en las conversaciones o reuniones de negocios).
  • A veces cuando escuchamos queremos asentir, aprobar o apoyar. Podemos hacerlo sin interrumpir.
  • Evita poner en la boca de la persona lo que no te ha dicho, como por ejemplo: “Tú estás diciendo que…”. Si tienes una interpretación de lo que te dijo o no estás segura de que entendiste, acláralo cuando termine de hablar. Una práctica muy positiva es repetir lo que escuchaste y preguntarle a la persona si eso fue lo que quiso decir.

No escuchar a tiempo perjudica las relaciones de negocios, las personales y hasta las terapéuticas. Si un cliente piensa que no atendiste lo que necesita, lo pones en riesgo. Si no escuchas a tu pareja, perjudicas la relación. Si no haces caso a tu terapista, pierdes tu tiempo, tu dinero y tu oportunidad de ayuda. Si no escuchas a tu amiga, puede afectarse tu amistad. Si no escuchas a tus hijos, puede ser tarde cuando te decidas.

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